Pues aquí seguimos, después de la fatídica fecha del 21/12/12, y nada ha ocurrido. El mundo no se ha terminado, las predicciones de los mayas no se cumplieron, o tal vez una vez más ha sido una patraña sacacuartos para incrementar el turismo y rellenar telediarios. Al parecer, la predicción de los mayas no era la del fin del mundo, sino todo lo contrario: que comenzaba una nueva era.
Como siempre, el hombre lo tergiversa todo a su favor. No soy muy ducho en estos temas de culturas milenarias, pero por lo poco que he leído de los expertos en la materia, simplemente era una fecha que la sociedad había asimiliado como el final anunciado por los mayas, sin pararse a estudiar detenidamente el significado de la misma. Otros dicen que la fecha en sí es errónea, y que es dentro de unos meses cuando el mundo tal como lo conocemos llegará a su fin.
No sé, la verdad es que no creo mucho en todo esto, pero me ha servido para acordarme de algunas cosas: concretamente de otro engaño y de una canción. El primero no es otro que el temido Efecto 2000, ¿os acordáis? ¡Cómo olvidarlo! Meses y meses diciendo que todo iba a quebrar porque los calendarios se iban a poner a 00, que los ordenadores se iban a volver locos, y patatin y patatán. Al final nada. En cuanto a la canción, gracias al supuesto fin del mundo he tenido en la mente todos estos días el estribillo del temazo "Que no se acabe el mundo". Se trata de una canción que tuve que aprenderme en el colegio, para un festival de Navidad. El tema en cuestión es de un completo desconocido para mí, pero en un mítico Telepasión de aquellos de TVE la cantaron unos cuantos presentadores de la cadena. Así es como la conocieron millones de personas. Así es como llegó a oídos de mi profesor de música. Y así es como toda una generación se la llevó en su memoria de por vida. La verdad es que en parte desconozco el éxito que tuvo el tema, quiero decir, no sé cuánta gente lo reconoce cuando lo escucha, así que hacédmelo saber. Yo no soy objetivo, porque es un tema que me encanta, lo asocio a una época muy feliz de mi vida, a la Navidad, y a la inocencia de cuando aún creía en los Reyes Magos.