Todas las épocas han producido grupos a la vez distantes y presentes respecto al mundo, construyendo sus lazos de identidad tomando como base la búsqueda de conocimientos y el uso de prácticas rituales. La francmasonería y el Gran Oriente de Francia prolongaron esa tendencia. La francmasonería es ante todo, una Escuela del Ser. Para asumir esa misión, el Gran Oriente de Francia no se fija límites, dando a esa fórmula toda su amplitud. La importancia otorgada al amor fraternal, la complementariedad entre las reflexiones simbólicas y sociales, la pluralidad de ritos en su seno y la libertad a Hermanos y Hermanas de poder trabajar en común, constituyen los trazos esenciales de su identidad.
Múltiples aproximaciones permiten definir a la francmasonería como una transposición, en el dominio especulativo, del trabajo de los constructores. El trabajo permanece así, desde ese punto de vista, como valor central de la institución. Se podría por tanto considerar que los francmasones construyen aún templos, tanto interiores (a partir del famoso “Conócete a ti mismo”), cuanto interiores, para el conjunto de la Humanidad.
En consecuencia, se debe definir a la francmasonería a través de tres componentes, en proporciones variables: una sociedad a la vez fraternal, iniciática y humanista.
Es desde ya, y ante todo, una Fraternidad, puesto que sus miembros, Hermanos y Hermanas, forman una familia elegida, solidaria e igualitaria. Dicha característica, llegada desde el principio de los tiempos, motiva que los miembros de esa antigua fraternidad expresen su deseo de reunirse con seguridad, al amparo de las agitaciones del mundo, con una exigencia de autenticidad en relación a sus presuntas perversiones, (los “metales”).
Ello induce una visión positiva del ser humano, a priori bueno y perfectible, y numerosas consecuencias morales manifestadas de mil maneras.
Es igualmente un grupo iniciático, puesto que propone, tras un pasaje que simboliza un cambio de estado (de profano, a masónico), un método de trabajo y una búsqueda filosófica, vividos dentro de una disciplina grupal libremente consentida. Se presupone que el conjunto de esos procesos ayuda, por un juego de analogías e interpretaciones personales, a un desciframiento del mundo y a una puesta en escena de la existencia. Tal función es asimismo un componente identitario esencial en la francmasonería.
Finalmente, la francmasonería es una instancia humanista, un lugar de resonancia social y de reflexión respecto al Mundo, una unidad histórica implicada. Ella, o más frecuentemente los francmasones en tanto que individuos, se hallan presentes y comprometidos en la Cité, con el objetivo de mejorar a la vez al Hombre y a la Sociedad, extender los lazos de la fraternidad masónica sobre toda la superficie de la tierra, y traducir en combate la exigencia humanista de Libertad, Paz y Justicia.
(Fuente: Memento del Aprendiz -traducción propia-, del Gran Oriente de Francia)
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