El principal lobby de la industria farmacéutica en España, la patronal de laboratorios Farmaindustria, ha anunciado a bombo y platillo la publicación de lo que cada compañía gasta al año en pagos a médicos y organizaciones sanitarias. Con esta medida la entidad presume de “transparencia” e intenta normalizar una práctica que en realidad esconde el soborno.
No es fácil saber cuándo comenzó la práctica del “tarugueo”, que es como se conoce en el ámbito sanitario a que los laboratorios, por medios de los llamados visitadores médicos, ofrezcan dinero, regalos o prebendas a los profesionales de la medicina a cambio de que receten sus tratamientos. Esta estrategia de ventas se hace desde que la medicina es negocio. Es ilegal, se llama soborno y el Código Penal o la actual Ley del Medicamento lo prohíben de manera expresa.
Hasta hace algunos años se hacía de manera generalizada y descarada, como he documentado en mi libro Laboratorio de Médicos. Hoy la compra de voluntades se realiza de manera más disimulada, con variadas excusas, una de las más hipócritas es la de la formación continua (que como los médicos necesitan actualizar sus conocimientos quién mejor que los fabricantes de medicamentos para cubrir esa demanda).
Dicha formación, que en realidad debería de hacerla la administración pública, es pura deformación profesional pues lo que hacen los laboratorios es propaganda de sus productos, exagerando los beneficios de los mismos y minimizando sus reacciones adversas.
El tarugueo ha llegado a límites tan denigrantes para la Medicina que la propia industria se ha visto obligada, dada su mala imagen, a intentar convencernos de que algo ha cambiado aunque en realidad no cambie nada.
La publicación de los datos de pagos a médicos y sociedades “científicas” (más bien comerciales) es la confirmación del citado tarugueo o soborno que de manera muy hábil la industria vende como “transparencia”.
La industria farmacéutica pagó 496 millones de euros al sector médico en España en 2015. A eso Farmaindustria le llama “transferencia de valor”. Yo, compra de voluntades. Aunque en realidad no está mal elegido el concepto pues lo que se consigue invirtiendo esos casi 500 millones de euros en médicos y organizaciones de sanitarios es generar un valor, un dinero, mucho mayor.
El mero hecho de que los laboratorios reconozcan que ofrecen dinero a los médicos debería ser objeto de investigación por las fiscalías.
Hay que destacar algunos peros al proyecto propagandístico de Farmaindustria. Los pagos se publican en la web de cada laboratorio, lo que hace difícil esa consulta, lo lógico si se persigue la transparencia es ofrecerlos todos en una sola web para su cómoda lectura. También hay que escribir que sólo se publican los emolumentos a médicos que han dado su consentimiento para la difusión de esos datos con lo que quienes no den permiso no sabremos qué cobran.
Además, están publicándose datos referidos a apartados “profesionales” como cursos, viajes a eventos médicos o patrocinio de entidades pero no se ofrece, por ejemplo, cuánto se destina a comidas de médicos.
Esto es importante saberlo pues como hemos publicado hace poco, se ha documentado que a más comidas pagadas por la industria a los médicos, más recetas extendidas.
La estrategia de Farmaindustria es clara:
-Intentar mejorar su imagen ante la población, que percibe que la industria ha mercantilizado la salud y la sanidad.
-Perpetuar en el tiempo la dejación de funciones de la administración con la formación de su personal sanitario.
-Mandar a los sanitarios el mensaje de que la industria es su amiga y que ambos se necesitan cuando esto no es así pues los médicos han de velar por la salud de sus pacientes y lo que es bueno para estos no tiene porqué ser bueno para la industria que lo que quiere es vender la mayor cantidad de fármacos posible.
El proyecto de Farmaindustria ha tenido una buena acogida en los medios de comunicación que por lo general caen en la trampa de creer que sí, que esta vez la industria es ética. No estaría mal conocer también los pagos a periodistas y asociaciones de informadores de temas de salud. Y a jueces, a los que la industria también agasaja.
Quienes no se venden son los profesionales sanitarios de No Gracias, una asociación que se creó hace unos años precisamente para trabajar por la verdadera transparencia y la independencia de los médicos y doctoras de las industrias:
nosotros seguiremos denunciando el profundo agujero en el que el actual sistema de I+D+i basado en el marketing nos ha metido”, aseguran en un excelente post sobre la falsa transparencia de Farmaindustria.
Es que otra cosa que intenta la patronal de los laboratorios es intentar convencer de que su inversión de 190 millones de euros en ensayos clínicos y estudios contribuyen al avance del conocimiento en España.
La mayoría de los ensayos clínicos realizados en España son seeding trials, es decir, ensayos clínicos desarrollados con el único fin de convencer a los consumidores de los medicamentos (los médicos prescriptores) de las ventajas de la nueva molécula, cambiar sus prácticas y reclutar expertos que posteriormente se conviertan en líderes de opinión que vendan las supuestas ventajas a otros médicos”.
Desde No Gracias concluyen que lo que quiere Farmaindustria es aparecer ante la opinión pública, los profesionales y la propia administración como parte de la solución en lugar de la causa de los problemas. Y evitar cualquier iniciativa legislativa aludiendo a que pueden ser costosas para el contribuyente y/o que son innecesarias gracias a su capacidad de auto-control.
Como he escrito arriba, el Código Penal español y la Ley de Medicamentos prohíben incentivar a los profesionales sanitarios para conseguir de ellos rendimientos económicos. Farmaindustria está diciendo bien alto y claro que ha subvertido ambas normas. Corresponde a los poderes públicos actuar en consecuencia.