Revista Cultura y Ocio

Que por mayo...

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez


"Romance del prisionero"
Que por mayo era por mayo,cuando hace la calor,cuando los trigos encañany están los campos en flor,cuando canta la calandriay responde el ruiseñor,cuando los enamoradosvan a servir al amor,sino yo, triste, cuitado,que vivo en esta prisión,que ni sé cuándo es de díani cuándo las noches son,sino por una avecillaque me cantaba al albor.Matómela un ballestero ;¡déle Dios mal galardón!(Anónimo)
El azar (una clase de lengua, donde explicábamos el romance), me ha traído a la memoria este bellísimo romance anónimo. La sobria y sentida interpretación de Joaquín Díaz transmite perfectamente el lirismo de estos sencillos versos. Uno siente la tentación de comentar el texto al uso, en términos académicos. Podría decir que pertenece al Romancero Viejo, que es una expresión subjetiva de los sentimientos del autor, que está escrito en primera persona, que consta de 16 versos octosílabos... Podría hablar de las figuras poéticas: las aliteraciones, los paralelismos, las anáforas... pero siento que al hacerlo despojo al poema de su magia.
Y la tiene: es mágico y perfecto. Con una magia cercana a la cinematografía (magia como pocas). La mitad del  poema describe una ensoñación, nacida del recuerdo, de la primavera en mayo con una sucesión de potentes imágenes. Cualquier campesino de la Edad Media (momento en que se creó el poema) podría visualizar perfectamente esta sucesión de campos en flor, de trigos creciendo, de amores en la naturaleza... (los que hemos pasado algunas temporadas en primavera en el campo, reconocemos estas imágenes con claridad). Pero en medio del romance, en plena delectación de las dulzuras de la estación, nos sumerge en la oscura realidad del protagonista (ahora sabemos que está preso y habita  un oscuro calabozo). Nos describe perfectamente su desesperanza y nos apunta su único alivio: una avecilla que le canta al amanecer, su única referencia temporal, su único contacto con el mundo exterior. En seis líneas describe su negro destino; para destruir finalmente, con un par de versos geniales, su último resquicio de esperanza.
Me rindo a la inmensa tragedia de la muerte de un pajarillo. Algo tan pequeño y que representaba una esperanza tan grande... 
Quisiera ser trovador con el laúd a la espalda, recorriendo la campiña en primavera. Pasar al lado de un oscuro castillo e imaginar la historia de algún prisionero olvidado; soñar con conquistar el amor de una bella princesa, inventar la hazaña de la derrota de un dragón, cantar la dramática historia de unos amores imposibles... Ser un  pobre juglar, que nada tiene, que solo sabe acariciar el corazón de la gente con un poema. Pero a mi pobre musa me la mató un ballestero... ¡déle Dios mal galardón!. 

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