El Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIDA) de los EE.UU, hizo un aporte interesante a la respuesta de esta incógnita. Explicó que en el cerebro de las personas susceptibles a ser adictos existe una alteración de la acción de un neurotransmisor denominado dopamina (está involucrada en las sensaciones normales de placer, por activación de un circuito denominado circuito del placer del cerebro). Al parecer, en los adictos la poca presencia de receptores de dopamina en el cerebro hace que las personas sensibles a la adicción tengan una respuesta al consumo de la sustancia particular a la que son sensibles mucho más intensa y por tanto desarrollan una necesidad compulsiva al consumo, lo que lleva a que necesiten consumir mayor cantidad y con mayor frecuencia que otras personas. En las personas susceptibles a la adicción, el efecto final del consumo es más intenso y la necesidad de consumir de nuevo es mucho mayor. Esto nos permite comprender mejor por qué unas personas son más susceptibles que otras a desarrollar una adicción. Esta susceptibilidad parece ser heredada; de modo que si hay un adicto en la familia esta tendencia puede transmitirse genéticamente.