Retomando la cuestión….podemos dividir a la práctica en dos tipos:
Práctica formal
Nos referimos a aquella práctica técnica intencionada, que decidimos otorgarle un lugar, tiempo y espacio. Básicamente, podríamos decir, es “el sentarnos a meditar”.
Entrenar la conciencia plena implica emplear ejercicios para entrenar la atención y nuestros cinco sentidos, tales como:
Ejercicios de meditación basados en la respiración, esto es colocar y mantener la atención en la misma respiración, en el sector del cuerpo dónde más la percibimos y en la medida que la mente no está en ella, aparecen pensamientos o simplemente nos distraemos, la traemos, amablemente y libre de prejuicios, nuevamente a la respiración. La idea no es pedir ni intentar que la mente no se vaya o ponerla en blanco, simplemente, traerla una y otra vez… Mente y cuerpo en un solo lugar y tiempo, mediante el entrenamiento del movimiento del foco atencional.
Mindfulness nos permite aprender a relacionarnos de otra manera con la experiencia interna
Meditación en movimiento: La atención se dirige a cada movimiento y las sensaciones nerviosas y musculares, entre otras.
Escaneo corporal (ampliación del registro del cuerpo): La atención va recorriendo todo nuestro cuerpo por partes hasta incluirlo por completo.
Práctica informal
Por otro lado, estos ejercicios conscientes y atentos se pueden hacer en la vida cotidiana, ya sea al alimentarse, caminar, bañarse, entre otras actividades que por lo general hacemos de manera automática, con conciencia plena.
Esto es conocido como práctica informal: atender con intención y curiosidad a través de nuestros sentidos a lo que estamos haciendo en la vida cotidiana en el momento en el cual lo estamos haciendo, es decir, en el presente.
Para que sirve entrenar Mindfulness?
Por un lado, el entrenamiento en Mindfulness nos permite aprender a relacionarnos de otra manera con la experiencia interna a través de una postura de observación activa y actitud pasiva de no reacción, es decir contemplativa, para con nuestros pensamientos y emociones, aceptándolos como parte de la experiencia, dejando a un lado tanto los juicios y prejuicios, como también, el deseo de que la situación sea distinta y por tanto la consecuente conducta evitativa.
A través de este cambio de “actitud”, a través de esta nueva “cualidad cultivada, entrenada”, logramos reducir la ansiedad, preocupaciones, obsesiones, el nivel de estrés, el dolor crónico y prevenir recaídas depresivas, facilitando el distanciamiento de los pensamientos y la regulación emocional, lo cual facilitaría a la vez la toma de decisiones y promovería un equilibrio en nuestra salud mental.
Y… por otro lado, fortalecemos la capacidad atencional hacia la vida, hacia lo que sucede a nuestro alrededor, pudiendo apreciar cada momento y hasta incluso lograr una mejora en las relaciones sociales, a través de una comunicación atenta y abierta.