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Siempre, desde joven, he sido una persona curiosa y capaz de estar permanentemente conectado al mundo real y el sutil, que me rodea. Incluso podría afirmar que me anticipo a los tiempos que llegan, lo que no es siempre fácil ni cómodo de llevar. Aún recuerdo clientes míos a los que les sugerí alguna medida llamémosle “transgresora y avanzada” que en su momento fue rechazada por “loca” y que el tiempo me dió la razón pues la implementaron años después. Esa capacidad de intuir los acontecimientos o de ver lo esencial de las circunstancias -recuerda que lo esencial no cambia, solo lo hace la forma- me han permitido siempre adelantarme a los hechos, algo básico en el mundo del emprendedor…
Los jóvenes no desean sermones, ni lecciones trasnochadas carentes de experiencia propia y/o provenientes de un manual, sino testimonios de personas adultas -y maduras- con una perspectiva en el tiempo y, en concreto, una visión avanzada e innovadora del mundo de los negocios. Y eso es precisamente lo que les falta en un mundo lleno de presuntos “gurús” y de seniors ex-ejecutivos y empresarios históricos que llenan libros, salas de conferencias, aulas de las escuelas de negocio y universidades, con charlas y clases magistrales, pero sin corazón y, lo que es peor, sin aplicación práctica alguna en la realidad cotidiana y cambiante de los jóvenes de hoy.
Creo que los jóvenes solo esperan ser entendidos tal cual son y que sus mayores respetemos y aceptemos su mejor capacidad de decisión en un mundo hecho a su medida, donde la rapidez, el cambio permanente, la falta de referentes históricos, la intuición y la flexibilidad, son necesarias para sobrevivir en el mundo de los negocios actual. Los jóvenes aprenden en la calle y en la ventana al mundo de su ordenador, en su compleja vida diaria, no en la universidad cargada de viejos paradigmas y esquemas caducos de empresa, preparándoles para un mundo inexistente e irreal. Si lo miramos bien, igual hicieron con nosotros, prepararnos para un mundo arcaico que hoy se desploma, ante nuestro asombro, miedo e incredulidad…
Creo que la sociedad actual -y, como consecuencia, el mundo académico, institucional, político, etc.- no está realmente preparando a los jóvenes para un mundo que, no es que llegue, sino que ya está entre nosotros, nos guste o no. Hoy no entiendo una institución, ni empresa ni organización del tipo que sea que pretenda salir adelante y perdurar en el tiempo sin que cuente con la participación valiosa y necesaria de los jóvenes, para hacerla dinámica, flexible ante los continuos cambios y colaborativa, enriqueciéndose de la aportación diversa de sus integrantes, tal y como viven ya los jóvenes su propia vida.