Que la música te acompañe

La música posee valores universales. Se definen por el ritmo, la armonía, la melodía y el tono. Por ejemplo, y seguro que más de uno lo habéis sentido, un tono agudo provoca tensión y un ritmo lento relaja.

Es curioso como una canción puede cambiar el rumbo de un momento como nos puede hacer salir de las más profunda tristeza, hacernos saltar, sumergirnos en un recuerdo o agarrarnos a una duda.

Nuestra percepción varía, se deforma, se amolda a esa nueva realidad. Este estado puede ser beneficioso para ponernos a crear, para descubrir talentos dormidos, para que nuestras musas nos inspiren o nos desestabilicen. Pero también debemos estar preparados para el efecto rebote.

Música es comunicación, es expresión, es emoción. Cada momento es dueño se su propio ritmo y letra. Música es bailar, es sintonía, es armonía, es equilibrio, es pasión y es amor.

Es una forma de entender el mundo, de vivir, de comunicar. Vivimos inmersos en un universo sonoro y tenemos la capacidad de expresarnos a través de este, aunque esta capacidad esté, en muchos casos, en estado de letargo. El intercambio musical es un trampolín para la creatividad y la imaginación.

¿Por qué no saltamos?

Todos tenemos una canción que nos recarga, que nos pone a funcionar, que nos pone a pensar, a crear. Aquí va una sugerencia:

¿Cuál es vuestra canción?

Y no olvidemos que, “los sonidos que oímos nos dicen algo del mundo que nos rodea, en especial de aquella parte del mismo a la cual no llegamos mediante otros sentidos, una incomodidad o de algo que puede dejarnos totalmente indiferentes; además también nos originan emociones” (Willeim)