Pues la respuesta es: NADA.
El día que terminé de escribir mi primera novela (ahora estoy con la segunda) me sentí satisfecha. Nada más lejos, con el tiempo aprendí de mis errores, pero eso es algo que os contaré más adelante. El caso es que tras leerla y releerla y cambiar algunas escenas sin sentido o corregir errores sintácticos, me decidí a mandarla a editorial.
Tuve la gran suerte de contar con la ayuda de un gran profesional que me guió a la hora de emprender ese camino, pero aún así no tenía ninguna garantía de éxito. El proceso es lento, eso debéis comprenderlo desde el minuto cero, y desde luego JAMÁS debéis creer que os contestarán a la siguiente semana. Ni siquiera al siguiente mes, porque los lectores editoriales reciben una ingesta cantidad de manuscritos y el vuestro no es el primero de la lista.
El tiempo fue pasando, y contra más pasaba más quería creer que mi novela valía la pena. Ese es un punto esencial: CREÉROSLO. No vale solamente con pasárselo a vuestros amigos más íntimos, sino que debéis confiar en vosotros mismos antes de enviarla. Por supuesto, contra más confianza tengáis más alta será la caída, ¿pero de qué sirve si no perseguir un sueño si creemos que fallaremos al primer intento?
Este fue el mensaje que recibí (y no siempre tendréis la suerte de recibir respuesta):
“Bueno, ya hemos leído y valorado y tu novela y me sabe mal pero la decisión final ha sido no publicarla. La verdad es que hay cosas positivas en ella, y que con algunos arreglos -de estilo, de tópicos, de desequilibrios en la información- se podría considerar en la baza más comercial de un sello de género, a lo Charlaine Harris española, pero ahora mismo está todo tan parado en ventas y estamos recibiendo tal aluvión de manuscritos que ya no decidimos a partir de las posibilidades, sino por comparación: contratamos muy poco y sólo lo mejor de lo que nos llega, así que como nos llega mucho el listón está muy alto.”
En aquél momento, me eché a llorar. El contenido era claro y el tono del discurso resultaba casi fraternal, teniendo en cuenta que se dirigía a mí más como mentor que como editor, pero el momento resultó igual de desolador.
Volviendo al principio, seguramente os preguntéis: “Entonces sí que pasa algo, ¿por qué dices NADA?”. Cuando me refiero a que no pasa NADA es como cuando os caéis y decís: estoy bien. Al principio, la herida duele, molesta, sentís la quemazón sobre la piel. Pero poco a poco se va aliviando.
El rechazo editorial es exactamente igual. Lloré, me compadecí de mí misma y pasé unos cuantos días con el ánimo bajo. Pero ahora creo que fue una suerte. De hecho, doy las gracias por haber sido rechazada con mi primera novela, porque gracias a ello he sido capaz de ver en perspectiva mis errores. Ahora, tengo un documento con el que comparar y mejorar lo que escribo hoy, y me siento todavía mejor escritora.
Así que no os desaniméis si no recibís respuesta o si la respuesta es negativa. ¡Todavía tenéis mucho que dar, mejorad! J. K. ROWLING fue rechazada muchísimas veces con su manuscrito de Harry Potter y nunca se rindió. ¡Tened fe en vosotros mismos!
Saludos,