Una incubadora de empresas es un programa que tiene por objetivo facilitar el surgimiento de emprendimientos o negocios de base tradicional y/o tecnológica brindando asistencia para que las nuevas empresas sobrevivan y crezcan durante su etapa de despegue, en la cual son más vulnerables. En general, ofrece por tiempo limitado un espacio físico compartido con otras empresas y una vez vencido éste, las empresas graduadas pueden optar por una nueva localización e independizarse de la incubadora.
La incubadora pone a disposición de las empresas asesoramiento técnico y de gerenciamiento, capacitación y consultoría, financiamiento preferencial, contactos comerciales, acceso a equipos y alquileres flexibles y condiciones de logística tales como la posibilidad de compartir con otras firmas los servicios de agua, energía, comunicación, informática, mantenimiento, limpieza y vigilancia. De este modo, las empresas incubadas pueden acceder a los servicios necesarios para su operación a costos inferiores a los de mercado.
Pero el concepto de incubadora no se reduce a un esquema de dividir gastos o compartir espacios y servicios; se trata de un programa de incentivos a la creación de empresas competitivas en donde los participantes seleccionados compartan experiencias e información entre sí, generando un sinergia que contribuya a la creatividad y a la ganancia de capacidades.
En este marco, cada una de las empresas es asistida y monitoreada separadamente y es incentivada de acuerdo a su propia etapa de crecimiento, necesidades particulares y tamaño relativo, de manera que el estímulo sea oportuno en cada caso. Con frecuencia, también cuentan con la asistencia permanente de alguna institución académica (En Brasil, el 70% de las incubadoras tiene alguna vinculación con universidades).
En estos emprendimientos también se procura la interacción multisectorial y entre organismos públicos y privados así como también el intercambio de conocimientos y experiencias con las instituciones de ciencia y tecnología, impulsando el desarrollo regional y local mediante el estímulo al empleo, la generación de valor agregado, la capacitación y la reestructuración industrial.
En las ciudades las incubadoras de empresas también actúan como un mecanismo de revitalización de ciertas áreas y transforman edificios y espacios subaprovechados en centros de productividad y competitividad.
Un dato destacable es que el 75% de las empresas graduadas en Brasil decide permanecer en la misma ciudad, lo que implica que el desarrollo alcanzado a través de las incubadoras en el área tiene un efecto permanente, aún cuando la asistencia se instrumente por un tiempo limitado.
A los fines de estimular el desarrollo industrial y tecnológico en los países latinoamericanos, la incubación de empresas con participación del Estado (tanto central como local) puede convertirse en un complemento de la atracción inversiones.
La participación del sector público en la mayoría de estos emprendimientos se justifica bajo la concepción de que existen fallas de mercado que distorsionan las señales a los inversores y que implican la no-supervivencia de algunos proyectos que ex post se revelarían rentables y podrían generar desarrollo local o regional.
Muchas de estas empresas al iniciarse, enfrentan altos costos fijos y de start up, tienen dificultad para acceder al crédito y cuentan con información asimétrica respecto del mercado y la tecnología disponible; otras, como algunas de base tecnológica (empresas de software, productos electrónicos pequeños y de biotecnología en una fase temprana), si bien requieren poco capital inicial y casi ningún equipamiento, participan de mercados con fallas de comercialización y difusión de tecnología, lo que aumenta su riesgo de fracaso. En estos casos, sólo con el apoyo del sector público las empresas innovadoras pueden lograr la supervivencia y el crecimiento posterior.
No obstante existen numerosas incubadoras de empresas de origen privado, generalmente administradas por grupos de inversión. Su principal interés es el rendimiento económico, además de las nuevas aplicaciones y la transferencia tecnológica y de servicios que puedan hacerles. Eventualmente también pueden convertirse en clientes de las empresas incubadas. Estos emprendimientos suelen conllevar un alto riesgo, acompañado por rendimientos esperados también elevados.
En general lo primero que se analiza en un proyecto particular de incubación, es su viabilidad económico-financiera, su capacidad técnica y su potencial de mercado. Cabe destacar que los procesos de innovación son lentos y requiren de planificaciones a mediano y largo plazo, con resultados inciertos. El retorno debe ser apreciado en función de su creación de unidades productivas, generación de empleos y agregación de valor.
Incubadoras de base tecnológica
Un caso particular de incubadoras de empresas lo constituyen las incubadoras de base tecnológica (IBT), que se localizan al interior o en las proximidades de universidades, centros de investigación o parques tecnológicos y científicos. En las IBT, la tecnología (alta, media, baja) es el principal insumo en los procesos de producción.
En general, se trata de un entorno donde las PyMEs ganan en diferenciación a partir de la innovación tecnológica.
Mientras las empresas incubadas adquieren los beneficios del fácil acceso a las instalaciones y recursos humanos de estas instituciones, éstas últimas obtienen una fuente de oportunidades para la investigación y los emprendimientos de sus alumnos, investigadores y grupos relacionados y cuentan con la difusión de los conocimientos allí alcanzados. También pueden ampliar sus fuentes de financiamiento y hacer rentables instalaciones universitarias subutilizadas. Con frecuencia, las instituciones académicas comparten el riesgo comercial de la asociación.
Incubadoras virtuales
Las incubadoras de empresas pueden no tener una sede física sino una sede virtual en la World Wide Web (WWW).
Las incubadoras virtuales son generalmente emprendimientos privados que seleccionan oportunidades rentables para brindarles servicios de apoyo, tales como el armado de la base de datos, la instalación de oficinas, los servicios de asesoramiento y consultoría. A menudo, el grupo inversor aporta la totalidad del capital a cambio de un porcentaje accionario de la futura compañía.
Incubadoras de empresas en el mundo
Las incubadoras de empresas surgieron inicialmente en Europa y Estados Unidos durante la década de los años `50. En este último país, la primera experiencia la constituye la incubadora de base tecnológica de Silicon Valley, California, en la que participa directamente Stanford University.
En la actualidad, se estima que existen en el mundo alrededor de 1.000 incubadoras de empresas, tres veces más que en 1990; la mitad se encuentra en los Estados Unidos, con más de 9.000 empresas incubadas. A partir de 1986, cada semana surge una nueva incubadora en Estados Unidos, con una tiempo promedio de incubación de 2,3 años.
Según la National Small Business Administration de los Estados Unidos (NBIA), al cabo de tres años, la tasa de éxito para negocios incubados oscila entre el 75 y el 80%, frente al 20 o 25% que reportan los nuevos negocios no incubados.
Por otra parte, datos de la Comisión Europea indican que el 80% de las empresas innovadoras europeas cierran antes de completar un año, mientras que este número desciende a 20% cuando se trata de empresas instaladas en incubadoras. Después de cinco años, la tasa de superviviencia promedio de los emprendimientos que nacieron y se desarrollaron en los Centros de empresas e innovación es de alrededor de 89%, valor muy superior a la media europea que no alcanza el 50% para las empresas que se crearon sin ningún tipo de asistencia; luego de diez años, la tasa de éxito sigue superando el 80%.
En los países latinoamericanos, las incubadoras surgieron a mediados de la década de los `80, alcanzando un crecimiento sustancial en los `90. Como sucede con frecuencia, el traslado de las experiencias de los países industrializados a los latinoamericanos ha sido incompleta y no siempre validada ni adaptada a las circunstancias de la región. A excepción de Brasil, pocas son las reflexiones teóricas en esta materia. Todas las experiencias de la región son de reciente data, por lo que es prematuro concluir sobre el éxito o fracaso de las mismas.
En 1987 existían en Brasil 2 incubadoras de empresas. En junio de 2000 el número había ascendido a 135, con un crecimiento de 35% en el último año.
En cuanto al número de empresas incubadas, éste asciende a 1.100 y emplean a 5.200 personas que en general son de alta calificación. Por otra parte las graduadas, que en 2000 fueron 450, contribuyen al mantenimiento de otros 2.800 puestos de trabajo.
De acuerdo con la información provista por ANPROTEC, Asociación Brasilera de Entidades Promotoras de Emprendimientos Tecnológicos de Avanzada, el costo operacional de los emprendimientos en Brasil es de u$s 75.000 al año, de los cuales el 50% lo aportan las incubadoras.
El tiempo medio de incubación en Brasil es muy inferior al norteamericano (16 meses), pero el 40% tiene una duración de tres años.
Casi el 60% de las incubadoras brasileñas son de base tecnológica con alta participación de las dedicadas al software, la electrónica, las telecomunicaciones y la biotecnología.
Las redes de incubadoras tuvieron desde los años 90s un importante desarrollo en Latinoamérica, especialmente en México (AMIPAT) y Brasil (ANPROTEC).
En lo que respecta a la experiencia argentina, la institución que nuclea a las incubadoras es la Asociación de Incubadoras de Empresas, Parques y Polos Tecnológicos de Argentina (AIPyPT), donde la participación relativa de las universidades es de 57%, la de municipios de 14% y la de asociaciones de 29%.
Entre los asociados y adherentes figuran el Polo Tecnológico Constituyentes, la Fundación para la Incubación de Empresas de Córdoba, la Universidad Nacional de Luján, la Fundación General Pacheco, Parque Industrial Buenos Aires-Morón- La Cantábrica, ArgenINTA, UBATEC S.A.., EMPRETEC, Universidad Tecnológica Nacional, PRODIAF, Parque Tecnológico de Mendoza, Unión Industrial de Quilmes y el Instituto de Desarrollo Empresario Bonaerense (IDEB).
Actualmente, se encuentran funcionando dentro de AIPyPT 55 incubadoras, de las cuales el 61% se dedica a dar asistencia a empresas de servicios. Por otra parte, el INTA proyecta la creación de siete parques de innovación tecnológica en Rafaela, Marcos Juárez, Pergamino, Castelar, Balcarce, Alto Valle y Mendoza, en los que una de las funciones será la de incubar empresas de base tecnológica.
Fuente Coyuntura económica de la ciudad de Buenos Aires (nº1 )
Si te gustó el artículo y la temática del Blog por favor sería muy interesante para todos que nos dejes tu comentario.
Además , puedes recibir todos los artículos completos en tu buzón de e-mail ingresando tu dirección de correo en la opción de suscripción en la página principal. Tu dirección de e-mail solo se utilizará para mandarte la actualización del blog diariamente. Muchas gracias por acompañarnos.
Puedes encontrar más material relacionado al presente, en nuestro Blog Grandes Pymes http://jcvalda.wordpress.com