Revista Infancia

¿Qué más cambió además del reloj?

Por Pingüicas

¿Qué más cambió además del reloj?

Pues regresó el horario de verano. Era inevitable. Tarde o temprano, todo mi jueguito de dormir a mis hijos a las 6:30 pm tenía que llegar a su fin… o eso pensé.

Justo ayer, mi mamá me preguntó a qué hora estaba durmiendo a mis hijos ahora. La pregunta obviamente venía del hecho de que ―al adelantar el reloj una hora― está obscureciendo alrededor de las 7:45 pm, lo cual implica que el día te dura más.

Con todo el dolor de mi corazón, sentí la necesidad de ajustar el horario de mis hijos. Una cosa es establecerles una rutina y respetar sus horas de sueño; y otra cosa es encerrarlos en su cuarto cuando el sol está en su pleno apogeo, con tal de que yo pueda tener tiempo para mí (o sea, tiempo sin niños). Ni modo. Además, ya están creciendo.

Por lo tanto, decidí que Pía y Luca se irían a dormir a las 7:30 y Pablo a las 8:00. Esto comenzó desde el domingo.

Todo iba perfecto (para ellos). El tiempo entre su comida y su cena, ya era un espacio de tiempo razonable. Terminaban de comer y de hacer la tarea y todavía les quedaba mucho tiempo para jugar antes del baño. Ellos estaban felices. Yo, agotada… y resignada a aceptar esta nueva realidad de días eternos.

Sin embargo, Luca llevaba 2 ó 3 días con un genio de la patada (que nada tiene que ver con el carácter de su papá, ¿eh? …para todos aquellos que conocen a Beto). Yo se lo estaba achacando a los próximos (temibles e inevitables) “terribles dos”.  En ningún momento se me ocurrió que esto podría ser el resultado de estar “robándole” una hora ½ de sueño.

Anoche (corrijo, ayer en la tarde), Pía no quiso terminar de cenar. Así, de la nada, pidió irse a dormir. Volteé a ver el reloj:

¿Qué más cambió además del reloj?

Tuve que tomar una foto como testimonio del hecho.

En 4 minutos, ya estaba roncando. Y afuera, el sol brillando.

Volteé a ver a Luca, sentado en su sillita de comer. Estaba bostezando y tallándose los ojos. Le puse la pijama y le dije que era hora de dormir. Me dijo que no. Siempre dice que no. Pero cayó rendido inmediatamente.

Hoy no tuve que despertar a Pía como lo había estado haciendo toda la semana. Cuando entré a su cuarto ya estaba sentada, platicando con Luca. Y en lo que va del día, Luca ha estado de perfecto humor (aunque todavía no cantó victoria).

Creo que por ahora, esa idea de atrasar su hora de dormir se quedará como un recuerdo de una (media) semana de reventón y locura desatada.

Por ahora, los niños tendrán sus (muy necesitadas) 12 horas para dormir. Y yo seguiré teniendo mi (muy necesitada y según yo, muy merecida) hora y media extra para leer, bloggear, facebookear o ver la tele. Bueno, la tele no porque eso lo acapara Pablo hasta las 8:00 pm, pero a esa hora ya me puedo acurrucar con él a ver los Backyardigans y por un ratito, no pensar en nada.

Horario de verano o no… me da lo mismo.


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