Uno de los problemas más tremendos que puede afectar a un recién nacido es la espina bífida, definida por un desarrollo incompleto del cerebro, la médula o las meninges. Aunque parezca algo poco habitual las estadísticas indican que es el defecto del tubo neural más común entre los bebés de Estados Unidos, llegando a afectar de 1,500 a 2,000 de los más de 4 millones de nacidos cada año.
De todos modos hay que decir que existen cuatro tipos de espina bífida y que no todos presentan los mismos síntomas. De hecho la espina bífida oculta consiste en la malformación de una o más vértebras que queda oculta debajo de la piel. Es su forma más leve y muy pocas veces causa alguna señal de incapacidad. El segundo tipo se conoce como defectos del tubo neural cerrado y afecta a la columna con una malformación de grasas, huesos o membranas. Su posible grado de afectación es muy amplio: hay pacientes que no sufren ningún síntoma y otros pueden tener una parálisis incompleta con disfunción urinaria e intestinal. La forma más grave de espina bífida es la mielomeningocele, que puede llegar a implicar una parálisis total y una disfunción urinaria e intestinal.
Las complicaciones de la espina bífida pueden abarcar desde problemas físicos pequeños a grandes incapacidades físicas y mentales, aunque hay que destacar que esta enfermedad no tiene nada que ver con el grado de inteligencia de quienes la sufren. La gravedad de esta dolencia se determina por el tamaño y la ubicación de la malformación y por los nervios que afecta. Si que está demostrado que algunos recién nacidos con la forma más grave de espina bífida pueden desarrollar una meningitis que ponga en peligro su vida . De igual modo pueden sufrir problemas de aprendizaje.
A medida que crecen los niños con espina bífida pueden presentar problemas asociados a esta enfermedad como alergias al látex, problemas de la piel, afecciones gastrointestinales y depresión.