Revista Sociedad
El 11 de marzo de 2002 murió el economista norteamericano James Tobin, laureado con el Premio Nobel en 1981. Durante décadas, Tobin fue un especialista reconocido entre sus pares. Profesor en Yale y Harvard y miembro del Consejo de Gobierno de la Reserva Federal de Estados Unidos. Sin embargo, hacia el final de su vida, se convirtió también, y para su disgusto, en una referencia para el movimiento antiglobalización.
¿Qué es la Tasa Tobin?
En la actualidad se llama –incorrectamente- Tasa Tobin a la propuesta de un gravamen sobre las Transacciones Financieras Internacionales. Una especie de impuesto o comisión añadida sobre todo movimiento, bien de compraventa de bonos o de contratos sobre derivados financieros.
Sin embargo, la Tasa Tobin original, la propuesta por el Nobel, se remonta a principios de los años 70 y consistía en una "comisión" sobre los movimientos especulativos de divisas. Únicamente de divisas. La razón es sencilla: en 1971, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, acabó de un plumazo con la convertibilidad del oro/dólar, revolucionando el modelo monetario surgido de Bretton Woods en 1944.
Para evitar especulaciones sobre las divisas y potenciar la estabilidad, el profesor sugirió "arrojar algunos granos de arena en los engranajes de las finanzas internacionales". Es decir, desincentivar movimientos destinados a ganar dinero con las fluctuaciones de los tipos de cambio.
¿Por qué se transformó su idea original?
La crisis de finales de los años 90 del siglo pasado dio alas al llamado Movimiento Antiglobalización, que tuvo su momento álgido en las manifestaciones contra la cumbre de la Organización Mundial del Consumo de noviembre de 1999 en Seattle (EEUU) y en el Foro Social Mundial de Porto Alegre (Brasil) de 2001.
En diciembre de 1997, la revista francesa de izquierdas 'Le Monde Diplomatique', dirigida por el español Ignacio Ramonet, dedicó un editorial que tuvo mucho éxito al tema, proponiendo aplica de forma inmediata una Tasa Tobin a las transacciones financieras.
"La libertad total de circulación de capitales desestabiliza a la democracia. Por ello es importante poner en marcha mecanismos disuasorios. Uno de ellos es la Tasa Tobin (...) Se trata de gravar, de forma módica, todas las transacciones sobre los mercados de cambios para estabilizarlos y al mismo tiempo para procurar ingresos a la comunidad internacional. Con un nivel del 0,1%, la tasa Tobin lograría anualmente unos 166.000 millones de dólares, dos veces más que la suma anual necesaria para erradicar la pobreza extremada de aquí al comienzo del próximo siglo", decía la publicación.
La propuesta cuajó y, seis meses después, se creó ATTAC (Association for the Taxation of Financial Transactions and for Citizens' Action), un grupo muy activo que hoy en día sigue persiguiendo los mismos objetivos.
Ahora mismo, la misma idea, con diferentes nombres, se promueve desde diferentes países. En Reino Unido es la Robin Hood Tax. En Alemania, la 'Steuer gegen Armut' (impuesto contra la pobreza). En Italia, el movimiento Zerozerocinque (cero cero cinco). Y en España, la Tasa Robin Hood.
Tobin, antes de fallecer, señaló en retiradas ocasiones que Attac y otros "abusaban de su nombre", señalando el uso espurio de su idea y recordando que, como economista, él era favorable al FMI o al Banco Mundial.
¿Hay otras ideas similares?
En 2004, Bélgica aprobó una ley 'inspirada' sobre la llamada Tasa Spahn, por el economista Paul Bernd Spahn, que la propuso en 1995 y la revisó poco después.
Spahn pensaba que la Tasa Tobin era de difícil aplicación, por lo que sugirió un impuesto en dos partes: una tasa mínima sobre las operaciones de cambio de divisas (0,01%) pero que se combinaría con otra mucho más severa (por encima del 50%) ante evidentes ataques especulativos sobre una moneda.
El 16 de septiembre de 1992 fue el famoso "miércoles negro" en Inglaterra, cuando George Soros, ahora gurú, convirtió 10.000 millones de libras esterlinas a marcos alemanes para volver a revenderlos. Ganando más de 1.000 millones de dólares y sacando a la moneda británica del sistema monetario europeo (SME).
Bélgica llegó a enviar su propuesta a Fráncfort para su estudio, pero el Banco Central Europeo, pese a reconocer "las buenas intenciones" de la propuesta belga se pronunció en contra, tildándola de "altamente cuestionable".
¿Qué cuantía podría tener una tasa sobre las transacciones?
No hay opinión firme al respecto. James Tobin no tenía en mente una cantidad concreta. A veces habló del 0,1% y otras, del 0,5%, pero en términos imprecisos. En 1978, en un discurso titulado 'Una propuesta de reforma monetaria internacional', indicó que la tasa sería "proporcional al volumen de la transacción".
El pasado otoño, la UE explicó que baraja un tipo del 0,1% sobre las transacciones financieras que impliquen la compraventa de acciones o de bonos y del 0,01% si es sobre derivados financieros.
¿Cuánto recaudaría esta medida?
Algirdas Semeta, comisario europeo de Fiscalidad y Unión Aduanera, calcula que con estos tipos se recaudarían, a partir de 2014, unos 57.000 millones de euros anuales, que serían compartidos por el presupuesto europeo y los de los diferentes países de la UE.
Un estudio de la Fundación Ideas (ligada al PSOE) del año 2010, dirigido por el Nobel Joseph Stiglitz, calculó que con la introducción de la tasa, con un tipo impositivo del 0,05% y sin reducción de volúmenes de contratación, España recaudaría cada año 6.300 millones de euros. Europa, 586.000 millones y todo el planeta más de 1,3 billones.
"Si atendemos a los efectos para España, puede observarse que, aun con una reducción del 65% del volumen de contratación, podrían recaudarse hasta 2.200 millones de euros. En comparación con los ingresos potenciales en el resto del mundo, parece un importe menor, lo cual se debe al tamaño reducido de los mercados financieros en España», señala el informe (página 61).
ATTAC considera que "puede suponer en toda Europa unos ingresos próximo a los 195.000 millones de euros. En España podrían llegar a captarse más de 6.000 millones de euros".
Para Oxfam, "un impuesto del 0,05% a las transacciones financieras internacionales permitiría recaudar 300.000 millones de euros anuales adicionales para combatir la pobreza, aquí y en todo el mundo".
¿Es realmente factible algo así?
Dejando de lado su eficacia, una de las críticas más recurrentes a este tipo de impuestos es que, en realidad, sería difícil llevarlos a la práctica, puesto que las grandes corporaciones harían lo imposible por encontrar fórmulas fiscales que les ayudaran a esquivarlas. Como por ejemplo, cerrar sus acuerdos en lugares (paraísos fiscales) más seguros.
Hace algo más de dos años, cuando el debate recurrente de la Tasa Tobin volvía a estar de moda, Paul Krugman, desdeñó la mayor, señalando que "aunque los 'traders' están por todo el mundo, la mayoría de sus operaciones se localizan -es decir, el pago se hace- en una sola institución con sede en Londres".
Aswath Damodaran, profesor de Finanzas en la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York, cree que la cosa no es tan fácil y da cuatro motivos. En primer lugar, porque hay una inconsistencia de base en el razonamiento de los críticos.
¿Cuál es el objetivo de gravar las transacciones financieras? ¿Aumentar los ingresos o castigar a los 'malvados' especuladores? Si es lo segundo, y funciona, en realidad se dejaría de ingresar ese dinero, porque las operaciones disminuirían. Los políticos deberían, en primer lugar, aclararlo.
En segundo lugar, porque la diferencia entre especulador e inversor no está nada clara. ¿Quién es capaz de definir con precisión la diferencia, si hay?
El tercer punto es que los costes sobre la liquidez del sistema serían notables. Algo similar a lo que ha ocurrido en los mercados tras la prohibición de las ventas a corto ('short selling'), como han señalado Alesandro Beber y Marco Pagano tras estudiar datos de 30 países.
Y el último, respondiendo a Krugman, es que aunque hoy en día los movimientos estén concentrados, si se cambiara la legislación, cambiaría la forma de proceder, y algún país rompería el equilibrio favoreciendo operaciones sin tasas.
El FMI, en la época de Dominique Strauss-Kahn era de este mismo parecer: la tecnología actual y los sofisticados mecanismos existentes favorecerían a los que trataran de evitarlo.
Por si fuera poco. ¿Quién recaudaría ese dinero? El propio Tobin sugirió que lo administrara el FMI o el Banco Mundial, pero esa parte de la historia se recuerda poco.
¿Qué opinan las autoridades europeas?
Desde hace dos décadas, diferentes países han pensando e incluso (como Suecia en diferentes etapas) aplicado algún tipo de gravamen a ciertas transacciones, pero la idea todavía no se ha traducido nunca en un movimiento generalizado. Por la oposición de políticos, los mercados, pero también de muchos economistas que consideran que el daño al flujo de capital sería más dañino que los beneficios fiscales aportados. Es lo que ocurrió en Suecia a finales de los 80, cuando las tasas provocaron una fuga de capitales.
Sin embargo, en los últimos meses, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha movido cielo y tierra para convencer a sus socios europeos de la necesidad imperiosa de introducirlo. Curiosamente, los socialistas franceses de mediados de los 90 ya incluían en sus programas electorales propuestas muy similares.
El 28 de septiembre de 2011, la Comisión Europea aprobó el proyecto para crear un "impuesto sobre las transacciones financieras". Según dijo el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, "ha llegado la hora de que el sector financiero devuelva a la sociedad parte de la contribución que ha recibido".
Alemania y Francia lideran la propuesta, que cuenta con la oposición frontal y combativa del Reino Unido. Este mismo mes, Mariano Rajoy anunció, durante la visita del jefe de Estado galo a nuestro país, que estaba a favor de la tasa.
¿Quién se opone?
Se oponen a la medida empresas, bancos, banca de inversión, 'hedge funds' y otro tipo de inversores. Jean-Claude Trichet, ex presdiente del BCE, dijo cuando era Gobernador del Banco Central de Francia que la idea "tenía más inconvenientes que ventajas". El primer ministro británico, David Cameron, es el líder político que más pegas está poniendo, porque considera que el Reino Unido se vería especialmente penalizado.
En realidad, el Reino Unido ya tiene una tasa peculiar. Desde 1808 el Reino Unido cuenta con la llamada 'Stamp Duty Reserv Tax', que grava con un 0,5% (hasta los años 80 llegó a estar en el 2%) la compraventa de acciones.
Aunque hay formas de evitar el pago y no afecta a todo el mundo, cuando a finales de 2009 se retomó en la UE el debate sobre este tipo de medidas, Xavier Rolet, presidente del London Stock Exchange, señaló ante el Parlamento Europeo que la existencia de Stamp Duty es profundamente nociva para la economía británica.
Con datos del UK Institute of Fiscal Studies, explicó que la Stamp Duty limita "la rotación de las acciones en un 20%" y que, reducir el tipo a la mitad, serviría para disparar el precio de los títulos un 6,25%.
Un informe de 2007 elaborado por Oxera concluye que si bien en "2005-2006 la Stamp Duty generó 3.000 millones de libras para el Tesoro británico, no se trata de un impuesto 'indoloro', simplemente pagados por los ricos y por las instituciones sin rostro de la City. En realidad, tiene un efecto dañino sobre toda la economía y sobre todos los grupos de ingresos, un efecto que supera con creces los ingresos que genera, por lo que debe ser reevaluada. El impuesto está dañando las pensiones y los ahorros de los ciudadanos".
Fuente: www.elmundo.es