¿Qué hacer cuando el destino te alcanza?
Bien es cierto que cada ser humano va forjando su camino, sea de manera inconsciente (desde lo más profundo de la psique), hasta transformarlo en acciones, ese «habitus» del que habla Bourdieu marcará la pauta para nuestro futuro. Pero no engaño a nadie si afirmo que a todos nos han pasado cosas que en verdad no tienen una explicación lógica, que van más allá de las acciones y decisiones que tomamos día a día.
Hablar del destino y de lo que tiene preparado para nosotros no es nada descabellado, quizá resulte tonto o estúpido, incluso anticuado, pero hoy en día puedo asegurar que existe, al menos en mi mundo, en mi mente, en mi realidad.
Esa mística generada por algo incomprensible no tiene comparación, desde cosas que pueden parecer tan comunes como un número, como un simple número «3» que llena tu vida, tu mente y tu corazón con sensaciones que nunca antes habías imaginado.
El cuestionamiento aquí (más allá de tratar de explicar lo que es el destino, ya que para cada uno tiene un significante y un significado distinto) es, ¿Qué hacer cuando este nos alcanza? ¿Cómo reaccionar? Dejarse llevar y no negar su existencia podría ser lo primordial, pero sobre todo no desaprovecharlo, al menos no desperdiciar la parte bella, aquello que muchas personas niegan, el amor que estaba destinado para cada uno de nosotros, ese amor tan gigantesco y sorprendente que rebasa toda lógica, ese amor que hace olvidar todo, ese amor que sobrevive y sobrevivirá pese a todo, ese amor que se hará más fuerte cada vez que se quiere eliminar, ese amor inesperado, ese amor contundente, ese amor inesperado, ese amor recíproco, ese amor que estoy viviendo.