Revista Publicidad y Marketing

¿Qué es la publicidad?

Publicado el 26 noviembre 2012 por Anveger

Uno de los blancos preferidos por los críticos del capitalismo es la publicidad o el marketing. Generalmente, se escudan en principios filosóficos personales para desautorizar el sistema capitalista.

Se acusa a la empresas que publicitan de crear necesidades a través de campañas de manipulación a los consumidores, incluso de sembrar miedo entre los individuos para que esos compren alarmas, cerraduras, seguros, etc.

La mayoría de ellos ven con nostalgia el mundo primitivo y campestre donde nadie se preocupaba más que por comer, sin plantearse nada más, incluso sin tener noción del tiempo, como si tales hechos fuesen admirables.

Sin embargo, como argumentaba Mises en su Acción Humana, si estos críticos viviesen donde dicen preferir vivir, no tendrían el tiempo suficiente para dedicarlo a sus escritos.  Y es que olvidan la premisa de la acción del hombre fundamental: el hombre siempre estará descontento; si el hombre es feliz y no necesita satisfacer ninguna necesidad, éste no actuará porque ya no podrá mejorar más su situación.

El hombre cuando tiene unas necesidades satisfechas, busca satisfacer otras. Por ejemplo, primero se come, luego se duerme, luego se buscan amigos, etc. Y así sucesivamente. Es lo que muestra a famosa pirámide de Maslow.

Por tanto, las necesidades no se cran, sino que, por la naturaleza del hombre, éste tiene infinitas necesidades, que va satisfaciendo por orden de más urgente a menos. Si no tuviésemos necesidades sociales, no buscaríamos amigos, probablemente no habría bares, redes sociales, etc. Sin necesidad de seguridad, no existiría la cerradura. Sin necesidad de cuidado del medioambiente, Greenpeace sería inviable; sin necesidad de ayudar al prójimo, no existirían las transferencias a Cáritas. Y un infinito etcétera.

Las necesidades, todas, son inherentes; el marketing y la publicidad busca la comunicación entre dos partes que buscan satisfacer una necesidad mutua a partir de un intercambio: por ejemplo el vendedor de un móvil (que busca dinero, para satisfacer su propias necesidades luego) y el comprador (que busca un móvil, para satisfacer otras  necesidades, como, por ejemplo, las sociales).

La publicidad no sólo está en la televisión, ni en los carteles en la calle o en los anuncios del periódico. Es ubicua. Está allí donde el hombre actúa: por ejemplo, si una chica quiere ligar, se pondrá perfume, tacones, maquillaje; se publicitará de la forma que ella estime conveniente, en función del público al que se dirige. Lo que persigue la publicidad es persuadir, convencer al receptor de que lo publicitado es un buen medio para satisfacer su necesidad personal.

Dicho lo cual, nos vemos capaces de enunciar la siguiente tendencia económica: a largo plazo, y a igualdad de circunstancias, sólo podrán publicitarse los producos que sean demandados por los consumidores. Si un producto es publicitado y resulta ser un fracaso, la compañía irá perdiendo beneficios, hasta no tener suficiente dinero para seguir publicitando el producto.

Es por esta ley por la que vemos que algunos productos gozan de más espacio publicitario que otros, de más stands que otros, por que una película abarca tres salas en el cine en lugar de una, porque ciertas bebidas se sirven por doquier y oras en sitios muy puntuales. No es que la gente compre más esos productos porque se publiciten más o se distribuyan más, sino al contrario: se publicitan más o se distribuyen más porque son más demandados o, si se prefiere, satisfacen más y mejor las necesidades infinitas del hombre.

Esto es válido para toda publicidad sometida a las leyes del libre mercado. Sin embargo, podemos encontrar ciertos tipos de publicidad en nuestro mundo que no cumplen esta condición. Por ejemplo, los partidos políticos se financian con subvenciones, que, a su vez, utilizan para publicitarse. Esos ingresos no vienen del mercado,  por lo tanto, da igual que no se siga demandando el producto ofrecido, que seguirá siendo publicitado.

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