Revista Psicología

«¿Qué estás escuchando?»

Por Rms @roxymusic8

Hace unos años descubrí unos vídeos en YouTube en los que se preguntaba a la gente de la calle qué canción estaba escuchando. Y hace casi un mes hubo un concierto de La sonrisa de Julia en Santander. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Mi cabeza une muchos temas por segundo aun sin tener aparente relación, pero es curioso cómo hila un asunto con otro hasta que llego a un punto tan distante que me paro y me pregunto, ¿qué me ha llevado hasta aquí? Y sí, todo tiene un punto de unión. Pero volvamos a la música, ¡siempre la música! Soy melómana y todo lo que tenga que ver con la música me interesa. Por este motivo llegué a ver esos vídeos de gente compartiendo lo que hay en su lista de reproducción. Me acordaba de mis tiempos mozos (y no tan mozos) cuando iba con mi mp3 (¡y discman!) caminando hacia el colegio, instituto o la universidad escuchando un sinfín de canciones de todo tipo, pero mayoritariamente en inglés. Ahora mismo estoy con una lista de reproducción con canciones de aquella época y es como si puediera verme caminar y recordar el paisaje que tenía delante y las situaciones que vivía. La música tiene ese poder de llevarte al pasado como si fuera hoy... y me encanta.

Volviendo a La sonrisa de Julia, me enteré de que estarían por la zona gracias a una amiga que resulta que es muy fan de ellos. ¡Pensaba que no los conocía nadie mayor que yo! Había descubierto sus canciones cuando apenas tenía 16 años y de rebote... Desde entonces les seguí la pista, pero no tanto como esta persona que sí fue a ese concierto. Todo este tema salió a flote porque tras una reunión donde tratamos temas de la fe y la vida, comentábamos que tienen canciones que bien podrían referirse a una oración entre tú y Dios. Y es cierto, "llevo tu voz, dentro de mí suena en el aire, ayer la oí. Aunque tú estés lejos de aquí sigues creciendo en mi jardín, (...) dicen que sólo es mi imaginación, pero yo estoy seguro de ti". Un joven puede perfectamente vivir esta experiencia interior. Yo, sin ir más lejos. No voy a hablar (sólo) de Dios porque por aquel entonces no sabía de su existencia en mi vida ni me preguntaba por él. Pero, importante, había algo dentro de mí que se encendía cada vez que alguna canción con letras personales o acordes que tocaban mi fibra sensible me hacían preguntarme por algo más. ¿Qué algo más? No lo sabía, pero intuía que había algo que me estaba perdiendo y otros lo habían descubierto.

Cuando eres joven es difícil poner en palabras lo que vives o saber qué quieres en la vida. En mi caso tuve la gran ayuda de la música para imaginar qué podría anhelar mi corazón y qué podría esperar de la vida... y qué encontrar. Suerte que me dio por escuchar canciones con poso, sin mucha tontería y con una mirada de esperanza. Aunque he de reconocer que también me dio por dar espacio a artistas incipientes como Laura Pausini y Álex Ubago en mi época adolescente, ya sabéis, por temas del corazón. Duró poco porque enseguida pasé a otra etapa de mi vida en el instituto y universidad que me instaban a crecer por dentro, madurar y esas cosas. Aún andaba un poco sola por la vida y sin saber muy bien qué hacer con ella. Nada había conseguido captar mi atención y atrapar a mi corazón, pero cada canción me invitaba a soñar: mi vida cobraba color, el horizonte que se abría ante mis ojos se convertía en una posibilidad, mi mente imaginaba mundos y experiencias tan diferentes a lo que tenía, mi mirada ante las cosas, los sucesos y las personas se transformaba... No sé explicar y expresar mejor todo esto, supongo que alguno sabrá a lo que me refiero.

Echando la mirada atrás, a toda mi vivencia musical acompañando mis días y etapas de mi vida, puedo ver cómo lo que escuchaba constituyó una parte de mí, de mi persona, de mi manera de ver las cosas y de vivirlas. Es verdad que todo lo que entra por nuestros sentidos de alguna manera nos forma, nos hace a ellas. Por eso la importancia de saber qué entra o qué dejamos entrar. A veces no podemos evitarlo porque te lo encuentras, pero en las ocasiones en las que eliges qué escuchar, es lo que a otras personas les va a dar una idea de quién eres, de cómo eres, de qué tienes en tu corazón. Si me hubieran parado para preguntarme qué estaba escuchando en aquellos años adolescentes e universitarios se hubieran encontrado con una mezcla de canciones en español (pocas) e inglesas de temática de la vida, no tanto de amor; algo personal de experiencias de vida, sobre relaciones y pérdidas personales, y con el propio mundo o uno mismo. Muchas de ellas me conectaban con esa incertidumbre característica de la juventud de mis tiempos. Jarabe de Palo me lo hizo ver muy bien: "Hace días que te observo y he contado con los dedos cuántas veces te has reído, una mano me ha valido. Hace días que me fijo no sé qué guardas ahí dentro. A juzgar por lo que veo nada bueno, nada bueno".

Otras canciones me hacían despertar cierta rebeldía por salir de los esquemas o convencionalismos de ese momento y, siempre de base, me encontraba con una sed de compañía que no terminaba de descifrar de qué tipo o dónde encontrarla. Lo notaba muy dentro de mí y algo me decía que no se iba a ir. Natalia Lafourcade llegó a expresar esto mejor que yo y se lo agradecí mucho: "Yo te llevo dentro hasta la raíz. Y, por más que crezca vas a estar aquí. Aunque yo me oculte tras la montaña y encuentre un campo lleno de caña no habrá manera, mi rayo de luna, que tú te vayas". Y resulta que años después, descubrí que era la presencia de Dios en mí. Tan dentro de mí que no hay nada ni nadie que pueda colmar esa sed de compañía salvo él. La música fue mi mundo interior por muchos años hasta que pude entender que era un medio para poder expresarlo y compartirlo. Hoy la música es compañera, que no compañía. Me ayuda a conectar con el mundo, con la vida, con las personas y, cómo no, con Dios. ¡Larga vida a la música que tanto nos habla, interpela y pone en movimiento!


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