Llámenme anticuado pero todavía creo en eso del amor eterno aunque los usos y costumbres del siglo veintiuno día a día hacen que cumplir el clásico juramento de hasta que la muerte nos separe sea ya una utopía.
Se que el concepto del amor eterno nació en un contexto de expectativa de vida muy pobre [ treinta, cuarenta o a lo mucho cincuenta años] y que conforme a que la muerte cada vez nos alcanza a una edad más longeva, estar con alguien en lo finito de nuestra existencia se vuelve más complicado pero eso no le quita ser parte del romanticismo.
Aterrizando en lo que vivimos hoy en día [siglo veintiuno] en donde existen más divorcios que matrimonios el concepto, separarse, es cada vez más aceptado. Las mujeres - sobretodo- y los hombres divorciados ya no son - o no tanto- vistos mal; se les comprende, entiende e, inclusive, se empatiza con ellos. El ser dejada -o dejado- cada vez se usa menos de manera peroyativa.
Los niños, las semillas de las futuras sociedades, crecen con familiaridad con el hecho entendiéndolo como algo común e incluso frecuente - o que tiene, al paso de unos años, que pasar con tu pareja-. Y casi todo, como la cultura pop, se adapta a los tiempos.
No, no es un discurso moralista ni un ensayo en contra del divorcio. Desde las diferencias irreconciliables hasta cosas de mayor envergadura, cada quién es libre de hacer con su vida - amorosa, en este caso- lo que quiera y vivirla como desee. Como dije un párrafo anterior: todo -en teoría- debe de adaptarse.
¿Pero si no es un argumento a favor del matrimonio indisoluble, qué es?
Por años nos acostumbramos a que en la literatura o en la televisión, o al menos en lo que enfocaba para niños, se manejara un mundo utópico - Ideal, cantaría Aladdín- en donde los valores, la moral, la justicia... todo va de maravilla, o si no, se lucha - y se consigue- que vaya de esa manera.
Los niños solían crecer inculcados en materializar lo visto ó si comprendían que no es fácil convertirse en Spider-Man, al menos, en ellos se mantenía la idea de cierto idealismo presumiblemente alcanzable en el mundo que les espera.
Pero todo ha cambiado -y creo que para bien-.
"Después de pensarlo cuidadosamente, tras una profunda consideración y considerables peleas, hemos tomado la difícil decisión de terminar nuestra relación romántica. Seguiremos trabajando juntos [...] a perpetuidad, en todo el Universo. No obstante, nuestras vidas privadas son ahora distintas y están separadas, y veremos a otras personas, cerdos, ranas y demás. Este es nuestro único comentario sobre un tema tan privado... a menos que nos hagan una buena oferta. Gracias por entenderlo".
La noticia, ese lunes, cimbró a la mayoría de fans pero sin duda cumple con un esquema aparentemente marcado de los dueños de la franquicia -Disney- de modernizar o actualizar a sus personajes.
Ya lo vimos en dos mil nueve con Tiana, protagonista de la cinta de animación tradicional The Princess and the Frog [ La Princesa y el Sapo], en la cual el estudio del ratón escoge como nueva Princesa Disney a una chica con descendencia afroamericana [ algo que rompe esquemas en EU] que vive en los años veinte en New Orleans, y además es camarera.
Años más tarde, en dos mil trece, la película Forzen también buscó cambiar la tendencia tradicional de las Princesas Disney; Elsa, una de las protagonistas, no necesita a ningún hombre dentro de la trama - no busca a su príncipe azul-; es independiente, introvertida, imperfecta, con aplomo, sin ternura... nada que ver, en resumen, con ser una femenina princesa -según el típico concepto de ello-.
Regresando a los personajes que más relacionamos con The Muppets, quizá también la ruptura amorosa sea más un recurso de márketing que de actualización ya que coincide con el estreno de una nueva serie de dichos personajes en ABC [ el veintidós de septiembre de dos mil quince] y, por ende, una forma de generar un efecto de ola de comentarios - en relación a la separación de los mismos- de la franquicia con publicidad gratis y efectiva incluida.
Sea cualquiera de lo anterior, los espectadores de la serie verán en dicha nueva etapa trabajar a dos personajes -que fueron pareja- de la manera más natural -sana- posible, cosa que, en raras veces tristemente ocurre con los divorcios de la vida real. Con eso se estará fomentando en los televidentes tener una cultura de naturalidad ante los divorcios y, sobretodo, a las relaciones interpersonales entre los implicados luego de la separación.
Que dos personajes tan emblemáticos se separen, y que queden como amigos, además de abrir la puerta a que otros seres animados lo hagan [ Popeye, Minnie Mouse, etc.] genera en sus fans una cultura de que los divorcios son un proceso natural, entendible y de que ambos pueden - pese a su separación- tener un trato amistoso.
Vivimos pues, en un mundo global, secular y actual. Las sociedades se tienen que actualizar y, la cultura - popular en éste caso- suele ser testigo y complemento de ello.
Miss Piggy y Kermit nos enseñan -la franquicia- que en el mundo de hoy lo importante es actualizarse. Quizá, es verdad, rompen paradigmas -como en este caso el hasta que la muerte los separe- pero al menos dentro de todo nos enseñan a afrontar los cambios de una manera más digerible.
Ya cada quién sabrá si comulga con la idea de separarse o prefiere luchar en pro de no hacerlo [ pues el que todo mundo lo haga no quiere decir que sea correcto] pero la pluralidad de situaciones, eventos y relaciones [aunque sean ficticias] ayudan a formar un mundo más tolerante.
Miss Piggy / Kermit the forg, peggy / rana René, divorcio peggy y la rana René, miss piggy y kermit the forg se separan, rana gustavo y piggy