La leishmaniasis es una enfermedad zoonótica originada por cierta clase de protozoos que reciben el nombre de Leishmania. Se trata de una enfermedad que afecta tanto al hombre como a distintos animales (por ello es una enfermedad zoonótica). Algunos animales silvestres, como las zarigüeyas y los coatíes, se caracterizan por ser portadores asintomáticos del parásito que causa la leishmaniasis. Esta enfermedad zoonótica tiene origen en la picadura de un insecto de la familia de los jejenes (debe ser hembra).
Las variantes principales en esta enfermedad zoonótica son la leishmaniasis cutánea, la visceral y la mucosa. La leishmaniasis cutánea es por lejos la más conocida y genera diferentes problemas dérmicos. Esta variedad se caracteriza por úlceras cutáneas que no generan dolor y que pueden revertir de forma natural. Lo más indicado, de todas maneras, es seguir un tratamiento para terminar con estas úlceras, dado que en ciertos casos pueden permanecer intactas por años (se recomiendan los tratamientos farmacológicos a base de antimonio).
En el caso de la leishmaniasis visceral los problemas de salud más importantes que se presentan son la inflamación del hígado y del bazo. También puede haber desnutrición, dolor abdominal y en ciertos casos también anemia. Por último, la leishmaniasis mucosa es una de las variedades menos frecuentas, que tiene por síntomas la epistaxis, el eritema y el edema en la mucosa basal y la destrucción de las mucosas de la nariz y la faringe. Tratándola a tiempo tiene buen pronóstico.
Los tratamientos de la leishmaniasis, por lo general, se basan en el uso de fármacos con antimonio pentavalente, o con isotionato de pentamdinia y anfotericina B. Últimamente también se están realizando experiencias con una droga conocida bajo el nombre de Miltefosina (tiene la contraindicación de no poder ser utilizada en mujeres embarazadas).