Revista Cultura y Ocio

¿Qué parámetros se emplean para evaluar el arte de forma objetiva?

Publicado el 13 abril 2019 por Juan Maria Solare @DonSolare

Una obra de arte tiene varias dimensiones, varios estratos.

1. Una de estas dimensiones son los aspectos técnicos. Se puede evaluar la factura de una obra de arte desde el punto de vista técnico.

Agrego: sin olvidar el sencillo hecho (que muchas veces hasta los artistas olvidamos) que la técnica está al servicio de la estética, o dicho de otro modo, la técnica potencia -resalta- el contenido emocional e intelectual de una obra de arte.

Un buen ejemplo de esto último es la película Deconstructing Harry, de Woody Allen. En principio, un cineasta evitar que el personaje que domina la escena esté fuera de foco. Pero en esta película, el director tuvo la (genial) idea de caracterizar uno de sus personajes precisamente mediante un “defecto” técnico: aparece siempre fuera de foco. Es su leitmotiv.

2. Otro estrato, vinculado a la técnica pero de manera menos obvia, es el tipo de narrativa. Esto se aplica básicamente a las artes que viven en el tiempo, típicamente el teatro, el cine, la música y (sorprenderá a algunos) la literatura. Porque una novela, o un cuento corto, se leen secuencialmente.

La narrativa también puede evaluarse y diferenciarse en ella distintos grados de perfección, o hasta errores. Por ejemplo, la falta de continuidad de un relato, o bien es un error o bien responde a una intención artística muy específica (que deberá estar muy bien fundamentada en razones estéticas).

Un personaje que aparece y luego desaparece sin dejar rastros es, por lo menos, sospechoso. Esto, que ocurre en la vida cotidiana a menudo, suele ser una “hilacha”, una imperfección, en un relato. Algo similar ocurre con determinadas ideas musicales (melodías) que aparecen pero desaparecen sin consecuencias. Es como prometer algo y no cumplirlo. PUEDE tener sentido: generar expectativas y no satisfacerlas es una elección estética – o un error garrafal, y esto depende del contexto.

El punto 3 es el más sencillo: la recepción. Es decir, “si tal obra gusta a poca gente, ergo es mala” es un juicio aberrante, a mi criterio. Lo mismo que el juicio simétrico: “miles de moscas no pueden estar equivocadas”. Al valorar la buena o mala recepción de una obra, estamos también evaluando los mecanismos de promoción: Una obra genial sin promoción no llegará jamás a la gente no sabremos jamás si le hubiera gustado a las masas. Puede que sí, puede que no. Ponerse a pensar cosas del tipo “Si Mozart hubiera nacido en Uganda, ¿hubiera sido famoso?” es sociológicamente interesante (e importante) pero no deja de ser un análisis en subjuntivo.

En cualquier caso, la Teoría de la Recepción, interesantísima en sí misma, no debe usarse para emitir juicios de valor “intraopus”.

4. La dimensión estrictamente artística – Esto es lo más delicado de todo. Y mi postura es muy particular. Sólo puedo bocetarla aquí. Y lo haré de manera alegórica.

De los griegos aprendemos que Orfeo perdió a Eurídice porque se dio vuelta a mirarla justo antes de salir del infierno. En otras palabras, si yo como artista -Orfeo- intento mirar a la fuente de mis inspiración -Eurídice- antes de salir de la fase creativa -el infierno- perderé la espontaneidad.

Pero si esto era válido para los griegos antiguos, no necesariamente lo es para nosotros. A habido mucha experiencia artística profunda y extrema desde entonces. De hecho creo que es posible mirar a Eurídice a los ojos y no perderla. Depende con qué intención la miras. El Orfeo del relato la perdió porque fue débil – se dejó manipular. En realidad no quería mirarla. No estaba preparado para verla.

Creo que el artista actual tiene que prepararse, entrenarse, para poder mirar a Eurídice a los ojos. Esta preparación posiblemente dure décadas, si no toda la vida, y no hay garantías de éxito.

Por supuesto, lo que vea será intransferible. Sólo le servirá a él – o ella. No tiene el menor grado de universalidad.

Y por supuesto, no se trata de hacer juicios de valor. No se trata de evaluar la calidad. Se trata de contemplar esencias. Los juicios de valor son para los aficionados, para los que recién empiezan, o para los jurados de un concurso.

Cuando estés preparado para mirar a tu Eurídice a los ojos, no vas a tener más dudas. Es como una primeriza antes del parto: “¿será ahora, no será?” Cuando llega, es indudable.

Detalle importante: escribí que “lo que vea [el artista en su Eurídice] será intransferible. ¿Qué significa esto? Que es simultáneamente subjetivo, en el sentido que el sujeto está involucrado en esta experiencia, pero también objetivo, en el sentido que tal sujeto no tiene la menor duda. Es decir, una objetividad relativa. Como cuando tienes una pesadilla: para el durmiente, es totalmente objetiva su percepción. Pero es intransferible: no puede lograr que otros compartan su experiencia. Puede, como mucho relatarla (artísticamente). Puede informar.

No obstante, el que esta objetividad sea relativa no quiere decir que no sea real. kI�-�}�


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