Lo llaman la Cámara Alta y antes era el estamento de próceres. Estos nombres se debían a que sus miembros procedían de las clases privilegiadas y todos ellos tenían una gran preparación intelectual fruto de haber disfrutado de una educación exquisita de la que carecía el resto de la población. Hoy el Senado no es más que un cementerio de políticos inútiles, de desechos de tienta de los partidos mayoritarios y un pozo de gastos donde se duplican las actividades del Congreso. Una institución prescindible. Además de una fuente de conflictos políticos.
El Senado ya no es un lugar elitista. Ahora es una cámara cuyos miembros son elegidos en las urnas y que escenifican espectáculos bochornosos, como el de ayer, capaces de avergonzar a las bestias más pardas.
Los senadores del PP pedían con gritos y pataleos la dimisión de ZP mientras los socialistas replicaban con gritos de ¡Gurtel, Gurtel! como si fueran holligans borrachos en día de partido. Una actitud de los representantes públicos que no solo avergüenza a los españoles, sino a todo aquel ser humano que haya dejado atrás los comportamientos cromañoides.
A todo esto, con la que está cayendo, el Senado se gasta millones de euros en un sistema de traducción para que los catalanes entiendan a los vascos y los gallegos a los andaluces, cuando todos ellos tienen dentro de la cabeza el mejor sistema de traducción que existe entre los españoles y el más barato: el castellano. Basta con tener oídos para comprenderlo.
Después de esto habría que pensarse la posibilidad no solo de sancionar a los parlamentarios individualmente, sino a partidos poíticos completos. Señores magistrados del Tribunal Supremo, ustedes que encuentran excusas para enjuiciar a cualquiera (por cierto, ¿se bajarán el sueldo como el resto de los funcionarios?), busquen el resquicio legal para inhabilitar durante diez años a los dos partidos más incapaces que existen en el panorama nacional. Sí, m refiero al PP y al PSOE. Que no puedan presentarse a las elecciones en una buena temporada. Igual que se hace con los ciclistas que se dopan o con los futbolistas que agreden al contrario o con los toros cojos: que los devuelvan al corral. Sería la única forma de limpiar las instituciones de basura, corrupción, chanchullos y trincadores. Que se dé una oportunidad a otros partidos políticos, no solo con gente nueva, sino con procedimientos diferentes y actitudes limpias. O que se presenten a los comicios asociaciones serias, como las de Moros y Cristianos de Alcoy, o tal vez las murgas de Cádiz. Quizá no lo hagan mejor pero al menos nos reiremos más. Y el ridículo estaría justificado.