Revista Empresa
MartinSeligman, conocido por ser uno de los padres de la psicología positiva, realizó hace tiempo un experimento que se ha convertido en un referente en este campo. Consistía en conectar una serie de jaulas a la corriente eléctrica y meter dentro de ellas a ejemplares de ratas que sufrían diferentes descargas. En una de las jaulas, Seligman, colocó una palanca que al ser accionada, cortaba, de forma aleatoria, la electricidad en todas ellas. Es decir, todas las ratas recibirían la misma cantidad de descargas eléctricas, pero en el caso de la jaula con palanca, esa rata a veces podría interrumpir el sufrimiento al que eran sometidas.
Los resultados fueron muy interesantes. Las ratas que eran sometidas a este experimento en jaulas sin palanca vivían menos que una rata normal, hasta aquí nada extraño. Pero, cuando tras un tiempo en el experimento las ratas eran cambiadas a una jaula con palanca, curiosamente éstas nunca intentaban accionarla. De hecho si se les abría la puerta de la jaula, tampoco trataban de escapar, se quedaban en el suelo de la jaula recibiendo el sufrimiento sin intentar defenderse. Lo más impresionante de este experimento, es que las ratas que sólo habían estado en una jaula con palanca habiendo sufrido lo mismo que las demás, tenían una esperanza de vida superior a la de una rata normal que no hubiera participado en el experimento, simplemente por el hecho se sentir que podrían influir en su entorno.
A raíz de este experimento Martin Seligman postuló el concepto de la indefensión aprendida, como el fenómeno por el que el ser humano aprende a no responder a una agresión continuada, puesto que cualquier acción que emprenda no genera posibilidad de cambio alguno.
En la situación que vivimos actualmente en nuestro país, donde cada día recibimos infinidad de estímulos negativos que nos dicen lo mal que está la situación y lo casi imposible que es cambiarla (Aumento del paro, incremento del déficit, bajada de la valoración de la deuda española, cierres de negocios, bajada de las ventas, etc.) es muy fácil sentirnos, como en el experimento de Seligman, en una jaula sin palanca. Sentir impotencia ante tan abrumador escenario. Pensar que da igual lo que nosotros podamos hacer en nuestra minúscula vida, que la tormenta perfecta no sólo no va a amainar, sino que nos va a arrasar sin remisión.
Pero como rezaba aquella polémica, aunque bonita, campaña publicitaria, yo creo que sí podemos cambiar las cosas, pero que sólo podemos lograrlo entre todos. Está claro que los políticos pueden tratar de modificar las reglas del juego, pero somos nosotros, las personas, las que lo jugamos.
La realidad se compone de infinitos micromundos, donde cada uno de nosotros somos directores, guionistas y actores. Si somos capaces de cambiar nuestra pequeña jaula, construyendo palancas que nos hagan sentir que podemos influir en la realidad global, palancas que de verdad aporten un granito de transformación, entonces no sólo nos sentiremos mucho mejor y resistiremos mucho mejor la tormenta, sino que a lo mejor, si somos suficientes, podremos cocrear un nuevo contexto.
Pero ¿qué puedo hacer yo, pobre mortal, para influir en este tsunami mundial?
Yo creo que hay muchas cosas que podemos hacer en nuestros diferentes ámbitos de actuación para sentirnos parte de la solución y al mismo tiempo transformar nuestra realidad:
Como profesionales tenemos que cambiar la pose de meros asalariados por la implicación real en la compañía en la que estamos. Tenemos que sentir los colores del equipo para el que jugamos, salir de nuestra zona de confort y dar lo mejor que tenemos. Sólo las organizaciones competitivas podrán salir adelante, y nosotros somos una pieza clave para lograr ese triunfo.
Si además somos jefes de un grupo de personas, hagámonos merecedores de ese orgullo, como decía al final de la película de Spielberg el soldado Ryan. Además, sin dejar de ser exigentes, esforcémonos por conocer y comprender la situación personal de nuestros profesionales. El compromiso es una calle de doble dirección, y para lograr el de nuestra gente tenemos que ser capaces de comprometernos con ellos y sus sueños y problemas. Y por supuesto seamos generosos y compartamos los éxitos, no acaparemos los focos, o nuestras personas no querrán luchar por nosotros y nuestros objetivos.
Por otro lado, como consumidores también podemos aportar, gastando lo que podemos, no viviendo por encima de nuestras posibilidades, pero si haciendo que el dinero se mueva y los negocios puedan seguir funcionando. En esta línea creo que además debemos apostar por el producto nacional o por el que se produce en España, ya que es el que genera empleo aquí, el que contrata proveedores y dinamiza nuestro tejido empresarial. Hagamos un consumo, responsable y consciente eligiendo las empresas y marcas que más nos ayudan en este momento.
Y para terminar, o quizás para comenzar, como personas, seamos más honestos y más solidarios, dejemos de buscar únicamente nuestro propio interés, y creemos un pequeño micromundo alrededor nuestro donde las cosas sean diferentes.