Obviamente ¡no hay nadie perfecto! Todos tenemos algo, siempre, por mejorar, si no, ¡qué haríamos en esta vida nuestra! Pero un primer y necesario paso es reconocer la imperfección, es decir, la vulnerabilidad, el miedo, los puntos débiles, las contradicciones, la incertidumbre… Para poder aceptar y afirmar esto, sólo debemos dejar aparcado nuestro Ego autocomplaciente, lo que no siempre es fácil ni cómodo, sobre todo ¡frente a los demás! Aceptar la imperfección con humildad es estar dispuesto a cambiar, a mejorar, siempre y cuando no nos resignemos ante la evidencia ('es lo que hay') y no estemos dispuestos a cargar más por más tiempo con todo eso en nuestra vida que hace de ella una pesada carga, algo igualmente imperfecta, repleta de carencias, errores y huídas hacia adelante, y, lo que es peor, demasiado alejada de nuestro ser auténtico, ¡así como de nuestros sueños y deseos!
Desde hace unos pocos años, mi evolución personal me está llevando a identificar, admitir y, en su caso, reconocer -incluso públicamente- mis debilidades como persona. A diario las admito en los escritos de mi blog y, haciéndolo, me ayuda a ser consciente de ellas y hacer el propósito firme de enmendarlas. La verdad es que ese hábito tiene un efecto terapéutico para mí, tanto como llevar un diario personal. Creo que admitir la vulnerabilidad, la fragilidad o las debilidades me hace realmente más fuerte, más hace capaces de corregirme y, poco a poco, optar por la vida que merezco. Hasta llegar a ese punto de inflexión en mi vida, tuve que darme cuenta de que ya había acumulado demasiada infelicidad e insatisfacción en mi propia historia, con todos sus errores. ¿Sus síntomas? Esa cierta repentina irascibilidad, mal humor, decaimiento, una cierta amargura de fondo, esos altibajos de ánimo… que reinaban en mi vida y, súbitamente, aún reaparecen sin control en algunos momentos, haciéndome reaccionar sin control ante ciertas circunstancias adversas o que me afectan demasiado. A partir de ese momento de conciencia ante mi propio ser, mi vida cambió y la serenidad interior fue ganando mi día a día, lo que no siempre es fácil en este ¡mundo de locos en el que habitamos! Y hoy ya empiezo a sentirme cada día más plenamente capacitado para protagonizar mi propia vida, tener paz interior y, lo que es mejor, poder acceder libremente a todo aquello que renuncié y que muchas veces imposibilitaba el amor y la felicidad en mi vida anterior. Es como si hubiera nacido de nuevo, con todo aún por hacer…
Mi propio espíritu de superación hizo que no me resignase nunca más ante esas debilidades crónicas y creencias falsas, que demasiadas veces me perjudicaban a mí y a los demás. Porque, además, cuanto más las negaba, ¡más ocasiones me brindaba la vida para que crecieran y se instauraran en mi personalidad! Hoy ya creo firmemente en la capacidad humana ilimitada de crecer, siempre que uno quiera, claro. Eso, además, me hace más tolerante con las imperfecciones propias y las de los demás, pues me ayuda a creer en su propia capacidad de crecer y de mejorar. Además, en mí caso, también me ayudó a identificar y destapar mis 'nudos emocionales', que, desde mi historia, seguían controlando mi vida, llena de reacciones muchas veces adversas para mí y para los demás. Se manifiestan en ciertos 'tics' inconscientes, como mi hasta ahora voluntaria decisión de no amar, mi creencia tóxica de no ser digno merecedor de la felicidad o tantos otros males 'menores' y sus efectos, como mi incapacidad de expresar mis sentimientos, sentirme un proscrito ante mi propio mundo, entre otras muchas más, lo que, evidentemente, ¡tenía su efecto nocivo para mí mismo y en la manera de relacionarme con los demás o con el mundo! ¡El miedo a ser yo reinaba en mi vida! Ni que decir tiene que, cada una de esas incapacidades, estaban inexorablemente asociadas a experiencias históricas en mi vida y a su impacto emocional, muchas veces inconsciente. Aunque la verdad es que, como buen superviviente que soy, había incluso aprendido a convivir dignamente con todo ello, lo había incorporado a mi personalidad y muchos de mis recursos de entonces para salir airoso solo consistían en la huída permanente hacia adelante para evadirme de ¡mi auténtica manera de ser, de sentir y de vivir mi realidad!
Hasta aquel momento, ¡no era realmente libre para decidir en mi vida! ¡Mi pasado dominaba mi vida, en vez del hoy! Cuando es la libertad (la ausencia de condicionamientos internos o externos) lo que nos produce satisfacción y sentirnos realmente felices en la consecución de nuestros logros, por nímios o cotidianos que sean o aparenten. Hoy todo eso ha supuesto, como decía, volver a nacer… pero esta vez a esa vida que realmente merezco, donde el privilegio es vivir el ahora -ya sin pasados imperfectos ni futuros pluscuamperfectos-, sentir intensamente cada momento y ser cual soy a cada nuevo paso y decisión. Detrás va quedando el miedo o la culpa a lo que acepté ser, a lo mal sentido y a lo incorrectamente experimentado… Y una vez eliminado el miedo ante mi vida y ante la posibilidad de ser y de crecer, desde entonces, hoy es el amor ya lo que -día a dia y no sin momentos de flaqueza- va iluminando y dando sentido a mi vida entera. Hoy, cada día más, ese propósito permanente de mejora me permite pensar, sentir y hacer todo y en cada momento concreto, como si fuera siempre una primera vez o mi último día de vida, lo que, a su vez, otorga el don de la singularidad, de la magia y la irreversibilidad a cada persona, momento y lugar que se cruzan en mi camino. ¿No es eso, acaso, la mejor manera de amarme, de amarte… y la única manera de empezar a amar la mejor vida que merezco, de verdad?
VN:R_U [1.9.7_1111]