La mayor parte de los estudios que evalúan el desempeño de las organizaciones se esfuerza por saber que hacen las mejores. De hecho, el benchmarking se basa precisamente en eso: aprender de los mejores. Pero, ¿qué ocurre con las organizaciones que no llegan a la media? ¿es posible aprender de las características negativas que definen este tipo de organizaciones?
Una reciente revisión publicada en BMJ Quality and Safety se ha centrado en la identificación de los factores que definen a este tipo de organizaciones (las mediocres), concretamente a las que muestran unos resultados inferiores a la media en indicadores de calidad como mortalidad o seguridad del paciente. Los factores comunes son muy conocidos, casi de la familia...El primer bloque es una cultura organizacional deficiente, centrada principalmente en directivos que apenas aparecen (solo cuando hay problemas), entornos no colaborativos, exceso de jerarquía o liderazgo sin conexión (líderes poco transparentes, que no apoyan a sus equipos, etc). Este bloque es el más habitual en los estudios revisados.El segundo bloque trata sobre la estructura. Los factores más citados son la inexistencia de procesos de mejora de la calidad claramente definidos e implementados. Además, la insuficiente dotación de personal y los problemas con los sistemas de información aparecen como elementos clave en este bloque.El tercer bloque se centra en problemas de misión y estrategia: poco (o nada) definida en ocasiones, en conflicto con otras estrategias de la organización (por un lado se exige reducir el gasto y por otro se difunden mensajes de mejorar la seguridad del paciente) o incluso una mala implementación de estrategias externas sin reflexionar previamente en el impacto que pueda tener (por ejemplo, una política corporativa de reducir los reingresos que se notifica sin preguntarse por el margen de mejora que existe en dicho indicador). Incluso en algunos centros, la visión de los propios profesionales (basadas en mayor o menor medida en la cultura generada por los directivos), es de mediocridad. Parece que la historia se repite y que el papel del líder, la estrategia y la eficiente asignación de recursos pueden marcar a largo plazo los resultados de una organización sanitaria.