La fiebre reumática es una enfermedad sistémica que se caracteriza por reacciones inflamatorias diseminadas del tejido conectivo que afectan el sistema osteoarticular, cardiovascular, nervioso y la piel.
Se presenta como una complicación tardía de una infección faringoamigdalina causada por el Estreptococo beta hemolítico del grupo A.
La infección estreptocócica precede el brote inicial o las recaídas de la enfermedad, existiendo siempre un período latente de una a tres semanas desde el comienzo de la infección faríngea al comienzo de la enfermedad reumática.
Las condiciones de hacinamiento y la falta de higiene favorecen la diseminación de las infecciones faringoamigdalinas aumentando en estas circunstancias la frecuencia de la fiebre reumática.
La fiebre se manifiesta con 3 síndromes clínicos que permiten sospechar el diagnóstico por ser muy característicos de esta enfermedad, ellos son la poliartritis (dolor y la tumefacción articular), la carditis (proceso inflamatorio que abarca el pericardio, el miocardio y el endocardio) o la corea (desorden neurológico que cursa con cambios de carácter, labilidad emocional, disminución de la fuerza muscular, movimientos involuntarios e incoordinados de cara manos y pies que desaparecen durante el sueño), estos pueden presentarse aislados o combinados entre sí.
Los síntomas mas comunes son: dolor abdominal inespecífico que se produce al comienzo de la enfermedad o antes que sea definido el compromiso poliarticular; aparece neumonía en el curso de una carditis severa, es indistinguible del edema pulmonar o la alveolitis asociada a distress respiratorio; palidez, hematuria o epistaxis que son poco frecuentes.
El tratamiento consiste en la indicación de antiinflamatorios, antibióticos y reposo, variando según la gravedad del caso.
El control y ausencia de estos síntomas indicaría que el cuadro ha sido satisfactoriamente manejado. Debe corroborarse además la normalización de los reactantes de fase aguda y los signos de actividad en el electrocardiograma.