
“Érase una vez un rey –cuenta Pilar Rego en Nuevatribuna.es– que reinaba en un país que empezó a vislumbrar colores después de largas décadas de blanco y negro. Un país que dejó en manos de la monarquía parlamentaria su forma de gobierno: un sistema representativo con un rey que ejerce de jefe de estado y que asume el control de los poderes ejecutivo y legislativo; en definitiva, un rey que reina, pero no gobierna, aunque ‘puede hacer otras muchas cosas y algunas no del todo adecuadas’. Un monarca amigo de los jeques del golfo, que fue designado por un dictador y que en los primeros tiempos de su reinado aglutinó loas y alabanzas de propios y ajenos. ‘El jefe del Estado ha sido una pieza decisiva en el difícil equilibrio político establecido en este país y lo sigue siendo. Él ha desempeñado el papel de bisagra’, Santiago Carrillo dixit…
Cantaban los payasos de la tele aquello de ‘había una vez un circo que alegraba el corazón’ pero el circo actual, en su acepción coloquial de confusión, desorden o caos, que rodea la figura de Juan Carlos de Borbón, nuestro ‘campechano’ rey emérito, no alegra precisamente el corazón. Durante décadas el pacto de silencio tejido y aceptado por la prensa en torno a sus idas y venidas, amistades más o menos convenientes y andanzas sentimentales, le permitió hacer y deshacer a su antojo y forjarse una imagen de monarca cercano, simpático, ajeno a los placeres sibaritas, un hombre sencillo que disfrutaba con el plato de huevos estrellados que se comía en el restaurante plebeyo por todos conocido. Sin embargo, hay voces que desmienten esta cercanía y jovialidad. ‘El rey Juan Carlos –escribe Amadeo Martínez Inglés en su libro ‘Juan Carlos Iº, el último Borbón”–, a pesar del estereotipo que de él han fabricado durante tantos años los medios de comunicación nacionales, no es para nada un hombre campechano, simpático, jovial, educado y muy accesible para el común de sus súbditos”.
Montaje del Rey con Corinna.
“La muerte de un desafortunado elefante –continúa Pilar Rego– marcó el inicio del declive de un monarca que ‘vivía a cuerpo de rey’. El Borbón se había ganado el beneplácito de los que, aún sin considerarse monárquicos, se definían como “juancarlistas”, pero desde la publicación de la fatídica foto en que la que posaba orgulloso, rememorando el estilo Gable en Mogambo, al frente de la pieza abatida en el delta del Okavango el 11 de abril de 2012, año en que los mayas predijeron uno de los tantos finales del mundo, algo cambió. En aquel viaje a Botsuana, Juan Carlos, acompañado de su inestimable amiga Corinna Larsen y de su hijo, sufrió una de sus múltiples caídas. Unos días después, de regreso en España, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente, para la implantación de una prótesis de cadera; percance del que los españoles tuvimos noticia una vez realizada la intervención. ‘Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir’, dijo al más puro estilo de la doctrina católica, haz lo que quieras, pide perdón y todo olvidado. Lo cierto es que aquel suceso fue el inicio del sendero que le llevó a la abdicación. Con el ‘caso Nóos’ en plena efervescencia, la Reina Sofía acudió a visitarlo al Hospital USP San José acompañada por Iñaqui Urdangarín (exduque de Palma posteriormente condenado en febrero de 2017, por prevaricación, malversación, fraude, tráfico de influencia y dos delitos fiscales). Apenas unos meses después, en abril de 2013, una encuesta del CIS desvelaba que la valoración de los españoles sobre la institución monárquica había bajado del 7,48 sobre 10 al 3,68. Valoración realizada antes de publicarse que el campechano y cercano Juan Carlos I, retiró en efectivo de una cuenta secreta cantidades ingentes de dinero y que tan sólo en el año 2010 sacó 1,5 millones de euros de la fortuna secreta que mantenía en Suiza, mientras los españolitos de a pie nos apretábamos el cinturón hasta hacer desaparecer la cintura”.







Juan Antonio Molina recoge en “Monarquía, annus horribilis”, publicado en Nuevatribuna.es, que este año de 2020 tiene muchas posibilidades de pasar a la historia como annus horribilis. “El grand remonstrance contra el campechano rey emérito con su patriotismo castizo de dinero, sexo y arregostos de bon vivant, más propio de paleto nuevo rico, que de un jefe de Estado europeo, representa una sustantiva fragilidad para el régimen monárquico. Hombre el emérito de una absoluta simpleza intelectual, poco amante de la cultura y las expresiones artísticas, y de ambiciones y gustos elementales y, por consiguiente, con una comprensión del poder primitiva y nada compleja, con manifestaciones que van desde pegarle a su conductor por no detener el coche donde el emérito quería hasta concebir que L'État, c'est moi, con el epifenómeno mental de que al ser él, no el jefe del Estado, sino el Estado mismo, todo le está permitido y nada le es imposible. La crisis del régimen del 78 sufre una notable aceleración histórica con la falta de ejemplaridad del nada menos que mito fundante de la democracia posfranquista; atrás quedó el relato panegírico, sostenido por el aparato altoparlante del establishment, donde aparecía el emérito como el deus ex machina democrático, constructor de la modélica transición y freno del golpe de Estado del 23-F, aunque ahora resulte que la transición del franquismo al posfranquismo por imperativo biológico no fue tan modélica y las vísceras conspirativas del golpe no eran desconocidas para Juan Carlos I”…

Y mientras la monarquía sigue debatiéndose por mantener a toda costa su buen nombre, pasamos a otros temas que no han dejado de revivir, como el negocio y los abusos sobre la muerte. Así nos lo cuenta Esmeralda R. Vaquero en el reportaje “El negocio de la muerte sigue muy vivo”, publicado el pasado 23 de julio en CTXT. “Un día de finales de marzo, Alejandra C. (nombre ficticio) fue avisada telefónicamente por su familia. Su abuela, ingresada en una residencia de mayores, tenía síntomas de coronavirus, pero no podían trasladarla al hospital. Nadie le explica por qué. Al día siguiente, fallecía. Parcesa, la funeraria con la que la residencia trabajó, extendió a la familia una factura de más de 4.400 euros. El precio, además del ataúd y la incineración, incluía un concepto de ‘interior féretro especial’, de más de 325 euros. También figuraba un ‘equipo de desinfección’, por un importe de 450, que posteriormente sería íntegramente devuelto por el Estado. Y ni siquiera tuvo tanatorio. La crisis del coronavirus puso sobre la mesa múltiples cuestiones, entre ellas, los abusos perpetrados en el sector de la muerte. Estos, según indican personas afectadas, no son nuevos, pero el aumento de las cifras de fallecimientos los ha evidenciado”. Rosa Canela, integrante de Afectados Mémora, un colectivo que intenta sacar a la luz las irregularidades que han vivido con la mayor empresa del sector, cuenta con todo detalle: “Hemos normalizado precios muy altos por unos servicios en los que hay sobrecoste; entre lo que pagamos y el precio real de estos servicios hay un abismo”. A finales de febrero, este grupo empezó a dar a conocer sus denuncias y demandas en redes sociales. En marzo comenzó la odisea covid y, desde entonces, han recibido múltiples consultas y peticiones de asesoramiento: facturas desorbitadas, ataúdes envasados “al vacío”, conceptos ininteligibles, etcétera. “Se han reducido los servicios, no ha habido ceremonias, ni velatorios, y se han cobrado precios similares”, señala Canela. En el oligopolio de las funerarias, seis empresas se reparten 400 millones de ingresos anuales. Mémora, la más importante, gestiona 130 tanatorios, 28 crematorios y 23 cementerios. Hoy se contabilizan más de 20 millones de pólizas de decesos.


Aurelio Sánchez asegura que la combinación de funerarias y aseguradoras de decesos es un cóctel perfectamente elaborado. “Los seguros de muertos, para hacerse cargo del funeral y el enterramiento, se generalizaron después de la Guerra Civil y hoy se contabilizan más de 20 millones de pólizas. La mayoría de las aseguradoras intentan que los familiares de los fallecidos encarguen todos los detalles a la funeraria con la que trabajan. Sin embargo, no existe ninguna obligación legal”. Además, denuncia Rosa Canela, nunca devuelven la amortización excedente. “Hay mucha gente que lleva pagando el seguro 50 ó 60 años, se abona mucho más de lo que va a suponer ese gasto, pero nunca te devuelven nada”. Santalucía y Ocaso acaparan la mitad del mercado de este tipo de seguros. Es habitual ver en las puertas de los hospitales a comerciales en busca de familias a las que ofrecer los servicios de su empresa. Incluso, se han llegado a conocer casos en los que personal de hospitales incitan a elegir una funeraria en concreto, en lugar de ofrecer el listado con la oferta de funerarias disponibles. En noviembre de 2016, la madre de Manuel Monterde falleció en el Hospital Sociosanitari Mutuam Güell, en Barcelona. Una sanitaria del centro, según contó Monterde en una carta del lector en El Periódico, le indicó que tenía que llamar lo antes posible al tanatorio de la funeraria Sancho de Ávila, en la capital catalana. Él le contestó que tenían un nicho en Santa Coloma de Gramenet, donde estaban empadronados y donde harían el velatorio, pero ella insistió en que la normativa marcaba que, al morir en Barcelona, el cadáver debía ser recogido por esa empresa. “En ese momento de trasiego y pena y ante la rotundidad de sus palabras, fui incapaz de reaccionar y cuestionar lo que me decía (...). Actué de buena fe y fui a Sancho de Ávila. Mi madre estaba muerta... tenía que hacer todo lo que me decían por ella: ataúd, amortajamiento, traslado... Firmé las hojas que me pusieron delante. Tres horas después supe que podía haber elegido la funeraria que yo hubiera querido, pero en ese momento no sabía nada, estaba en shock”, recordaba en el diario. Tener que elegir este servicio y no otro supuso un sobrecoste de 5.000 euros. Monterde denunció ante la Autoritat de la Competència de la Generalitat. Hace un par de años la Administración le dio la razón e instó al Ayuntamiento de Barcelona a investigar el caso y a sancionar a las empresas funerarias por monopolizar el mercado.

Desde 1997 el sector funerario está liberalizado por normativa europea. Así, la constitución de estas empresas no está sujeta a un determinado número de licencias por parte de los ayuntamientos, sino que pueden ofrecer sus servicios todas aquellas compañías que quieran optar a ello siempre y cuando cumplan determinados requisitos. Además, está garantizada la libre elección del servicio funerario, independientemente de tener contratado un seguro de decesos. “Debería ser un servicio público, gestionado por empresas públicas y sin comisiones. O al menos que fueran empresas con un control, que la administración limite precios, que haya una intervención real”, indica Canela. Entre los proyectos del equipo de gobierno de Ada Colau para su primera legislatura estaba incluido la creación de una funeraria pública para abaratar los entierros. En febrero de 2019, la oposición echó por tierra la propuesta de Barcelona en Comú. PDeCAT, Ciudadanos, PSC y PP votaron en contra. ERC se abstuvo. El consistorio de Manuela Carmena sí consiguió llevar a cabo una de sus promesas electorales: en 2016 remunicipalizó la Funeraria de Madrid, que había sido semiprivatizada en 1993 por el alcalde popular José María Álvarez del Manzano. perteneciente a Mapfre, pagó 100 pesetas (0,6 euros) por el 49% de las acciones.

Para abaratar los costes de los entierros, uno de los primeros pasos podría ser revisar el IVA del sector. España es uno de los países de la Unión Europa con el IVA funerario más caro. Además de por el elevado IVA, el alto coste se debe, según Sánchez, a que se otorgan contraprestaciones económicas y se pactan contratos de exclusividad y acuerdos entre funerarias, residencias de mayores y hospitales. “El coste de un servicio sencillo, pero con todo lo necesario debería rondar unos 2.500 euros. Y puede ser aún más económico”. Pero ¿qué ocurre si una familia no tiene presupuesto? Las funerarias ofrecen financiar el gasto, si se presenta la documentación necesaria. Financiación, eso sí, con intereses. Además, resulta llamativo que haya empresas públicas, como la Empresa Municipal de Servicios Funerarios de Madrid, que también lo ofrezca. Si el préstamo tampoco es viable, existen otras opciones. El ayuntamiento de la ciudad en cuestión se puede hacer cargo del sepelio, certificando la falta de ingresos; también es posible elegir una ciudad con costes mortuorios más económicos, donar el cuerpo a la ciencia u optar por la cremación. A finales de mayo la empresa valenciana Alfilpack dio a conocer sus ataúdes de cartón homologados para dar respuestas a las necesidades originadas por la crisis sanitaria. “El fallecimiento de un familiar es el peor momento para engañar de la manera que sea; estás desprotegida, herida, y confías en las personas que tienes alrededor”, denuncia Canela. “La comunidad siempre ha ayudado a acompañar en la muerte, y es algo muy alejado a lo que se está haciendo ahora. Antes, con las funerarias más de barrio era otra cosa; ahora es capitalismo salvaje”.Fotomontajes, imágenes y fotos sorprendentes:


El artista Víctor Balanguer concluyó en Sóller (Mallorca) el montaje de 226 paraguas de distintos colores, obra que sirve para dar sombra al centro de la plaza. Numerosos turistas, entre los que no se hallaba ningún inglés, fotografiaron el resultado de la instalación que emula un árbol con paraguas de color verde, amarillo, naranja y marrón. El ayuntamiento estudia exportar esta curiosa iniciativa, que tanto sirve para los días de sol como de lluvia, a otras zonas de influencia turística de Sóller y el Port.



“No, no podemos permitir que se vaya, es necesario que pase por los tribunales y sea juzgado por fraude y corrupción. Luego, que declare todo el patrimonio y page los impuestos desde 1973. Una vez resueltas esas cosas, se puede marchar pero sin ninguna asignación de dinero público”. (Antonio Casero).








La foto del año...No sobreviviremos solo del turismo. Para eso tenemos la corrupción y la especulación urbanística. Miguel A. Diaz Ibáñez







El humor en la prensa de esta semana: Forges, El Roto, Peridis, Eneko, Manel F. Pat, J. R. Mora, Dávila, Atxe, Vergara…






















¿Qué es el rey emérito para tí?

Pep Roig, desde Mallorca, dibujó: Lavacunamadre, Lógica, Un desplome histórico, Yo mando, Menudo panorama…





Los vídeos de esta semana:
Cuando el rey emérito Juan Carlos I exigía ejemplaridad a las personas con responsabilidad pública. Era el 24 de diciembre de 2011 y las palabras de Juan Carlos I en su mensaje de Nochebuena fueron pronunciadas, ya con la sombra del caso Urdangarin acechando. 11 de julio del 2013 El rey Juan Carlos en apuros (XIV): El rey de España no es ni campechano ni diplomático 16 de junio del 2014 La relación del Rey Juan Carlos con su hijo Felipe Periodista identificado y amenazado por la GC durante la visita de los reyes a Nafarroa. Los guardias civiles le retuvieron, le quitaron el móvil, no le permitieron guardar el vídeo, y le amenazaron con denunciarle por un delito grave de atentado contra la autoridad cuando cubría las protestas por la visita de los reyes españoles a Nafarroa el pasado lunes. La cultura, otra víctima del coronavirus
