Revista Opinión

Qué paso EUA

Publicado el 23 junio 2019 por Carlosgu82

¿Qué paso con aquella generación? ¿Por qué ahora tanto silencio de su parte? Marcharon, exigieron, cuestionaron, lloraron, estuvieron frente a la muerte- lucharon con  ella para sobrevivir-, leyeron y escribieron palabras de recuerdo, gritaron con furia frente a las rejas de sus instituciones, amaron con locura, el sexo y las drogas fueron una parte de su formación (liberados del mojigato estilo del “sueño Americano”), dejaron crecer su cabello, rompieron el lineamento de sus padres (los deberes como algo anticuado), vivieron una crisis moral, religiosa y política, se comprometieron y jugaron con Dios y el Diablo, recordaron tantas veces y lloraron tanta sangre, expresaron su rabia acumulada por tantas obligaciones injustas e irracionales… temieron y perdieron, sufrieron y ayudaron.

Qué fue de esa generación de los signos de paz y carteles que exigían el fin de una guerra que nunca debió ser, qué fue de esos primeros que se cuestionaron la razón de ser estadounidenses, qué fue de las viudas, amantes y amores que perdieron su mundo en una lejana colina bombardeada, qué fue de aquella búsqueda de reconciliación, de paz y de justicia…

El periodo de 1963 a 1973 fue el más importante (después de su guerra civil) para EUA. Como súper potencia CAPITALISTA, ese país, que nunca había tenido dudas de sus acciones, compromisos e ideologías, generales o particulares, como cualquier nación “civilizada” en la historia humana, tenia (y tiene) sus problemas internos, menores (o eso nos hicieron creer, o es lo que nosotros quisimos creer)frente a la vulnerable y desestabilizada situación de otros países.

Como latinoamericanos, la visión predominante que se tenía (y se tiene) de ese país era tan borrosa: ni tan cierta, ni tan equivocada… El ideal en mi país (México) oscilaba entre la admiración y el odio (o rencor). Era ver a aquel gigante disfrutar de su jardín veraniego y esperar a que nuestra ausencia en él provocara la llegada de un invierno que acabara con sus verdes tesoros. El deseo de más y el recuerdo de lo perdido (o robado) han sido los traumas del mexicano.

Tener cerca a aquel desconocido al lado y tan lejos a nuestros hermanos era extraño; ahora, no se sabe. El mexicano es un ser que va y regresa, muere y revive, se muda y retorna a su primer hogar… No somos cualquier cosa. No somos los simples campesinos que creen los gringos (estadounidenses) y nuestro ingenio no se limita a recoger tomates u otros productos en sus tierras. Nos han subestimado y, sin embargo, no nos han olvidado (en casi todas sus guerras, el fantasma distorsionado del Álamo aparece, obsesivamente, y los vuelve energúmenos bizarros). Tanto somos sus aliados como somos sus enemigos; fuimos tan útiles como ahora peligrosos.

No sé si afirmar que nosotros somos para ellos “la puerta a una civilización” sea lo correcto: tanto se han aferrado a lo griego y romano dentro de sus universidades, de sus muros, que no han querido cruzar el umbral para convivir con los verdaderos herederos de estos. Seamos indigenistas, afrancesados, españolizados, judíos, católicos, protestantes… no hay duda que el latinoamericano es el resultado vivo de un largo mestizaje. Aunque fecundo, imperceptible para vistas cansadas o ignorantes: hijos del indígena (simple y lejano recuerdo de emigrantes llegados de Asia y Oceania, con los que hasta ahora se han encontrado similitudes; quizá también de los primeros africanos) y el español (resultado simple pero no tan lejano de la belicosa Europa Occidental- también los germanos y vikingos llegaron a la península ibérica-, la culta Árabia- pupila de Egipto, la India, el Medio Oriente y la Tierra Santa-, la republicana Roma y la democrática Grecia, y sin olvidar a Cartago- quién no recuerda la larga y atrevida aventura guerrera de Aníbal, que quién sabe cuántos pueblos destruyo y mezclo en su avance a tierras itálicas). También la sustancia africana, fundamental y primigenia, rica e imperecedera.

EUA tiene como vecino a un enigma; México sufre su terrible destino.

(Dato curioso: el primer prisionero estadounidense capturado por Vietnam del Norte era de ascendencia latina, y el ultimo en irse de Saigón, también- Everett Álvarez Jr. y Juan Valdez).

Vuelvo a preguntar, después de observar esa parte de la historia de EUA (la Guerra de Vietnam como periodo de convulsión social para un imperio que se negaba a admitir que lo era, donde todas las fuerzas de la historia estuvieron tanto a favor como en contra de la juventud, la virtud de los seres humanas siendo cuestionada por sus propias pasiones, gobiernos tiranos, títeres, embajadores y negociadores, defensores y traidores a las banderas como actores en un acto predestinado), ¿dónde están esos primeros hijos de la libertad de EUA?

Descubrí a hombres y mujeres sobrepasando a la Casa Blanca. Me sorprendió la rebeldía y la reflexión de aquella generación que lucho (voluntaria o involuntariamente) por liberar a Vietnam de cualquier garra opresora, incluyendo la propia. La escuela me hablo de la lucha por los derechos civiles y la matanza en Tlatelolco; mis padres contaron sobre qué eran los hippies, la radio transmitió canciones de The Beatles, Rolling Stones y Creedence, y narraron Woodstock y Avándaro, como recuerdo; y la historia me entusiasmo por Hồ Chí Minh y la famosa ruta que llevaba su nombre, los Huey siendo lanzados de los portaaviones por humanidad y las AK-47 matando por necesidad; y el cine me contó las historias de soldados estadounidenses siendo destrozados por minas y granadas vietnamitas, Frank Lucas y su inesperado imperio, y las drogas como forma de liberación, o Manson como terrible mancha de los acontecimientos. Pero nadie me mostró todas las protestas hechas por los gringos en esa época (aquellos que confiaron ciegamente en su gobierno y proceder, ahora le exigían); se mostraban ante mis ojos gritando: la protesta como una necesidad, como un derecho y, sobre todo, como generadora de cambio.

El aislamiento de EUA no era muy distinto al de la Unión Soviética, tampoco su política represora: la diferencia estaba en lo mediática en que podría convertirse la del primero, frente al asqueroso pero efectivo silencio (hijo de las purgas y la lealtad al partido) del segundo. Los manifestantes Estadounidenses (sin importar color, religión, lugar de nacimiento, ideal político…) sufrieron en carne propias las consecuencias del conflicto entre el sistema capitalista y comunista, y descubrieron el absurdo, el engaño y la derrota (aun antes de perder la guerra) al que su gobierno los había llevado.

Estos descubrimientos ya eran axiomas entre los jóvenes de otros países, y la CIA y la Casa Blanca eran sinónimos entre los ciudadanos que sufrieron golpes de estado y dictaduras.

Simplemente, ¿dónde están aquellos manifestantes?

Los estadounidenses volvieron a ser arrastrados a una guerra contra un país que no les había hecho nada. ¿Qué hacían los rebeldes americanos (porque lo son, al igual que los mexicanos, los cubanos, los uruguayos, los chilenos, los hondureños…) mientras Bush y su vicepresidente se hacían ricos a costa de miles de vidas? ¿Qué justificación hay para ellos? Se puede decir que John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson y Nixon actuaron por miedo, paranoia o intentaron evitar que su periodo en la política fuera manchado; no ganaron nada por mandar a medio millón de jóvenes estadounidenses al Sudeste asiático. Pero Bush y los banqueros, ¿cuantos beneficios no obtuvieron por contestar a un llamado inexistente, inventado?

¿Dónde estuvieron esos padres y abuelos veteranos cuando sus hijos y nietos novatos necesitaron ser despertados de ese tardío sueño Americano?

Vean esto y vuelva a leer, querido lector, lo que escribí: https://www.netflix.com/mx/title/80997770

José Avila


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