Hoy me disculpo por saltarme el orden temático en la publicación de mis artículos. Me mueve el compartir con vosotros uno de mis últimos aprendizajes. Ya explicaré qué le pasó a la rana dentro de poco, ¡prometido!
He tenido la suerte de participar en la primera promoción en España del Curso Practitioner de Microexpresiones, impartido por Patryk y Kasia Wezowski, fundadores del Center for Body Language reconocidos expertos a nivel mundial en esta disciplina. Gracias a la excelente gestión de la consultora Work It Out (WiO). Nos han trasmitido el producto de 50 años de variadas investigaciones científicas.
Mucho se ha escrito, y se escribirá, sobre las emociones y su regulación. Pero hoy me centraré en la importancia de reconocer las emociones en los demás. Esto es fundamental en la interacción con otras personas: en el coaching, la psicología, las ventas, la selección de personal, gestión de equipos y liderazgo, en la medicina y la salud, y un larguísimo etcétera. Por no hablar de su efecto en nuestra vida personal y social: la pareja, los hijos, la familia, las amistades… y en nosotros mismos, obviamente.
El término “emoción” es una palabra de raíz latina, e movere. Hace referencia al movimiento. Aquello que mueve, o no, a nuestra mente. Lo que nos mueve, o no, a la acción. También es un tipo de acción, justamente, el no hacer nada, la parálisis que produce el miedo. Para conseguir cambios en nuestros hábitos, comportamientos y pensamientos, para tener éxito en la consecución de nuestros proyectos e ilusiones, nuestras emociones tienen un papel protagonista. Es de vital importancia reconocerlas y gestionarlas eficientemente.
En las relaciones sociales en general, y en algunas profesiones en especial, es fundamental reconocer qué piensa y qué siente la persona con quien nos relacionamos. Los vendedores se preguntan ¿qué piensa realmente nuestro cliente sobre nuestra oferta? ¿Qué prefiere realmente nuestra pareja? Cuando estamos entrevistando a un candidato a un puesto de trabajo, o a ser nuestro nuevo socio, ¿nos está diciendo toda la verdad? ¿Es sincero?
Y nuestros coachees, ¿cómo se están sintiendo realmente con su proceso? Precisamente, en todo buen proceso de coaching, en el que el cliente desea cambiar comportamientos, sacar lo mejor de si mismo y conseguir el objetivo que se ha marcado, es básico para el coach devolverle a su coachee sus esquemas de pensamiento y las emociones que subyacen en él. ¡Cuánto nos cuesta a veces reconocerlas en nosotros mismos! El coach nos facilita el tomar conciencia de nuestras emociones más profundas. Esas que nos determinan y condicionan, y no nos ayudan a conseguir nuestros objetivos. Aquellas que nos dificultan el conseguir los cambios que queremos. Y a partir de aquí nuestro coach nos ayuda a trabajarlas y transformarlas. De forma que a partir de ahora sí que nos “moverán” hacia nuestros objetivos, hacia nuestros propósitos y hacia nuestros sueños, porque ahora sí que podemos cambiar, por fin, nuestras acciones.
¿Cuántas veces no hemos tenido la intuición de que la otra persona nos dice algo textualmente, pero en el fondo no piensa así?
“Estoy muy contento con el proceso, con el trabajo, con nuestra relación,…” pero mientras escuchamos estas palabras, nos damos cuenta de que hay algo que falla, nuestra intuición nos dice algo diferente a lo que nos están diciendo… pero no sabemos más. Pero si esto no lo aclaramos, posiblemente seguiremos avanzando por un camino que en el fondo no es el que más beneficiará a esa persona. Y esto provoca frustración.
¿Cómo podemos reconocer la emoción en la otra persona, con seguridad y fiabilidad, y devolverle nuestra observación? ¿Cómo reconocer una sonrisa falsa o de desprecio? Cómo reconocer la auténtica felicidad de la impostada, el miedo reprimido, la aversión enmascarada…y comprender lo que siente realmente esa persona.
Si esto lo conseguimos, la respuesta suele ser espectacular. Una gran ayuda la encontramos en reconocer las “Microexpresiones” faciales. Una microexpresión se produce por un breve movimiento involuntario de los músculos faciales. La mayoría de personas no somos capaces de controlarlas, a la vez que se dan en todas las culturas por igual. Las microexpresiones son la proyección directa en nuestro rostro de las emociones que experimenta nuestra mente. Sin filtros, sin manipulación racional, y sin “aditivos ni conservantes”
Se consideran para este caso que existen siete emociones básicas universales. A saber: la ira, el asco, el miedo, la tristeza, la felicidad, la sorpresa y el desprecio. Y dentro de cada una de ellas, se dan una amplia familia con mil matices.
Es fácil imaginar lo que representa tener la capacidad de leer ese “espejo del alma” que todos transmitimos involuntariamente. Nos evitará seguramente horas y horas de conversación estéril, de malentendidos o expectativas equivocadas en nuestras relaciones. Y de esta forma podremos entender y empatizar mejor con nuestros seres queridos, colaboradores, pacientes, clientes… y de paso, entendernos mejor a nosotros mismos, como no podría ser de otra forma.
Pero ¡un momento!…. observo que la microexpresión de tu cara indica…… espero que satisfacción Muchas gracias y hasta pronto.