Fotografías Antonio Andrés
“¿Qué queda de aquello?” Le pregunta el entrevistador a Bob sobre la mítica gira Rolling Thunder Revue (1975-76) en un momento de la película documental de Scorsese recientemente estrenada. “Nada. Absolutamente nada. Cenizas.” Pero Dylan sabe que no es cierto. Hay giras, discos, canciones… que quedan marcados por la eternidad. Trascienden más allá del tiempo y la distancia. Y él lo sabe. Ni el paso de los años los convierte en cenizas. Pero ya se lo avisó Daniel Rabinovich a Pedro Guerra en un hotel de Rosario: a veces los cantautores mienten.
Eso es lo que ocurre con Golosinas (1995), el primer disco de Pedro Guerra. Las canciones que encerraba aquel álbum un día volaron y pasaron a pertenecer a la gente. Algo especial ocurrió con ellas. Fue grabado en directo, intentando recrear el ambiente íntimo del Libertad 8 donde Pedro venía compartiendo su música y viviéndola con otros compañeros desde su llegada a Madrid, un par de años antes. Era además un disco largo, de 17 canciones, y la mayoría a guitarra y voz. “Tenía todo lo que tiene que tener un primer disco para pensar que todo va a salir mal”, admitía el cantautor canario durante el concierto del POP CAAC. Pero no ocurrió. Con él, influenciado por Fito Páez, Caetano Veloso y Silvio Rodríguez, Pedro comenzó a cantar… y la profesión le fue quedando bien.
Veinticinco años después de salir de Canarias, Pedro quiso hacernos este regalo. Salir a girar con Golosinas. Volver a darle a la gente esas primeras canciones de otros tiempos. Porque volver sobre este repertorio implica transportarse a aquella época. Porque Golosinas es un disco que nació en casetes. Dos mil recuerdos de flipers, de cuentos de Tintín, la venta de la Rosa, petardos, crayones, de la Patrulla X, de calles de adoquines y películas con rombos. Volver a emocionase con la ternura de Dibujos Animados o el Marido de la Peluquera. Echar la vista atrás a Golosinas es volver a salir con los ojos húmedos y con un poquito más de calidez en el fondo del pecho ante la sensibilidad y la belleza de uno de los mejores discos hechos en nuestro idioma. Volver a poner los pies sobre la inocencia de la infancia, los ídolos de adolescencia, la efervescencia y los descubrimientos de la juventud, el dolor de las primeras decepciones y la añoranza inherente al ser humano en cualquier momento de la vida.
Íntegramente revisitado. Pedro Guerra abrió su concierto en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo con la homónima Golosinas, sin más compañía que la de su guitarra, aunque después se le unirían Toni Gil al bajo y Guille Molina a la batería. Cerró el bloque principal con Contamíname, emblemática y maravillosa oda al mestizaje, y dio cabida a canciones de distintas épocas con Debajo del puente, La maestra, Pasa; Márgenes y Daniela en un primer bis, Miedo y La lluvia nunca vuelve hacia arriba para despedirse de Sevilla hasta la próxima. Antes, el joven cantante mallorquín Bruno Soto puso entrega y verdad ejerciendo como telonero.
Imagine all the people y habrá que responder…Que siempre llegue un tren a tu parada. Que a tu guitarra no le falten canciones, que siempre haya alguien que te diga “pasa”, que nunca te quedes colgado de un sueño. Que bailemos siempre una más. Que el cantante nos lleve en un cometa y Golosinas nunca deje de sonar.
La entrada Que “Golosinas” nunca deje de sonar se publicó primero en 8pistas.