Revista Viajes

¡Qué nochevieja más chévere!

Por Bbecares

Ya he salido de Bogotá, sólo por unos días. Me he puesto en ‘modo mochilera‘ durante unos días y la felicidad ha vuelto a inundar mi vida. También tengo que decir que trabajar todas las horas que tengo que trabajar yo ahora y ser viajera al mismo tiempo, es realmnte agotador (Para el que no lo sepa, hasta octubre trabajaba menos horas y ahora estoy a cargo de un nuevo proyecto, lo que me supone más tiempo al día).

El tema es que salí de Bogotá un 29 de diciembre por la noche y llegué a Cali, tierra caliente, verano constante y mucha mucha salsa (No sé qué sería de los caleños sin salsa). Allí me alojé con una caleña, su gatita que casi nos da un disgusto de Nochevieja y dos viajeros más, además de mi compañero de piso en Bogotá que se unió a nosotros. Viva el couch Surfing: 5 personas de 5 países diferentes compartiendo. El día 30 por la noche disfrutamos del cierre de la Feria de Cali, el evento más famoso de la ciudad, con salsa y más salsa y luego pasamos por una fiesta en una entrañable casa en la colina. Esos lugares de los que uno no sabría nada cuando viaja sino fuera porque existe el couch surfing qu te permite compartir con gente local.

Para mí lo más fascinante fue la temperatura de estas fechas, yo que amo el calor sobre todas las cosas. Eso de bailar salsa un 30 de diciembre en manga corta y sudando, era lo que más felicidad me produjo, tengo que confesar.

Fiesta en la terraza con vistas amaneciendo el uno de enero.

Fiesta en la terraza con vistas amaneciendo el uno de enero.

El día 31 visitamos un poco la ciudad, a las 6 de la tarde comí las uvas de la suerte a través del Skype con toda mi familia y esa noche cenamos con una familia caleña, muy grande, gracias, como no, a otro chico que conocí en couch surfing. Charlamos, a las 12 brindamos todos con todos y lo que me pareció más curioso es que en esta ciudad de la salsa, se cena tras el año nuevo. Así que cenamos, seguimos charlando y riendo y sacando fotos. Fue muy divertido cenar en familia colombiana. Me hacía mucha ilusión.

Tras la cena, a eso de las 2 de la mañana, nos fuimos a una fiesta que nos habían dicho que estaba en una casa. Pero más que en una casa, era en la azotea de un edificio en la zona antigua de la ciudad de Cali, el barrio de San Antonio. Me pareció algo mágico. Nosotros pasamos a ser un grupo de 9 personas de Francia, Argentina, Colombia, Chile y España y pasamos la noche bailando, riendo… y cuando parecía que nada podría ir mejor, llegó una banda en directo con varios instrumentos a tocar. Como dijo un amigo, ¡lo único que faltaba para que el momento fuera perfecto! Os confieso que como las caleñas y latinas en general bailan tan bien y tienen tanto ritmo, a mí me da un poco de vergüenza (o pena como dicen aquí) bailar.

Allí estuvimos hasta bien entrado el amanecer. A unos nos entró el hambre pero no encontramos nada abierto para comer, porque el uno de enero es un día así, un díaen que  todo está permitido en cuanto a vagancia se refiere. Tras convencer al resto del grupo de que por fin abandonaran la terraza, fuimos a casa de la amiga de la chica con la que yo me hospedaba a seguir charlando, hasta que a eso de las 10 y media nos fuimos a casa.

Vista de la terraza de la fiesta, ya vacía, desde la casa de la amiga a la que fuimos para acabar la noche (o mañana)

Vista de la terraza de la fiesta, ya vacía, desde la casa de la amiga a la que fuimos para acabar la noche (o mañana)

El día uno de enero hice otra cosa que también me fascinó: fui a asarme de calor  a una piscina. Algo impensable en un año nuevo europeo.

Por la noche nos volvimos a reunir el grupo del día anterior y cenamos en casa de la amiga de mi host. Tocaron música con los instrumentos que la chica tenía en la casa, yo me dormí antes porque estaba muerta y al día siguiente tenía que madrugar para trabajar (lo repito, trabajar y viajar con mochila es agotador) y acabamos durmiendo todos allí. Como no cabíamos, la mayoría dormimos sobre la alfombra del suelo, pero fue bonito levantarnos todos juntos. Me encanta el ambiente viajero, que hacía unos meses que no tenía.

Y ahora estoy en Pasto, tierra andina, cerca de Ecuador, visitando a una amiga de aquí a la que hacía años que no veía, y disfrutando de los carnavales de blancos y negros, el evento más popular en la ciudad. Ay la vida de viajera no es comparable en absoluto con el sedentarismo en una ciudad tan dura como Bogotá.

Grupo en el día de vegetación, 1 de enero, tocando música.

Grupo en el día de vegetación, 1 de enero, tocando música.

Inauguración del carnaval de Blancos y negros en Pasto. Desfile del día 3 de enero.

Inauguración del carnaval de Blancos y negros en Pasto. Desfile del día 3 de enero.


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