Protesta el pasado enero en Berlín contra el TTIP / GTRES
Si no lo conocéis, yo empezaría a preocuparme. El TTIP es el Tratado de Libre Comercio que la UE quiere y va a firmar con Estados Unidos. (Núria Sein contaba buena parte de sus entresijos aquí, para el que se pierda). Uno de sus puntos más polémicos es el ISDS, el Tribunal de Arbitraje, ante el que las empresas podrán denunciar a los Estados por, por ejemplo, aprobar leyes que contravengan sus intereses, es decir, por incumplimiento de contrato si trasladamos la mente al lenguaje capitalista puro y duro.
Efectivamente, estos tribunales estarían por encima de las leyes nacionales y comunitarias. Sí, lo que estáis pensando, ¡adiós democracia! Para verlo mejor: si una tabacalera entra en Portugal, donde todavía se puede fumar en espacios públicos cerrados y en unas elecciones gana un partido que apuesta por prohibir totalmente el tabaco en estos lugares, la empresa podría demandarlo y seguramente ganaría, porque el Estado, como si fuera una compañía más, no estaría respetando los términos en los que la tabacalera “firmó”, es decir, decidió entrar al mercado.
Dicho esto, la Eurocámara debía votar esta semana una serie de recomendaciones sobre el TTIP, preparadas por el Comité de Comercio Internacional. Pero en el último momento, su presidente, Martin Schulz, decidió suspender la votación. Según su versión, porque se necesitaba más tiempo para debatir las más de 200 enmiendas al texto, según Los Verdes, porque los partidos mayoritarios tienen “pánico” a que el apoyo del Parlamento Europeo no salga adelante porque están divididos. Al menos el 30% de los socialistas europeos critican abiertamente el TTIP y 67 de ellos no aceptan la disciplina que dicta el sí al acuerdo de libre comercio.
Con las votaciones pospuestas, es difícil saber qué quieren los socialistas en conjunto. Porque parece que la opinión va por Estados: franceses, británicos, alemanes y búlgaros son los más escépticos con el Tratado. Liderados por la francesa Pervenche Berès, rechazan de plano el ISDS. ¿Qué pasa con el resto? Los españoles tampoco quieren el tribunal tal y como está planteado, sino que quieren que éstos sean públicos y con jueces de carrera, mientras para los anteriores no debería existir ningún tipo de tribunal.
En los debates que no han tenido lugar, el líder del Grupo Socialista en Estrasburgo, Gianni Pitella, apostaba por la abstención, que hubiera permitido que el informe en el que se aprueba el ISDS saliera adelante. Sin embargo, el grupo díscolo quería votar en contra. Los españoles acataban la disciplina de Bruselas, recomendada también por le ejecutiva española, lo que les ha valido la acusación de los grupos de izquierda de que estaban apoyando el tribunal privado a pesar de haber prometido en campaña que no lo harían.
A falta de saber qué ocurrirá al final de esta largo camino, está claro que quien pierde es la democracia. Que uno de los partidos mayoritarios esté dividido no debería ser un motivo para cancelar un debate, sino lo contrario. Si las ideas no se comparten y las medidas no se negocian en público, a la vista de los ciudadanos, es difícil que el camino pueda continuar. O que lo haga de acuerdo a lo que los europeos quieren.
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