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¿Qué ha pasado en Gamonal?

Publicado el 20 enero 2014 por María Mayayo Vives
Podrán intentar hacernos creer otra cosa, pero la cruda realidad es que el bulevar de Gamonal no se hace porque unos pocos han reventado la vía pública y no hay más. Dicen algunos iluminados por la luz al final del túnel que es muy peligroso lanzar el mensaje de que en este país no se consigue nada si no es por la fuerza. A otros, nos parece que es más peligroso que la mayoría silenciosa estuviera viviendo en unas condiciones de opresión tales que haya tenido que pegarle fuego a la basura porque por algo hay que empezar.
Cuando España amanece al calor de las brasas, se puede seguir alucinando y defender que la batalla la ha ganado el pueblo pacíficamente unido detrás de un mensaje rotulado en una sábana de percal barato. Es legítimo. Y también lo es darse cuenta de que, hace una semana, cuando nuestra santa paciencia se paseaba con el trapo sosegadamente por medio Burgos, más allá de la segunda excavadora, todo dios se preguntaba: ¿pero qué es lo que pasa en Gamonal? El conductor de la citada excavadora, como el que conduce un tractor en Monreal del Campo, no ha sabido lo que reclamaba el barrio hasta que el último descendiente del Cid ha quemado el primer contenedor. Y esto es así lo niegue el PP o su porquero.
Con estas encendidas afirmaciones, no querría dar a entender que ésta que suscribe apoye la piromanía como forma de expresión, pero, ateniéndonos a los hechos, a la vista está que, si no se incendia el mobiliario urbano, el alcalde a día de hoy estaría escriturando las plazas de aparcamiento. Entiendo, por tanto, que algún insigne magistrado de los que ocupan nuestros ministerios podría encontrar en mis palabras una incitación a la violencia que habría de pasar por el tamiz de la nueva Ley de Seguridad Ciudadana, y yo no diré ni que sí ni que no porque no soy quien para juzgarme. Menos aún cuando, lo confieso, de todo este asunto, a mi rebelde punto de vista, le ha fascinado sobremanera esa inusitada capacidad de contagio. La mecha prendía en Gamonal y se extendía al resto de las Comunidades Autónomas, ciudad por ciudad, hasta alcanzar ciudades en las que, del bulevar burgalés, nos toca tanto como de justicia española o de democracia universal: nada, cero, conjunto vacío. Será por eso que el Gobierno no entiende que, haciéndolo ellos tan sumamente bien, los españoles nos portemos tan sumamente mal. Que, precisamente ahora, que los políticos empiezan a comprometerse con sus programas electorales, vayamos los españoles y rompamos la baraja. Y ¿qué pinta un encapuchado del barrio de Las Fuentes en Zaragoza tocando la flauta para que detengan una obra en un lugar de Castilla de cuyo nombre nadie había oído hablar?
Tienen razón. Yo tampoco lo entiendo, a pesar de haber salivado más que un caracol en vinagre y de que albergo la esperanza de que sirva para algo más que para evitarle un viaje al camión de la basura. Sin embargo, igual que a veces me gusta pensar que lo siguiente será pegarle fuego a la Moncloa, hay ratos en que me gusta imaginar que el movimiento anti-bulevar ha sido una excusa de mal perdedor. Que puede haber sido la gota que ha colmado el vaso. Que podría ser un símbolo de la obra completa llevada a cabo por esta legislatura y alguna de las anteriores. Y también podría ser que al vándalo del quinto le haya parecido que el Gobierno estaba muy cómodo viendo a la muchachada lloriquear al otro lado del cristal y se le haya antojado partirle el cristal en la frente. Que quizá sea hora de recuperar nuestros derechos por la fuerza ya que nos los arrebataron por la fuerza. Que, tal vez, al ciudadano de bien, frente al crimen y la violencia gubernamental, le parezca que sólo se puede responder con los mismos argumentos. Que estemos hartos. Hartos de que nos vendan mentiras que ya no podemos comprarnos. Hartos de vivir en un país en el que nunca pasa nada... hasta que pasa.
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