España no es pobre, solamente menos rica de lo que nos habíamos creído en los últimos ocho años, en los que Zapatero nos garantizaba un crecimiento irrefrenable que veíamos real en sus dispendios, que eran a crédito.
Ahora pagamos aquellos excesos, y quienes antes votaban a ZP y se entusiasmaban con su optimismo patológico, están dispuestos a revolucionar España contra los drásticos cortes de Rajoy.
El actual líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, que conoce muy bien cómo dejó ZP España a la llegada de 2012 tras la derrota electoral del 20N, debería enfriar los ánimos, llamar a la serenidad de la izquierda, porque, con los sindicatos hablando de gasolina en las calles, el país puede verse envuelto en la violencia.
En mayo de 2010, y entre los aplausos de Rubalcaba, Carme Chacón y todos los diputados socialistas, ZP redujo el sueldo de los funcionarios, congeló las pensiones e incrementó la edad de la jubilación de los españoles, entre otras medidas antisocialistas.
Rajoy llego al Gobierno con un programa más socialdemócrata que el de aquél ZP de mayo de 2010.
Pero se encontró con un déficit de 2011 el 50 por ciento superior al esperado: del 6 por ciento al 9, al que contribuyeron también las CC.AA. populares, pero que deberían haber estado controladas por el Gobierno central.
Ante el desastre, Rajoy ha cambiado radicalmente. Nos ha bajado a todos, a él también, nuestro ficticio nivel de vida en al menos el 10 por ciento, y aún queda mucho que cortar.
Por la responsabilidad que adquirió al crear esta situación, y la que tiene ahora para calmar a la creciente ira general, Rubalcaba debe llamar al serenidad de la izquierda, a su tranquilidad, porque este rico país volverá al buen camino si mantiene la calma.
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SALAS