Necesidad de cariño. De mucho cariño. Miedo a estar solo, al rechazo, a sentir que ‘no vales nada’, que ‘nadie te quiere’. Que nadie más te querrá. Que más vale bueno conocido que malo por conocer. Y principalmente, mucha falta de amor propio. De respeto hacia uno mismo. Hacia lo que uno quiere. Hacia lo que a uno le late de verdad.
Hay muchas personas que están en pareja (casadas o no), con hijos, que sienten que se ‘sacrifican’ por su familia al quedarse al lado de una persona a la que ya no aman, por la que ya no sienten ningún tipo de atracción, que no les complementa, con la que no tienen nada en común, que se aburren juntos, que no saben de qué hablar…
Y lo llaman Amor… cuando el Amor jamás te hace sentir indiferente, transparente, insignificante o repulsivo. Todo lo contrario.
Hay muchas personas que CREEN que es su obligación mantener una relación para no ‘romper la familia’. Aunque no sean felices. Aunque se sientan vacíos. Aunque su corazón les pida libertad. CREEN que lo ‘hacen por sus hijos’. Cuando a mí (que no soy madre pero SÍ SOY HIJA) lo que más me hubiera gustado es que las personas que más quiero no se hubiesen ‘sacrificado por mí’. Que no me hubiesen puesto como excusa para no separarse. Que hubieran sido valientes. Que se hubieran respetado (a ellas mismas).
Porque lo más importante, era y es su felicidad (que era y es la mía también) y no unas cuantas lágrimas infantiles o algún que otro berrinche que hubieran sido causados por mi edad, por mi inconsciencia y por mi inmadurez.
El aprendizaje ante esta situación, lo que se nos graba en el Alma cuando somos niños, es a través del ejemplo recibido, del comportamiento de nuestros padres en casa y fuera de ella. El mensaje que les estamos dando, en este caso, es:
- SACRIFÍCATE POR LOS DEMÁS AÚN A COSTA DE TU FELICIDAD. ¡¡¡AGUANTA!!!
¿¿¿¿Aguanta???? Pero qué somos, ¿una pared? En fin…
Tatuado en cada poro de su piel se queda. En su memoria celular, en su ADN. Y ya sabes, porque a ti también te lo sellaron, lo mucho que cuesta borrarlo, olvidarlo, transformarlo y no volverlo a transmitir a la siguiente generación (si es que la hay).
Los niños nos huelen. Ellos ven más allá de nuestra apariencia. No les podemos engañar tan bien como lo hacemos con nosotros mismos.
Hay muchas personas a las que la culpa les puede y se pasan toda una vida ‘sobreviviendo’ por y para los otros. Pero es su elección vivir de esa manera la “única” vida que tienen y, como tal, su responsabilidad. De nadie más.
Dicen que lo fácil es largarse. Para mí lo “fácil” es quedarse durmiendo cada noche al lado de un ‘desconocido’ que ni te viene ni te va, que no ‘te ve’ ni al que ves tú, cuando sabes (porque se sabe…) que la historia hace tiempo que ya ‘es historia’. Que ya se acabó aunque se finja lo contrario. Y lo difícil, es apostar por tu felicidad. Por lo que te dicta el corazón y no por lo que consideras ‘habitual’ (que no normal), por lo que ‘le pasa a todo el mundo’, por lo que dicta la sociedad o por no actuar como hicieron tus padres a los que sigues culpando (consciente o inconscientemente) por unas carencias que Crees tener.
A estas ‘muchas personas’, les preguntaría (para que se respondieran a si mismas):
-Si el día de mañana, tu hija, tu hijo, te viene a pedir consejo, a contar que ya no es feliz con su pareja, que la dejaría pero que no quiere hacerlo por ‘tus nietos’, para que no lo pasen mal, ¿qué le dirías? ¿Que aguantara, como lo estás haciendo tú, sabiendo como sabes lo que supone esa decisión (tristeza, soledad, falta de pasión por la vida y por lo que no es la vida, ausencia de paz y un largo etc…) ? ¿Así es como te gustaría que fuese la vida de tu hij@? Y si la respuesta es no, ¿por qué no quieres también lo mejor para ti? ¿No crees que te mereces ser feliz?
Ahí lo dejo…
Cuando escucho la palabra ‘sacrificio’, el estómago se me cierra. No por la palabra en si (que sólo es una palabra) sino por lo que yo considero que acarrea: esclavitud, desgracia, apatia, miedo, apego, obligación, culpa.
Todos tenemos virtudes y defectos. Luces y sombras. Las parejas, las amistades, los trabajos, los hogares… Nada es perfecto (aunque lo sea…). La Balanza entre los que nos compensa y lo que no, el equilibro entre lo que doy y lo que recibo, es lo que nos hace decidir si nos ‘quedamos’ o si ‘nos vamos’. No es juzgable. Cada uno ‘necesita’ unas cosas y le ‘sobran’ otras. Según su personalidad. Su energía. Su ‘lo que sea’.
Yo no puedo estar con alguien que esté todo el rato encima mío, absorvente, que me esté reclamando amor hora sí y Ahora también, sin sentido del humor, pasivo, negativo, dramático…porque me ahogo, me asfixio, se me ulceran las tripas. Y no tiene nada que ver con la otra persona. Es algo mío. En cambio, habrá otras personas que les encante y que lo que no puedan es estar al lado de alguien muy independiente, directo, desapegado, muy honesto y poco cariñoso.
No hay nadie mejor ni nadie peor. Cada puzzle está compuesto por unas determinadas piezas.
El problema viene cuando queremos meterlas donde no toca. A la fuerza. O cuando han cambiado de forma y ya no encajan donde antes sí lo hacían. Por lo que, lo suyo sería soltar y volar hacia otros paisajes más acordes a nuestra PRESENTE ‘realidad’. Ni pasada ni futura. La actual. La que estamos respirando.
Lo que hace difícil aceptar ‘lo que Es’ y ser coherente con lo que sentimos sólo es el miedo que tenemos al ‘qué pasará’. Y ante eso, la única opción es atrevernos o no movernos de donde estamos. Porque el futuro, por muchas bolas de cristal que haya, eres tú el único que lo pinta (aunque ya esté escrito…).
Por mi experiencia, nunca te equivocas cuando te eres fiel y siempre te arrepientes cuando dejas de serlo. Ya sea hoy o al final de tus tiempos… Y te aseguro que no hay nada peor que eso.
O lo intentas o te quedas como estás. Pero, por favor, si escoges lo segundo, asume las consecuencias de ello y deja de culpar, de criticar, de insultar, de poner de vuelta y media, de responsabilizar al que tienes al lado (pareja, amistad, trabajo) de tu aburrimiento, de tu caos, de tu crisis, de tu depresión, de tu insomnio, de tus dolores, de tus males de ojo, de tu estrés, de tu infierno, de tus somatizaciones, de tu mala leche, de tu padecimiento, de tu sufrimiento, de todos tus ‘miento’s, de tus infidelidades (y/o de las suyas) y de cada una de tus enfermedades.
Desde la humildad, el amor y la compasión:
Si te jode. Si estás jodido. Te aguantas (tú solito). Haber elegido barco…
¡Que ya tenemos todos pelos en los huevos y resulta muy cansino escuchar tanta hipocresía!
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