No es suficiente con tener buenos propósitos y realizar buenas acciones. Es necesario, además, contar con la suerte porque si no, acabaremos por pagar platos rotos que no son nuestros. Y en gran medida esto de vivir trata de evitar pagar más platos rotos de la cuenta. Nadie está a salvo porque todos vamos en el mismo barco y solo cuando tocamos tierra nos podemos relajar y hacer un pequeño inventario de lo que tenemos y lo que debemos.
Como ya he comentado en alguna ocasión, el ser humano está condenado a sufrir. Luego ya, depende de la buena suerte que tengas, es posible que sufras un poco menos y que se te amontonen las buenas noticias, como a esa gente de la que decimos que “nació con estrella” porque todo le sale bien. Esa gente sí que produce envidia sana. Parece que todo les va rodado, que siempre tienen un buen trabajo y que socialmente son muy respetados, que nunca les falta el dinero y que escapan de la mala suerte por los pelos. Claro que también ellos están sujetos a los cambios y los caprichos de la vida, lo cual es aún peor porque cuando les golpea a ellos la tragedia, entonces ya sí que no sabes a qué atenerte y te quedas desconcertado y mudo, sin nada que decir ni nada que pensar.
Yo no sé si se podría hacer un mapa de la mala suerte. A lo mejor serviría para sacar conclusiones respecto a algunas cosas. Lo que sí sé es que la vida no da experiencia, da palos y nosotros debemos estar preparados para esquivarlos. Claro que ni siquiera eso es posible. Cuando te toca ya es tarde, ya te tocó y no puedes hacer nada. Tampoco se puede prevenir y yo mismo soy el mejor ejemplo de ello porque tuve una vida sana, cuidando los hábitos (no al 100%, pero bastante) y la alimentación, jamás me había puesto enfermo, últimamente incluso llevaba varios años haciendo deporte ¿y? ¡Zas! Una hostia en mitad de la boca, eso me gané.
Así que nada, esto es lo que hay. Cuando la vida golpea… mejor que no te elija a ti porque si no, estás jodido.