A pesar de ser tan frecuentes en mi vida, no dejan de sorprenderme cada vez que las reconozco. Se trata de esas CASUALIDADES que uno recibe con sorpresa, curiosidad y a menudo sentido del humor.
- ¿Qué será lo que están tramando los de “arriba”? - es una de mis frases favoritas cuando presencio con claridad cómo el universo se toma la “molestia” de hacer que determinados acontecimientos vayan encajando en mi vida.
Solemos creer que existen hechos aislados porque normalmente no alcanzamos a VER cuál es el grado de implicación de los mismos en nuestra vida. Los hechos aislados son como las piezas de un enorme puzzle que estás armando. Si miras de forma individual a cada pieza puede parecerte caótica, fea y sin ningún sentido. Sin embargo cuando logras encajarla dentro de su debido contexto, entiendes en seguida por qué es así y cuál es su función.
En tu vida todo lo que ocurre y presencias ESTÁ DIRECTAMENTE CONECTADO a tu propósito mayor. Simplemente necesitas esperar a que te lleguen nuevas piezas del puzzle para juntarlas poco a poco. Entonces cuando logres armar una parcelita del mismo, por muy pequeña que sea, te invadirá una gran alegría, no porque sabrás cuál va a ser la imagen final que estás construyendo, sino porque será como si esa parcelita hubiese cobrado….VIDA. Eso es lo que en nuestra vida se denominan SINCRONICIDADES.
Una sincronicidad viene profundamente cargada de una ALEGRÍA que te inunda cuando presencias cómo hechos aislados de tu vida van encajando uno con otro de manera misteriosa y sorprendente. Es como si la vida hubiese escogido esa particular forma de hablarte directamente a ti, cara a cara, para entregarte un determinado mensaje.
Hoy voy a compartir contigo una de esas alegrías que tuve ayer mismo:
Hace 4 meses durante una meditación profunda tuve la visión de un poblado de montaña, con casitas de piedra muy sencillas, en un entorno natural de gran belleza, rodeado por altas montañas de cumbres nevadas. Cerca del poblado podía verse una pequeña montaña en cuya cima había un templo budista. La visión me pareció muy real y de alguna forma supe que ese lugar existía en la cordillera del Himalaya. Después de una hora aproximada presenciando imágenes y situaciones muy peculiares relacionadas con aquella visión, decidí dar por terminada mi sesión y me quedé con la curiosidad profunda de saber si ese lugar realmente existía y dónde podría ser su ubicación. Me dirigí a mi ordenador dispuesto a buscar ALGO por internet pero en seguida me di cuenta de que no contaba con ninguna referencia para iniciar mi búsqueda.
…Y la vida se encarga de traerte esas referencias que necesitas.
Meses más tarde, me encontré “casualmente” por la calle con Josué Roibal, un amigo que hacía bastantes años que no veía. Después de alegrarnos mutuamente, comprobamos que ambos vivimos no sólo en el mismo pueblo sino que además en la misma calle. Decidimos entonces quedar con más tiempo otro día para contarnos nuestras vidas. Cuando alguien se presenta de esa particular forma es porque hay algo que tiene que “traerte”. Es como si la vida estuviera usando a esa persona de “canal” de comunicación contigo. Así que le llamé y quedé con él ayer mismo por la tarde. Me estaba esperando sonriente en la terraza de un bar con un libro y un DVD sobre su mesa. Nos saludamos y en seguida le pregunté qué era ese libro. Me dijo que se trataba de su último viaje de exploración a una zona totalmente desconocida del Himalaya, en Nepal, próxima a la frontera del Tibet Chino. Josué y yo compartimos la misma pasión por la aventura pero él lo lleva haciendo de manera profesional durante casi toda una vida. Este último viaje había sido muy especial: Se trataba de la primera vez que el hombre occidental documentaba y cartografiaba una zona inhóspita del planeta en la que existe una pequeña aldea donde el tiempo hace siglos que parece haberse congelado: Mugu. Cuando mi amigo Josué abrió el libro para mostrarme las fotos de Mugu, yo no hice otra cosa que sentir un pinchazo en mi estómago al reconocer que ese era el mismo lugar que yo meses antes había podido visualizar en mi meditación. Sin salir de mi asombro mi mente dio un salto al recuerdo de las imágenes que aún conservaba y me di cuenta que acababa de recibir una pieza más de mi puzzle. Siempre supe que ese lugar existía.
A día de hoy sigo sin tener claro si la aldea de Mugu en el Himalaya de Nepal tiene algún sentido para mi propósito de vida. Seguro que lo tiene, pero creo que aún es muy pronto para poder hacerme una idea y prefiero esperar a que me llegue la próxima pieza….de mi puzzle y seguir preguntándome con intriga y curiosidad…
…¿qué estarán tramando los de “arriba”?
Hasta muy pronto
Luis