Todos sabemos que lo que ha pasado en Chipre es importante, no por su trascendencia económica, sí por los precedentes que crea.
Las pregunta son ¿Y qué precedentes crea?, ¿Qué principio ha muerto en Chipre?
Hay tres posibilidades. Lo malo es que puede ser una, la otra, o lo que más asusta, es que sean las tres.
La primera posibilidad es que se haya instaurado el principio de que “el que debe se queda sin lo que tiene”: Un Estado está en quiebra, sus ciudadanos tienen ciertas reservas, y estas se movilizan para que el país deje de estar en esa situación, o al menos la reduzca en una cifra creíble para sus acreedores. Es instaurar un nuevo principio: la deuda pública es directamente deuda privada. Si esta idea se focaliza en los que tienen más de cien mil euros, la gran masa de la población aparentemente “no sufre” y pagan los que más tienen, políticamente es defendible: el Gobierno se ampara en dos sacrosantos principios, el de la solidaridad y el de “si lo tienen a saber cómo lo han ganado, luego que sean ellos los que paguen”.
Ahora los problemas. Le vuelves a pegar un palo significativo a la clase media, más callada y menos proclive a ocupar las calles, pero que es la que saca al país adelante, y al mismo tiempo logras que los que manejan el capital huyan, los que no lo hayan hecho ya. E instauras una certeza: todo lo que hay en el Sistema Financiero/Fiscal es del Estado, que puede disponer de ello a su conveniencia. De aquí dos posibilidades, una dictadura en la que el estado decide en qué gasta el dinero, la absoluta inseguridad jurídica y la ruptura de las reglas del juego cada vez que interese al que ocupa el poder, o la instauración de Gobiernos semi-asamblearios que consulten en cada momento a qué van a dedicar los recursos públicos. Si lo voy a pagar mediante derramas de comunidad de vecinos, querré aprobar previamente en qué nos endeudamos.
En cualquier circunstancia, a corto plazo, drena recursos que deberían utilizarse en la recuperación, se logra pérdida de confianza, y una vez más priorización de las estructuras no productivas, sobre las que lo son. Consecuencia, apatía, falta de inversión y al final, pobreza para todos, recayendo, sobre todo en los que tenían menos de cien mil, que se convierten en los paganos definitivos, sólo que por una vía indirecta.
Por cierto, además este movimiento “se carga” a los paraísos fiscales, aquellos países que como Islandia, Luxemburgo u otros, tienen más depósitos en Banco que capacidad del Estado para responder por ellos. Es una víctima lateral, pero pocos Gobiernos llorarán por ello. Con una pequeña matización: si cae Luxemburgo, cae Suiza, y detrás de ellos, el Sistema Financiero Fiscal Europeo. Los Paraísos Fiscales son como las moscas, están ahí y molestan, pero no están por capricho, tienen una función y es importante que la realicen siempre que sea dentro de unos límites controlados.
¿Qué hacer? Irse.
Y el que no pueda hacerlo, que diversifique en varios Bancos, entendiendo el colchón como uno de ellos, confiando que el principio se aplique Entidad por Entidad, y no realizando el sumatorio de tus bienes.