¿Qué pensarías si te digo que uno de los parques más bonitos y conocidos de Madrid esconde, bajo su verde piel, un vertedero? Una realidad que pocos podría intuir paseando por alguno de sus cautivadores zonas como por ejemplo, su colorida rosaleda, la más grande de Madrid, pero que no hace más que sacar a la luz los humildes orígenes de esta zona de la capital.
Hoy nos dirigimos al oeste de la ciudad, allí nos encontramos con unos enormes terrenos verdes, ideales para múltiples prácticas, una cornisa que responde al nombre del Parque del Oeste que tiene, entre otros notables méritos, el ser el primer parque público que se construyó como tal en la ciudad de Madrid.
Aquella decisión se tomó a finales del siglo XIX, concretamente en 1893 cuando se empezaron los trabajos de transformación y adaptación de estos terrenos, una enorme escombrera que hacían de ellos, por aquel entonces, el principal vertedero de la Villa y Corte. Madrid crecía, Madrid aceleraba sus cambios y la capital demandaba zonas verdes para sus habitantes. Sobre el mapa la solución fue fácil, aquellos terrenos ubicados en la parte más occidental del plano, compuestos por montañas de escombros y residuos de todo tipo serían renovados hasta convertirse en un bonito jardín, de estilo inglés, de algo más de 37 hectáreas (aunque en la actualidad el parque cuenta con una extensión cercana a los 90).
Los trabajos fueron bastante más lentos de lo previsto por un doble motivo, primero por la razón de siempre, la falta de financiación, y segundo por la inestabilidad de unos terrenos que no tenían la firmeza suficiente, por su pasado como irregular vertedero. Después de 12 años se dio por concluida la primera fase de las obras y ya se consideró por fin inaugurado aquel anhelado Parque del Oeste, un espacio verde que vino a oxigenar Madrid, y cuyo rudo origen es otro de los grandes secretos de Madrid.