QUÉ LIBRO CAMBIÓ MI VIDA
…Un soneto me manda hacer ViolanteQue en mi vida me he visto en tanto aprieto…¿Qué libro cambió mi vida? ¿Qué libro nunca olvidaré? Cuán compleja pregunta. Si demando a mi mente ella, de carrerilla, me indica decenas de títulos, docenas de nombres. Han sido tantos… Pero si pregunto a mi corazón, él sonríe. Sin superioridad, sin prepotencia, pero con la sonrisa pícara que pone el certero sabedor de una respuesta, y yo… le doy la razón. Pues, ese libro me hizo lo que soy: Un escritor atrapado en el cuerpo de un ingeniero. Lo que me impulsa cada mañana a levantarme antes que el sol. A investigar. A contar historias. A dar vida a personajes, a consentirles que, impertinentes, viva cada uno su vida… sin que yo ¡ay de mí! Pueda hacer nada por evitarlo.-Lo sabes. Lo sabías desde el principio. –Asevera mi corazón riendo. –Ese libro no es otro que El hijo del herrador. Sí… El hijo del herrador… qué recuerdos. Empezó casi como un juego. Con mi madre mirando por encima de mi hombro lo que escribía. Ella fue quien me animó a seguir escribiendo. Poco a poco, día a día, las historias se fueron juntando hasta que años después, puse fin a mi primera novela.Estaba hecho “lo fácil”. Ahora llegaba lo realmente difícil. El llegar a la gente. El que los relatos surgidos de tu mente se fuesen colando “cual mágicos diablillos” en la mente de los demás… y poco a poco… sucedió:Algunos libreros de Segovia confiaron en mi trabajo y “el hijo” comenzó a salir a las calles, pero luego se me ocurrió otra idea:…La Granja, Aranda de Duero, Covarrubias, Ayllón, Maderuelo, Atapuerca, Sos del rey Católico, Sepúlveda, Gumiel de Izán, Azuqueca de Henares, Buitrago de Lozoya, Iscar, Carrión de los Condes, Madrigal de las Altas Torres, Medina del Campo, Miranda de Ebro… estos fueron algunos de los pueblos en que, durante muchos fines de semana del verano y no pocos en otras épocas del año, montamos nuestro puestecillo para vender la novela a quien lo deseara.Cuántas anécdotas, cuántas vivencias, cuántas horas de carretera, de calor inmenso en las secas tardes de verano, de frío, de tedio, de animadas y enriquecedoras charlas… cuánta gente buena, culta, trabajadora y simpática hemos conocido en los pueblos de esta vieja, exhausta y desmoralizada piel de toro. Cuántos amigos hemos hecho en el camino… Tras la primera edición llegó la segunda, peleando día a día, libro a libro. Luego llegó increíblemente una tercera y con ella seguimos.En Azuqueca, con el compañero de al lado, nos divertimos y salimos del invernal frío que nos acechaba parafraseando versos del Tenorio. En Atapuerca… ¡Qué calor pasamos en Atapuerca! En los mercados nos hemos divertido, nos hemos mojado, nos hemos agotado, nos hemos aburrido, nos hemos muerto de risa, nos hemos asombrado. Aunque más calor que en Atapuerca, pasamos en Talavera de la Reina ¡¡Qué calor!! ¡¡45ºC!! ¡¡”casi na”!! Nadie en la calle y nadie en el mercado. Luego, en el frío Marzo de Aranda hicimos una “capota” para el puestecillo y ¡Hala! A chupar agua… con libros debajo. En Sepúlveda el intenso granizo (en Julio…) nos hizo recoger a toda prisa y salir pitando de allí. En Buitrago, el viento hojeaba a lo bestia los libros, volaba tenderetes y si no es por la ayuda de los compañeros de al lado, la lluvia de después nos habría hecho polvo. Otra muy buena fue en Carrión de los Condes: Belén, qué habrá sido de ella… Se arrimó al puestecillo y hojeó el libro con curiosidad. Con exquisita educación, me dijo que le encantaba leer y le encantaba la historia, a continuación me sometió a un examen de historia del cual salí, afortunadamente, airoso. Eso la convenció de que el libro iba en serio, que estaba bien documentado y se lo llevó. Al día siguiente volvió diciendo que estaba enganchada, e incluso ella, allí, delante de nosotros, se lo vendió a gente que conocía. Lo malo de aquel mercado fue que estaba junto al río y al atardecer unos mosquitos asesinos que por allí fincaban, nos pusieron tibios, pero tibios.Entre medias, se me ocurrió a locura de enviar un correo y un libro al mismísimo Arturo Pérez Reverte… ¡Y me respondió! Leyó el libro ¡¡Y me envió una felicitación por Navidades!! Aquello fue épico.También en Aranda apareció el gran Ramón, con su simpatía, con su arrollador entusiasmo. Un Arandino de Nueva York, un español por el mundo y nos abrió los ojos a este lío del Internet. También me animó a ello en Cantalejo, Mayte Esteban también escritora. No nos conocíamos de nada, eran unas personas más de las muchas que se acercan a nuestro puestecillo, ahora puedo decir con satisfacción que son mis amigos. ¡Amigos hechos gracias a un libro! Ellos me animaron a publicarlo en amazon y… ¡oh sorpresa! fuimos número uno en novela histórica durante algo más de tres maravillosos meses y ese mismo tiempo estuvimos entre los cien más vendidos. Tras él, llegaron dos libros más y estamos ahora con el cuarto. Cada día es una particular batalla más, por dar a conocer mis libros en el duro mundo de la literatura. Una pequeña batalla del humilde caballero contra un poderoso dragón. En cada mercado, en cada tweet, en cada entada en el blog, llevamos a cabo nuestra particular literatura de guerrillas en la que la victoria llega… y llega, en forma de un mail de agradecimiento, en forma de una sonrisa, de un apretón de manos, y siempre que la gente te da las gracias, te transmite una… energía… difícil de explicar. Tanta felicidad, tanta fuerza, tanto ánimo, que hacen que no seas una persona como las demás. Que hacen que seas un escritor. A tu pequeña escala. Pero un escritor.
Todo lo anterior y muchas cosas más, son lo que ha hecho que, el hijo del herrador, haya cambiado mi vida.