Con gran tristeza me entero de que un amigo está pidiendo a Cáritas comida para su familia. Su más que rebajado sueldo ya no llega para mantener dignamente a sus tres hijos. La macroeconomía y los especuladores encorbatados está arrasando con la simple supervivencia en millones de hogares españoles, que se las ven y las desean para comer a diario. Este post no es demagogia, es realismo puro y duro fruto del inmovilismo de nuestros [des]gobiernos, que se rigieron hasta el último minuto por objetivos electoralistas en lugar del interés general. Este post es otro grito contra una crisis de la avaricia que se está cargando directamente a la clase media, la que hasta ahora consumía. El estado de bienestar en muy poco tiempo ha degenerado en estado de malestar. El pato de los excesos de pésimos (y forrados) gestores lo están pagando las personas más trabajadoras y nobles, las que no tienen nada que ver con primas de riesgo, bonos de deuda o «stock options». Pero sobre todo pagan el pato sus hijos, cuyo futuro es negro carbón, que rima con desolación. Cómo duele escribirlo. Ojalá que cuando llegue la luz al final del túnel no sea fuego. Ojalá que mi amigo, como tanta gente, nunca nunca tenga que llegar a esto: