Había oido que los niños pasan por una etapa en la que hacen preguntas continuamente, y tras una aclaración no se conforman fácilmente y vuelven a insistir con un “por qué?”. Pensé que sería más adelante, la verdad, y no en cuanto el mocosín empezase a hablar.
Desde que cumplió los dos años en abril el tema del lenguaje ha seguido un desarrollo exponencial, cada vez más y mejor. Me asombro de lo que habla ya, cómo se expresa, las frases que construye, etc. Pero durante las vacaciones ha sido una verdadera explosión. Y también ha empezado a preguntar sin tregua.
Dónde vamos ahora? Qué comemos? Dónde está abu? Cómo se llama esto? Dónde está tu toalla? Quieres un poco?Qué hace ese señor? Qué le dices a papá?Dónde está la luna? Vienes conmigo a jugar? Te parece bien? Dónde está “vacaciones”? Dónde está nuestra casa? Te vas a quedar conmigo hoy?
¿Tienes culo ( claro, cómo no tengo pito…)?... Y así podría seguir hasta el infinito. Es agotador. Y eso que aún no ha descubierto la fórmula por qué.
El parlanchinismo también tiene sus momento gloriosos, como cuando me dijo hace un par de días por primera vez “yo también te quiero mucho”, momento en que casi se me saltan las lágrimas, o cuando volviendo de la piscina en el coche nos dijo “ me lo he pasado muy bien hoy en la piscina”, “hacemos muchas cosas juntos, jugamos”. Si es que ya es una personita.