Es Septiembre, regreso
del verano. Y, en Catalunya toca una nueva diada
–o día nacional- con reclamaciones independentistas. Además, este año, la diada coincide con el comienzo de la
campaña electoral para unas elecciones al Parlament que se consideran decisivas
para el futuro político. Como madrileño que vive en Barcelona, ha sido muy
común encontrarme con preguntas recurrentes cuando regreso a la Villa y Corte.
Preguntas y debates –cuando no discusiones- con muchos de mis amigos y familiares
que aprovechan tenerme cerca para saber más de la situación. Así que he pensado
en compartir las cinco preguntas/respuestas más comunes para ayudar a entender
los porqués de la independencia de Catalunya, y ayudar a entender un poco mejor
qué está pasando aquí. Lo que se llama “el procés”.
Por eso y porque hablar de la independencia de Catalunya es, en esencial,
hablar de este sistema que nos afecta a todos. Madrileños, catalanes, andaluces
o asturianos.
1. ¿Por qué hacéis caso a Artur Mas, si está loco
(o es de derechas)?
Es muy común personalizar
el procés en la figura de Artur Mas. Pero
no. El procés no es una idea de Artur
Mas. De hecho es más bien al contrario. La sociedad catalana, la gente que vive
aquí y que quiere la independencia política por muy diferentes motivos, ha sido
la que ha levantado este proceso, la que lo ha liderado y la que ha obligado a
Artur Mas a poner la cara por él.
La idea de que el procés es Mas y que Mas es el procés ha sido muy extendida por los
medios de comunicación tanto por motivos internos al procés como externos. Internamente, Mas intenta no sólo ser la
figura representativa, la que le tocaría por ser el President de la
Generalitat, sino que también intenta que los avances del procés coincidan con las necesidades de su formación política, CDC,
acosada por los tribunales y en demoscópica caída libre.
Y externamente –es decir,
la versión que llega al resto de España por medio de la prensa escrita y las
televisiones- hay un interés en camuflar el liderazgo de la sociedad en todo el
proceso independentista. Primero porque así al procés se le asignan los mismos valores que a Artur Mas:
derechista, nacionalista e interesado en lo económicamente favorable para la
burguesía catalana. Por lo tanto, la independencia sería una cuestión de
interés económico particular, y no una demanda social. Y segundo, y más
importante, por las resistencias del sistema surgido de la Transición española
a admitir que los movimientos sociales puedan transformar las estructuras
políticas y económicas. Si os fijáis, nada de lo que surja de las
manifestaciones en la calle es asumido nunca por un gobierno estatal, ni del PP
ni del PSOE. Los manifestantes son, casi siempre, tildados de personas locas o
que han sido manipuladas. Es un déficit democrático que tenemos, el de
considerar las manifestaciones como meras interpretaciones en contra del
gobierno, y no como el sentir de una población que lucha por algo en lo que
cree, más allá de los partidos políticos. Ya sea ese algo el aborto libre, la
familia, el fin de ETA o la independencia de Catalunya.
Que quede claro. Dentro
del movimiento independentista hay gente de todo tipo. Personas que no soportan
a Artur Mas, personas que le adoran, votantes, exvotantes, renegados de las
elecciones… Artur Mas es uno entre ellos, y existe una tensión clara –e
inevitable- entre la sociedad y los movimientos políticos del President de la
Generalitat, pero se asume que sea ésta la figura que dé la cara políticamente.
La Generalitat es de todos , y el procés,
también.
2. ¿Por qué quieren irse los catalanes?
No es que quieran irse,
es que quieren ser. España está construida sobre la base de la imposición de un
modo de entender la vida. Y no estamos hablando aquí de procesiones, machismo y
toros –que vuelven a la televisión siempre que vuelve el PP al gobierno-, sino
de un sistema político basado en el no reconocimiento de la riqueza que el
Estado tiene al ser habitado por diferentes nacionalidades. En el ámbito de la
cultura es donde mejor se ve. Por ejemplo, ¿Se ha planteado algún gobierno
central extender el conocimiento del catalán o del vasco? ¿Se reconoce o
estudia a los autores que escriben en lengua no castellana más allá de su
respectiva comunidad autónoma? ¿Puede un diputado gallego, catalán, vasco,
balear o valenciano, hablar en su lengua materna en el Congreso o en el Senado
si ésta no es el castellano? Al contrario. Todo lo que no encaja en el esquema
de pensamiento españolista, es deliberadamente omitido y menospreciado.
Hay una idea de España,
coincidente con el relato victorioso del 18 de Julio, sobre la cual hemos
construido las instituciones políticas y sociales del Estado –y aún más las
militares. Y todo lo que no encaja en ellas es tildado de antiespañol.
Quizás sería posible
construir un Estado español que fuera capaz de comprender los diferentes modos
de entender la realidad que hay en su territorio. Ver en las diferentes
nacionalidades que lo habitan una fuente de riqueza, de diversidad, valorarlo y
cuidarlo. Pero esto requeriría una cantidad de empatía política y social que el
conjunto de la población no tiene. Y mucho más del que las élites estatales
están dispuestas a promover. El Estatut de Catalunya de 2007 –de corte federal-
es un ejemplo de esto. Proponía poner fin al eterno conflicto entre gobierno
central y autonómico sobre algunas de las cuestiones en disputa, pero cuando
fue propuesto lo recortaron tanto el PSOE, como Convergencia, como el Congreso,
como el PP –con su recurso al tribunal constitucional. También provocó la
exaltación de una extrema derecha latente –recuerden, fueron los tiempos de
vocero de Jiménez Losantos- e incluso volvió a levantar ampollas en el ejército
–con amenaza de invasión por parte de algún alto mando.
Es por esto que en
Catalunya se ha generado la sensación de que la única manera de autogobernarse pasa
por tener un Estado propio e independiente. Ser, no marchar.
3. ¿Por qué hay odio hacia España?
No existe un odio hacia
España. Lo que sucede es que lo mismo que decíamos antes sobre la
identificación entre Artur Mas y el procés,
pasa entre los valores del relato del 18 de Julio y España.
Que el conjunto de la
sociedad catalana se encuentra incómoda en este relato de la victoria del 18 de
julio, y en el marco político que se deriva de él, es evidente. Como también es
evidente que desde la institución política y desde la sociedad civil, se
combate este relato. Con diferentes fuerzas e intencionalidades, pero se
combate.
Pero también hay un
consenso en la gran mayoría de catalanes y catalanas que me he cruzado en estos
últimos seis años de que la primera víctima de este sistema son los madrileños
y madrileñas, secuestrados por él –algunos incluso son síndrome de Estocolmo-
así como el resto de pueblos del Estado.
No hay un odio hacia
España. Incluso hay, entre las organizaciones de la sociedad civil, quienes
defienden la independencia de Catalunya siendo castellanoparlantes. Son los de Súmate.
Sí que hay, eso no
debemos obviarlo, un discurso dentro del independentismo del nosaltres som millors –nosotros somos
mejores-, que tiende a valorizar todo pequeño detalle de la historia y la
sociedades catalanas y a despreciar su reverso español. Está, según mi
experiencia, asociado a un votante conservador, poco politizado, que se ha
acercado ahora al independentismo. Es un intento populista de atraer o
fidelizar en el independentismo a este tipo de personas. Es combatido desde
otras líneas del independentismo y, en absoluto, es mayoritario. Pero sí, está
presente.
4. ¿Pero qué quieren hacer con estas elecciones
autonómicas?
Votar sí o no a la
independencia de Catalunya. Debemos recordar que en 2012 Artur Mas perdió el
apoyo del PP –con el que venía gobernando dos años de duros recortes- y se vio
obligado a convocar elecciones. Aquella convocatoria vino precedida de una
grandísima manifestación de la diada
exigiendo un referéndum sobre la independencia de Catalunya, y tanto Mas como
los principales partidos de la oposición presentaron un programa político donde
se proponía convocar ese referéndum.
Después de otros dos años
de diferentes tira y afloja entre el gobierno central y el autonómico para
desencallar este referéndum, finalmente se convoca un referéndum el 9 de
Noviembre de 2014. Pero éste es prohibido por el tribunal constitucional a
instancias del gobierno del PP –con el apoyo del PSOE. Artur Mas podría haber
desobedecido al tribunal constitucional, como le pedían diferentes actores de
la sociedad civil y otros políticos, pero en lugar de eso recula y transforma
el referéndum legalmente vinculante en un sucedáneo que no termina de resolver
la cuestión.
Las elecciones se han
convocado para el 27 de Septiembre, y desde diversas partes de la sociedad
catalana se quiere hacer de ellas unas plebiscitarias. Es decir, son unas
elecciones al Parlament como cualesquiera otras elecciones autonómicas, pero
desde los partidos se solicita a los votantes que voten a una u otra lista en
función de si quieren o no quieren la independencia de Catalunya, para dotar al
Parlament de un mandato claro a favor o en contra, al tiempo que se envía un
mensaje político muy potente a los actores del Estado español y del resto del
mundo.
Para facilitar el
carácter plebiscitario, los partidos favorables a la independencia se han unido
en dos listas: la conservadora Junts pel
Sí –Juntos por el Sí-, i la izquierdista CUP-Crida Constituent –CUP-Llamamiento constituyente. No ha pasado lo mismo con quienes se presentan con una
postura contra la independencia. El unionismo se divide entre las listas del
PSC, PP, C’s y Unió. Por último, hay una lista partidaria del referéndum, pero
que no se termina de posicionar sobre la independencia, llamada Catalunya Sí que es Pot –Catalunya Sí se
Puede. Puedes leer un pequeño análisis de las listas aquí.
5. ¿Qué puede pasar si las listas independentistas
ganan las elecciones?
Esta es la pregunta del
millón. El escenario propuesto, antes de las elecciones –por tanto, no es de
fiar-, dice que si hay una victoria clara del independentismo se podría
producir una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) en el Parlament de
Catalunya. Esto es, que Catalunya afirmara su independencia y buscara el apoyo
y reconocimiento del resto de Estados del mundo. Tenemos que pensar que lo
importante o necesario para ser un Estado no es su viabilidad económica,
territorial o política, sino la aceptación y el reconocimiento de otros Estados
de que tú eres uno de ellos. Se trata de entrar al club de los Estados, no de
si vas vestido para jugar al tenis o al golf.
La lista principal del
independentismo, Junts pel Sí, ha
firmado un acuerdo del cual los detalles son secretos. Pero sí se ha hecho
público que su idea es formar un gobierno liderado por Artur Mas que, durante
18 meses, pueda construir la legislación necesaria para tener las estructuras
de Estado que le faltan a Catalunya, como una hacienda propia o una
constitución.
La otra lista
independentista, CUP-Crida Constituent, propone que la redacción de esa
constitución no se realice como se hizo la española -12 hombres cerrados en una
habitación-, sino mediante un proceso participativo abierto a toda la
población. Además, ya ha asegurado que no apoyará ninguna medida de recortes
durante esos 18 meses, y que sólo apoyará gobiernos que apuesten por la
independencia inmediata.
La pieza clave en todo
este proceso postelectoral vendrá sobre qué resultados electorales se
considerarán suficientes para declarar la independencia. ¿Mayoría absoluta de
escaños y mayoría de votos? ¿Sólo mayoría absoluta de escaños? ¿Dos tercios del
Parlament y de los votos?
Y, por último, en caso de
claro triunfo independentista a las elecciones –sea el que sea-, también
importará qué haga el gobierno central –al que le quedan las horas contadas,
porque en invierno tiene elecciones. Si suspende la autonomía, o si militariza
su respuesta a una declaración de independencia, esto se va a complicar aún
más.
Ante todo esto, lo
importante es qué vas a hacer, decir y pensar tú. Durante décadas nos han
enseñado que sólo hay una cosa indiscutible: la indivisible unidad territorial
de España. Ahora que te señalan a todos los catalanes y catalanas
independentistas como el mayor ataque a este dogma de la indivisibilidad, es el
mejor momento para comprender que no hay nada que no se pueda decidir
democráticamente. Que la Democracia va de eso, de decidir cosas entre todos. Y
que no debe existir nada que esté por encima del debate. Tres tercios de la
población en Catalunya están a favor de votar democráticamente sobre la
independencia de Catalunya. Y la mitad de la población está a favor de esa
independencia. El Estado puede enfrentarse a ella con argumentos, o con la
fuerza de la opresión legal –como ha hecho hasta ahora- o militar –como se
amenaza veladamente. Pero no hay presas que puedan contener los ríos de la
democracia.
Foto: Núria & Paco Revière