Revista Sociedad
Hola a todos. Ya han pasado veinte días desde que entraron a hurtadillas con nocturnidad y con permiso tres de los más entrañables personajes de nuestras vidas. La llegada de los tres reyes de Oriente siempre trae consecuencias para los padres, siempre. Ya sea en verdaderos quebraderos de cabeza para montar esos juguetes para niños de 3 a 6 años, tan sencillos, que apenas hacen falta dos ingenierías para montarlos con algo de sentido. En ocasiones, la sobrada de piezas y la diferencia del objeto montado sobre la alfombra infantil, y el dibujo de la caja, provoca noches de insomnio, temiendo, que las más de ocho diferencias, entre el resultado a conseguir y el obtenido, provoquen reacciones en cadena que a su vez provoquen extrañas explosiones, futuros accidentes, o que, en el peor de los casos, llegado el momento, cuando el príncipe quiera salvar a su amada, y decida subir por las escaleras de la torre más alta del castillo, acabe en el calabozo subterráneo, dónde está esperando un dragón, que veinte días después de su llegada al hogar, ya carece de cabeza, pero que no pierde ninguna capacidad de engullirse al protagonista del juego, por extraño que parezca. Por lo que se avecinan terribles llantos y rabietas de la niña que lo maneja, y que ansía que los dos amados lleguen a encontrarse en tan mágica atmósfera en la que serán felices y comerán perdices. Como uno se verá imposibilitado de reparar tal avería de montaje, porque aquella pieza, que creías que no servía para nada, o por lo menos eso contestaste a tu hija, cuando en pleno montaje, una vez que creías tenerlo todo montado y bajo control, ves, como de su pequeña boca, sale un pequeño objeto plástico....¿ qué tienes en la boca? ¿qué es eso?.... no sé.... estaba ahí.... malo será (piensas)... seguro que no vale para nada.... y malo fué.Como nos creemos siempre más listos que nuestros pequeños, le das varias opciones para solucionar, como que el dragón descabezado es bueno y le ayuda a llegar junto a su amado volando a sus lomeras. Le intentas colar que un brujo o bruja ha encantado al príncipe y puede volar, que puede escalar montañas y paredes porque el amor le da fuerzas. Puedes incluso, si lo tienes a mano, ayudarte del helicóptero de acción, piloto incluido, que trajeron al hermano, pero en el fondo, sabes que no cuela, que al final, solo puede haber una solución, que es desmontar lo montado y descubrir dónde caraja iba esa pequeña pieza regurgitada por la pequeña. Es sencillo, solo hay que coger las instrucciones, darle la vuelta y empezar al revés, deseando, sólo deseando, que esa pieza sea del final y no del principio. Así qué, días después de saber que estaba mal montado y que has intentado colarla, vas en busca de las instrucciones, que a su vez está en la caja, que a su vez ya está camino de ser reciclada y reconvertida en caja para palillos, por lo que, si las dos ingenierías no llegaban con instrucciones, sin instrucciones y marcha atrás, el riesgo de dejar más piezas por el camino se multiplica exponencialmente, y lo único que deseas es que cuando acabe la jornada de montaje, la niña haya perdido toda esperanza de conseguir su castillo y que se acabe creyendo, que no hay mejor lugar para que una princesa pase la noche, que la rampa del garaje de su hermano, porque en caso de peligro, para subir a la planta de arriba, solo tiene que coger el ascensor, siempre que encuentre la cuerda para que se mueva, pero no hay problema, porque creo que estaba en la caja, que está en en en...... vaya vaya....Pero todos sabemos que los niños van perdiendo la ilusión por los presentes con el paso de los días, y la vuelta a la rutina hace que la elección de sus favoritos aparquen a un lado los menos preferidos. Como unos padres no puede controlar todos los obsequios, ya que siempre aparecen los que sus majestades han ido dejando en casas de tíos y abuelos, la cosa puede complicarse mucho más. Eso ha pasado en mi casa. Los Reyes decidieron dejarles a nuestros poyuelos sendos relojes. Pero no son relojes normales, son relojes que tienen juegos y montones de historietas, entre ellas, una mascota. Si habéis oído bien, una mascota, para la niña un gato y para el niño un perro. Pero claro, el perro exige sus necesidades, hay que darle de comer, bañarlo, jugar con él, acariciarlo... y claro, el niño, pues como que no. Podría tomar la opción de ver que pasaba con el susodicho animal si no come en una semana, pero ya sabéis el realismo de éstas máquinas, y tengo miedo a la defunción del animal. Claro, ahora no hay problema, porque el reloj permanece apartado en la entrada de la casa, pero solo pensar, que cualquier día de éstos, se le acuerde el aparato en cuestión, y se tope con una caja de pino en dónde tendría que haber un simpático cánido moviendo el rabo, pues me da mucha cosa. Así que, para que no me llamen mataperros, todos los días, antes de salir de casa, le doy su dosis de alimento, de baño, de juegos y de caricias, que no se diga. La parte buena, es que no hace falta sacarlo a pasear y bolsa en mano recoger sus ciber cacolas, o por lo menos es lo que creo, aunque ahora que lo pienso, ya empieza a oler un poco raro cerca de la puerta de casa.... así que tendré que echarle un vistazo a las posaderas del chucho, no vaya a ser. Un abrazo.