La velocidad orbital es la velocidad que tiene un cuerpo para que su órbita sea estable. En el caso de la Tierra, este valor es de 30 km/s. Si aumentara, se compensaría con una órbita mayor. Si disminuyera, el resultado sería el opuesto. Si el Sol desapareciese, el planeta describiría una trayectoria tangencial a la órbita manteniendo la velocidad, como una boleadora al ser lanzada.
Si la velocidad orbital fuera cero, nos pondríamos rumbo a un caluroso destino: el Sol. Según cómo ocurra esto, nuestra extinción será distinta.
Si la Tierra frenara de golpe su trayectoria, ocurriría lo mismo que un autobús que frena brúscamente: los "pasajeros" mantendríamos la inercia, es decir, los 30 km/s. Entonces cada cara de la Tierra nos enfrentariamos a una situación diferente. Por una parte, dado que la velocidad de escape es de 11 km/s y la mayoría estamos en la superficie, incluyendo a aquellos que atravesaran varias plantas a 87 veces la velocidad del sonido, los de una cara continuaríamos la órbita alredededor del Sol. Sin embargo, en el lado opuesto, esa inercia los empujaría contra la Tierra, incrustándolos contra su planeta natal.
Incluso si frenara lentamente, sin la fuerza centrípeta para contrarrestar la atracción gravitatoria del Sol, terminaría cayendo en él. Tardaríamos 65 días en llegar, cruzando la órbita de Venus en el día 41 y la órbita de Mercurio el día 57. Como era de esperar, la temperatura aumentaría considerablemente. En un mes, la temperatura media habría aumentado 50ºC. A los 50 días estaríamos a 125 ºC. Al final de nuestro viaje llegaríamos a los 3 000ºC.
No obstante, no hay que preocuparse, puesto que no hay ninguna fuerza que pueda detener de esta manera a la Tierra, aunque cuando el Sol se convierta en una gigante roja, el resultado no será muy diferente para nuestro planeta.
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Fuente: Phys.org
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