Nuestra vida y, como parte importante de ella, nuestra alimentación, están llenan de prejuicios que, si me permites un pequeño juego de palabras, sólo nos causan perjuicios.
Seguro que al leer el título de este post te has dicho son dudar ¡el pavo!, pero...¿cuántas variables debemos barajar para considerar si un alimento es más o menos sano que otro?
¿Lo vemos más detenidamente?
Hace años que el pavo ha pasado de ser un alimento casi únicamente consumido en Navidad a ser el paradigma del alimento sano. Nos parece que todo aquello que añada la coletilla " de pavo" va a ser mucho más beneficioso para nuestra salud que cualquier homónimo al que no siga este apellido, y por ello proliferan en los estantes de los supermercados las salchichas de pavo, salchichón de pavo, chorizo de pavo, fuet de pavo, hamburguesas de pavo, etc.
En definitiva, el ver la palabra "pavo" tiene un efecto similar a esos enormes 0% que lucen las etiquetas de algunos productos; enseguida los elegimos aunque no sepamos a qué se refiere la cifra (podría ser "0% beneficios para tu salud", que lo elegiríamos igual, por no sacar del bolso las gafas de cerca e intentar descifrar el mensaje al que nos conduce ese pequeño asterisco que acompaña al mágico 0%).
Entonces, ¿no es bueno el pavo?
El mayor beneficio que obtenemos del pavo en una dieta de adelgazamiento es su bajo aporte de calorías unido a ser una buena fuente de proteínas con pocas grasas y 0% de hidratos de carbono. Pero atención, estoy hablando de la pechuga de pavo cruda que podemos cocinar en casa al horno o a la plancha, no de cualquier otro preparado a base de pavo; las salchichas, hamburguesas, fiambres, embutidos, etc a base de pavo contienen más grasas (porque se suele añadir también la piel del pavo) y más hidratos de carbono (pues se añaden almidones para aumentar el volumen de alimento con un menor costo y azúcares, como dextrosa, como conservantes).
En conclusión: el pavo es un excelente alimento si sabemos elegir bien la forma en que lo consumimos
¿Y qué pasa con el cerdo?
Pues justamente lo contrario que con el pavo. Su nombre ha quedado anclado desde hace años a conceptos como "no apto para dietas de adelgazamiento", "grasa", "colesterol", "poco cardiosaludable", etc. Muchas personas que cuidan de su salud, quieren adelgazar o ven que tienen alto el colesterol renuncian a la carne de cerdo, pero no a cualquier alimento procesado que añada la palabra pavo.
Como ya hemos dicho en otras ocasiones, la carne de cerdo es excelente en cuanto a contenido en proteínas, vitaminas (sobre todo del grupo B) y minerales y no tiene por qué ser rica en grasa (el lomo de cerdo contiene sólo aproximadamente un 3% de grasa, menos que la misma cantidad de ternera semigrasa). Además, recordemos que la grasa del cerdo, si el animal ha sido alimentado con bellota y pastos naturales, es más rica en ácidos grasos insaturados (más de un 75% en nuestro excelente jamón ibérico de bellota), es decir, cardiosaludables.
¿A qué conclusión llegamos? Curiosamente, ¡a la misma que en el caso del pavo!: el cerdo es un excelente alimento si sabemos elegir bien la forma en que lo consumimos
Una infografía interesante
En la revista Prevention he encontrado esta infografía y la he traducido para vosotros porque me parece muy gráfica. Aunque los productos que compara son el beicon de pavo y el de cerdo ( y ninguno de los dos sería el derivado cárnico que yo recomendaría) nos sirve para comparar la composición de ambas carnes y darnos cuenta de que los prejuicios deben quedar de lado cuando de alimentarnos se trata para dar paso a la educación nutricional.
Los datos se han extraído de la National Nutrient Database for Standard Reference de la USDA (United States Departament of Agriculture). Fíjate bien:
Fuente: Prevention.com. Traducción: Cristina Abad
¿Qué te ha parecido? Sorprendente que haya "ganado" el cerdo ¿verdad? Sin embargo, lo importante no es el resultado (por otro lado bastante ajustado) sino darse cuenta de que ambos alimentos tienen sus puntos fuertes y sus puntos débiles y de que ninguno debe ser desterrado de nuestra alimentación (y no me refiero a que nos aficionemos ahora al beicon ;), dejemos eso para los norteamericanos; hablo en general de las carnes de cerdo y pavo, pues estos resultados son en cierto modo extrapolables).Por ejemplo, ¿esperabas que el beicon de pavo tuviera más sodio (más sal) que su contrincante? Seguramente la menor cantidad de grasas del pavo hace que, para intensificar el sabor, se añada más sodio y, por tanto, no sea beneficioso para los hipertensos, que deberán elegir cualquiera de las dos opciones en su versión "baja en sal".Por otra parte, el beicon cerdo contiene más grasas, pero de ellas un mayor tanto por ciento son insaturadas, es decir, cardiosaludables y su importante aporte de niacina hace que la influencia sobre el colesterol sanguíneo sea menor, mientras además, la colina ayuda al trabajo del hígado metabolizando dichos lípidos.El beicon de pavo aporta más fósforo y hierro mientras el de cerdo gana en zinc y selenio... como vemos, el quid de la cuestión no se centra sólo en las calorías... Complicado elegir ¿no? Quedémonos con la idea de que, al margen de los 0%, diet, light, sin, etc debemos evitar los prejuicios, desterrar los mitos sobre alimentación y aprender un poquito sobre nutrición para poder entender las etiquetas (¡no olvides las gafas al ir de compras!) y elegir con un mínimo fundamento lo que vamos a dar de comer a nuestras familias. Si cuidamos de que un juguete esté homologado, de alejar el móvil de la cama por las "radiaciones" o de que la camiseta sea de algodón natural, ¿vamos a alimentarnos y en definitiva a hacer que forme parte de nuestro organismo cualquier cosa porque su etiqueta sea más llamativa o sea más fácil de cocinar que el alimento fresco? ¡Piénsalo!