Cuando nací no estaba mi mamá en casa, había salido a pedir perejil a una vecina, y yo nací solo. Y bajé a decírselo a la portera. Dije:
-Señora Julia, que... que soy niño, que he nacido y no está mi mamá en casa, ¡a ver quién me da la merienda!
Y me dio de merendar la portera. Muy poquito, porque de joven había sido nodriza y había criao once niños y el cajero de un banco, que luego ni se casó con ella ni nada.
Y subí a mi casa y cuando vino mi mamá salí a abrir la puerta y le dije:
-¡Mamá, he nacido!
Dijo mi mamá:
-¡Que sea la última vez que naces solo!
Y me preguntó que si me había puesto polvos de talco, dije que sí que los había agarrao de la cocina y dijo:
-¡Idiota...! Te has puesto el pan rallaoo.
Me encanta el humor de Gila. No me canso de ver sus chistes, siempre me río. Y muchos de sus textos se han incorporado a mi vida cotidiana porque están cargados de ironía, de parodia con buen rollo.
En estos 9 meses he estado especialmente atenta a las conversaciones de la gente sobre niños. No me refiero sólo a las cosas que me dicen a mi directamente con relación con mi hijo (que hay auténticas perlas), sino cosas que escuchas por la calle, que les dicen a tus amigas, comentan entre sí las vecinas, les dicen a otras madres que hacen cola en la carnicería... Cosas como:
Sí que es son muy listos, como les dejes, se hacen unos tiranos.
Fíjate, no tiene ni un mes y ya sólo quiere brazos.
Hay que educarles desde bien temprano, que sepan quién manda.
Qué niño tan malo, ¡tienes que dejar a tus padres dormir!.
Aunque algunas de estas frases me ponen de muy mala leche, en general me siento más triste que otra cosa. Una gran mayoría de las personas que las pronuncian son gente mayor, que han criado a sus hijos de una forma de la que discrepo casi al completo y que hoy día tienen poca idea de nada. Esto no lo digo por ofender a nadie, un ejemplo claro es mi propia abuela, que con toda su buena voluntad me ha comentado más de una vez sus consejos infalibles, como que le metiera un huevo crudo a las papillas para que tuvieran más alimento, el famoso perejil por el culillo... ¡en fin!.
Me da pena porque realmente creo que otro tipo de crianza es posible. ¡Si me hubieran dicho hace unos años que iba a terminar hablando de crianza respetuosa no me lo hubiera creído!. Pero es que siento que ese es el camino correcto, que no hay niños malos, que hay que atender las necesidades de los bebés siempre que lo necesiten y que si no estamos dispuestos a ello, mejor no tener hijos.
Me pregunto: ¿qué esperan esas personas de los bebés?. Quizá que lleguen un buen día y en plan Gila digan: Hola queridos padres, ya he nacido, ahora me gustaría ser amamantado si no es mucha molestia y no perturbo alguna actividad vuestra que considereis más importante y, a continuación, sería estupendo si pudiera dormirme en vuestros brazos sin que me considereis un caradura que no quiero estrenar esa cunita tan bonita que me habeis comprado. Por cierto, el perlé me pica por todo el cuerpo, no quisiera llorar, pero me está dando alergia, si fuerais tan amables de ponerme un pijamita de algodón sin etiquetas en el cogote os lo agradecería mucho. Ah, y toda esa gente que no para de decirme cosas, ¿podrían dejarme un rato en paz?. Es que acabo de nacer y estoy un pelín cansado, si eso que vuelvan en otro momento, aunque si van a pensar que soy un antipático, quizá pueda hacer un esfuerzo, todo con tal de que no piensen que soy un niño malo.
Vale, estoy desvariando. Pero es que no lo entiendo, no me entra en la cabeza, ese ansia de culpabilizarles, de hacerles mayores de lo que son, de pedirles cosas que ni siquiera su cerebro es capaz de registrar. ¡Un bebé no sabe lo que es la maldad!. Hace falta mucha cultura en este país, en muchos ámbitos, y este es uno de ellos.