Imagina que caminas por la calle, ya casi anochece y la multitud se mueve a un ritmo espantoso y frenético. De pronto mientras cruzas la cebra, en dirección opuesta notas unos rizos rubios hermosos, casi automáticamente detallas todo el conjunto: una sonrisa divina, la bisutería que cuelga de ese collar y que dibuja un llamativo panorama entre sus pechos que saltan a la vista, un contorno de caderas que invita a soñar. Pasa a tu lado y el mundo se detiene, por unos segundos te quedas sin oxígeno, tu respiración no existe, tú no existes, solo existe ella. La eternidad de esos pocos segundos termina y sales del momento onírico. Sigues tu caminar pensando:
¿Por qué se ajustó sus espejuelos?
¿Por qué cerró su chaqueta?
¿Se dio por enterada de que yo existo?
¿Qué significa esa mirada que me devolvió?
¿Y si era ese?
¿El amor de mi vida?
¿Mi vida de amor?
Durante nuestras vidas en múltiples ocasiones tenemos momentos así de idílicos, así de mágicos. La mayoría de estos momentos pasan inadvertidos, el ajetreo constante nos obliga a andar en modo automático olvidando que somos animales, olvidando que aunque vivimos en sociedad y nos vemos forzados a aceptar un montón de reglas inútiles (algunas veces sin sentido) tenemos debajo de un conglomerados de conductas aprendidas un comportamiento primitivo, lleno de signos y gestos corporales que nos delatan por completo. Por razones evolutivas y biológicas solo unos pocos aprender a captar e interpretar esos gestos.
Nuestro comportamiento, nuestro lenguaje extra verbal dice todo de nosotros, nos convierte en un libro abierto, esta exposición de nosotros mismos aumenta considerablemente cuando estamos en situaciones de existencia vital como elegir pareja sexual, alimentarnos o la simple competencia por la supervivencia (tanto biológica como social).
Sumado a nuestro instinto primitivo, fruto de miles de años de evolución biológica, tenemos incorporadas acciones que son frutos de miles de años de evolución social donde se ha transformado mucho el rol desempeñado por el ser humano ganando un matiz más importante nuestro componente social. Somos un producto social y biológico que constantemente evoluciona pero que a su vez mantiene algunos patrones de conducta que han persistido en el tiempo.
¿Me acompañas a andar por estos caminos?
¿Me acompañas a desentrañar estos enigmas?
¿Me acompañas a soñar?
En los próximos post entraremos a desenhebrar el comportamiento de ambos sexos en situaciones de interacción con tinte sexual comenzando con: ¿cómo interpretar los posibles gestos o el posible comportamiento de ella o de él?
Si te interesa el tema, recomiéndalo a un amigo, compártelo y espera dentro de algunos días el próximo post. También podrías plantear tu propia situación de interacción sin dar muchos detalles para llevarla a estudio y debate (especifícame si puedo poner un post sobre el caso o si prefieres que sea privado).