Hace un año tuve la oportunidad, gracias a un máster que hice, de realizar las prácticas en la unidad del dolor de un hospital.Allí observé y conocí a muchas personas con dolencias de todas clases. Algunos eran pacientes oncológicos, otros, personas mayores con diversos cuadros dolorosos y otros tantos chicos y chicas jóvenes con algún padecimiento.Fuera como fuese, todos y todas tenían algo en común. El dolor que sentían y que les había llevado después de mucho sufrimiento a aquella unidad para poder aliviar esos malestares; y los deseos de estar bien (o por lo menos mejor).Desde mi experiencia con el dolor durante casi toda mi vida, me sentí identificada con aquellas personas desde el principio. Y a pesar de que algunos llegaban a la consulta con el sueño de una varita mágica externa que les curara sus males, la mayoría eran conscientes de sus limitaciones y miedos.En realidad casi todos los que hemos tenido o tenemos dolores crónicos, sabemos que nuestra actitud es el factor más importante para sentirnos mejor.Nadie viene a deshacernos de este acompañante de forma mágica. Nos pueden ayudar a aliviarlo, sí, incluso nos pueden operar para quitarnos parte de ese dolor, pero no desaparece por completo. O por lo menos, no de repente.Todo proceso requiere de nuestra voluntad y de nuestra mente para afrontarlo con tranquilidad y fuerza.Quizás tú estés pasando ahora mismo por una situación con dolor. Tal vez te acabas de dar cuenta de que tu dolor es crónico (como me ocurrió a mí no hace mucho tiempo, con el dolor que sentía en mis manos desde que tuve el brote de artritis idiopática juvenil con nueve años, y que gracias a dos operaciones se mitigó), o puede ser que estés empezando con un proceso doloroso que no se alivia con nada. Seas quién seas, estés donde estés y vivas como vivas, tienes que saber que no estás sola. Tú eres la persona más fuerte que conoces y sabes que puedes con mucho.Lo has hecho otras veces. Has caminado sin miedos y sin expectativas en situaciones que parecían catastróficas.Ya tienes esos recursos en ti aunque no creas en ellos.La luz al final del túnel existe. Es cierto. Ahora parece que no, porque todo son cambios y el dolor en muchas ocasiones no te deja pensar ni respirar tranquilo, pero siempre hay un atisbo de calma.Grita, llora, canta, berrea, da saltos, desfógate… es necesario que expreses tus sentimientos y tus dolores sin reprimirte.Deja de tener miedo al dolor. Ese miedo te paraliza antes de sentir dolor y te produce más miedo y más dolor. Intenta respirar tranquilamente. Relaja tu mente para relajar tu cuerpo. Recuerda… Tú puedes con mucho.Eres fuerte.Ánimo y sonríe. El dolor será tu maestro y juntos avanzaréis hacia nuevos retos.Que nada te detenga.