A nivel de cómic, en nuestro país habrá muchas cosas por las que recordar este año. Ha sido el año en el que nos hemos visto afectados por el reboot, el año de Flashpoint, el año del arranque de la batalla definitiva (más o menos) entre Vengadores y X-Men, el año de la muerte de Peter Parker en Ultimate Comics: Spiderman… La Fuerza Fénix vuelve y Spiderman está otra vez en las noticias para torturarnos con la amenaza del spoiler. Un año intenso.
Pero cuando hay que elegir un momento, algo que haya marcado este año a nivel de cómic y que sin duda se recordará, yo me voy a quedar con un momento cuyo peso es más grande fuera del mundo del cómic que dentro. Y me refiero, como habréis supuesto por el título, a la boda de Jean-Paul Beaubier, más conocido como Estrella del Norte; y su novio, Kyle. Y es que este fue uno de esos momentos que, como la muerte de Superman en su día, ha escapado de las páginas de los cómics y ha pasado a ser objeto de admiración o denuncia en todo el mundo por pensadores, críticos y frikis. Y es que la primera boda gay en las páginas de un cómic norteamericano, editado en un país donde sólo tres estados permiten este tipo de matrimonios… Como poco es querer poner un petardo muy gordo.
Estrella del Norte había sido la idea de Marvel de la representación gay durante muchos años, la bandera multicolor en el mundo de la variedad genética, hasta que se rompieron las puertas de los armarios y personajes como Karma, Anole, Mística o Destino se convirtieron en abiertamente homosexuales. La puntada a Estrella del Norte como icono se la dio Heinberg en sus Jóvenes Vengadores, donde aparecieron los dos personajes gays con los que cualquier homosexual puede tener más fácil identificarse. Wiccan y Hulkling, que son perfectamente normales… dentro de la normalidad relativa de dos adolescentes con poderes en Marvel. No tienen traumas, son quienes son… no se esconden ni se han escondido.
Estrella del Norte y Rictor también han salido del armario, estos con más problemas, y el propio Liefeld quiso devolver a Estrella a Narnia a base de empujones. El mundo más conservador miraba los cómics con preocupación. ¿Podían los superhéroes ser maricas? ¿Y si al final iba a resultar que Wertham tenía razón en La Corrupción de un Inocente y los superhéroes portaban una enfermedad mental contagiosa que brotaba de la relación extraña e impúdica de Batman, Robin y Alfred?
Marjorie Liu, apoyada por la directiva de Marvel, ha dado este año un golpe sobre la mesa, ha hecho saltar todas las piezas del tablero y ha convertido una boda gay en portada de uno de los comics. Astonishing X-Men, la colección que nació para que Wheddon y Cassaday nos dieran su peculiar visión de los mutantes, ha servido para que Liu, con las garras de X-23 diera un golpe letal a prejuicios, homofobia y todo tipo de miedos, suyos y de la compañía, para posicionar a Marvel en un lugar muy claro. Por supuesto, se ha debatido mucho sobre si se ha hecho por interés para atraer un público gay que se pueda sentir identificado con este tipo de eventos, o se ha hecho para llamar la atención (como la conversión en gay de Alan Scott de pronto en el nuDC), o si realmente se ha hecho por propia convicción. Un movimiento tan complejo tendrá sin duda mucho de marketing, pero también de riesgo. Aquí, cada vez que se habla del tema, las calles de Madrid se llenan de foros de la familia en contra de este tipo de matrimonio, y se dan recetas de macedonia. Allí, por menos, un enajenado coge una pistola y purifica las instalaciones de Marvel en nombre de Dios.
Evidentemente esto es una exageración… pero desde luego, Marvel ha movido ficha en el terreno de la igualdad y en la lucha contra la homofobia, y lo ha hecho a puertas abiertas y saltando a los telediarios, tertulias y a la calle.
Así, que, para mí… este es el momento del año.