La pasión tiene su origen en la mente y no en el corazón, de allí su vinculación con la parte instintiva de las personas. Por este motivo no se la puede considerar un sentimiento.
La pasión está implícita en todo sentimiento de amor.
Ella es el condimento especial que, como una paleta de colores, es la encargada de poner los tonos en nuestro arte de amar. Donde no me refiero exclusivamente a la sexualidad, donde obviamente está presente, sino también a la pasión que como hobby deberíamos dotar al sentimiento de amor para mejorar todos los aspectos personales y de la pareja.
La pasión está implícita en todas las personas para garantizar la preservación de nuestra especie, de allí la relación con nuestra sexualidad e instinto; pero si consideramos la pasión a secas en una relación amorosa, esta se nutre solo de pensamientos ligados a rasgos de nuestra personalidad, como el egoísmo o egocentrismo.
De hecho, en los famosos “ratones mentales” que nos provoca otra persona, en realidad estamos considerando solamente nuestra propia fantasía, deseo y satisfacción; todos aspectos ligados a la mente pero no al sentimiento.
Sólo con pasión se puede sostener una pareja aunque no significa que estemos enamorados, donde tener buena piel o química no implica sentir amor.
Alimentar la pasión por la pasión misma es un tema mental, y como seguramente saben los pensamientos son inconstantes y dispersos, por ello la pasión inicial con el tiempo declina.
La pasión en la sexualidad es intensa en su manifestación pero efímera en su duración, la persona que solo se apasiona sexualmente se caracteriza por ser ansiosa, intolerante, impaciente, agresiva, orgullosa, irritable, vanidosa y posesiva, rasgos ligados al egoísmo, porque se enfoca solo en ella misma.
Considero que lo más importante es no confundir el amor con pasión porque estaríamos concibiendo una imagen muy incompleta, limitada, pobre y condicionada del amor.
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