La sífilis es una enfermedad de transmisión sexual que se origina por una infección bacteriana. La puede contraer cualquier persona que mantenga relaciones sexuales pero las estadísticas indican que tiene especial incidencia en los jóvenes de hasta 30 años residentes en ámbitos urbanos.
Las personas contagiadas de sífilis sufren sus síntomas en diversas etapas. En un primer momento aparecen llagas indoloras que pueden venir acompañadas de inflamación de los ganglios y que pueden desaparecer solas sin ningún tratamiento. A las seis semanas de la aparición de las llagas se entra en la segunda fase de la enfermedad que implica un brote en cualquier parte del cuerpo y otros síntomas como cansancio, dolor de garganta, dolores de cabeza, ronquera, pérdida del apetito, pérdida parcial del cabello e inflamación de ganglios. Estos síntomas también pueden desaparecer por si solos en unas semanas. La tercera fase de la sífilis es conocida como tardía y puede causar problemas cutáneos, óseos, cardíacos y nerviosos importantes.
El tratamiento de la sífilis implica la administración de antibióticos como la penicilina o la tetraciclina en la intensidad adecuada a la situación de cada paciente. Hay que tener en cuenta que esta enfermedad, sino se trata, puede provocar la destrucción de tejidos blandos y huesos, insuficiencia cardiaca, ceguera y otros problemas que van de leves a incapacitantes. Además, la mujer embarazada puede transmitirla al feto ocasionándole malformaciones e incluso la muerte. La prevención en la mejor manera de evitar las consecuencias de la sífilis y esto incluye esencialmente el uso del condón en todas las relaciones sexuales que se puedan tener.